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Hace poco salió la noticia de que los hermanos Broccoli, quienes manejan la saga de James Bond, salieron de una reunión con los ejecutivos de MGM Amazon Prime bastante molestos. Tanto así que, según un mensaje filtrado, ellos están dispuestos a dejar que la saga se quede en el limbo.

¿La razón? MGM quiere, en lugar de hacer una nueva película sobre un personaje “tan controversial” como el agente secreto, desarrollar varios spin-offs de personajes secundarios.  Y de hecho, lo han conseguido.

Tal vez, en la cabeza de un productor ejecutivo que no sabe nada de cine ni conoce a su público, esta idea parezca rentable, pero para la mayoría de las personas no tendrá ningún impacto y quedará como uno de esos tantos proyectos de expansión de un universo que a nadie le interesa. Un excelente ejemplo es Continental, la «miniserie» precuela sobre el hotel de asesinos en el que se hospeda John Wick y que dirigía el personaje de Winston. La serie terminó convirtiéndose en una miniserie por la baja audiencia que obtuvo, lo que obligó a que el proyecto de Ballerina, otro spin-off de John Wick, se transformara en una película en lugar de una serie.

Hollywood ha adoptado un nuevo modelo de negocio basado en la expansión de universos mediante precuelas, spin-offs de personajes secundarios e incluso la creación de personajes inventados para conectar diferentes historias. Recientemente, HBO lanzó la serie Dune: Prophecy, que en realidad ni suma ni resta al universo de Dune y solo sirve para repetir lo que ya hemos visto en las películas.

El problema no es la cantidad de contenido que se produce, sino lo innecesario que resulta. Vince Gilligan supo expandir perfectamente el universo de Breaking Bad con una serie dedicada al abogado Saul Goodman y una película para televisión centrada en el personaje de Jesse Pinkman. Estas dos producciones funcionan a la perfección porque Better Call Saul no solo explora el futuro del abogado, sino también su pasado y el funcionamiento de otros personajes antes de la llegada de Walter White. Por otro lado, la película de Jesse nos permite ver qué sucedió después de su escena final en Breaking Bad.

Esto se debe a que Gilligan, en Breaking Bad, nunca desvió la atención de su protagonista, lo que mantenía un aura de misterio en los demás personajes y enriquecía la mitología de la historia. Cuando Saul Goodman se pone en contacto con Walter White, ya tiene todo un imperio legal consolidado, es conocido y tiene grandes contactos, pero nunca sabemos exactamente cómo los consiguió. Lo mismo ocurre con Gus Fring, quien ya posee un imperio de narcotráfico cuando Walter lo conoce.

En contraste, Marvel ha saturado su universo con contenido como WandaVision, una serie que en un inicio parecía aportar algo a los multiversos, pero que solo sirvió para mostrar qué pasó con Wanda tras la muerte de Vision en Avengers: Infinity War y explicar por qué no apareció en Avengers: Endgame. Luego tenemos The Falcon and the Winter Soldier, que uno pensaría que serviría como conector para la reciente película Captain America: Brave New World, pero en realidad no aporta nada significativo. Lo único que hace es confirmar que Sam Wilson es el nuevo Capitán América, algo que bien pudieron mencionar al inicio de la película.

Otro caso similar es la expansión de universos mediante historias pasadas. Amazon Prime, por ejemplo, está exprimiendo todo lo relacionado con la obra de J.R.R. Tolkien, El Señor de los Anillos, con una especie de serie precuela/spin-off que explora la Tierra Media miles de años antes de los eventos de las películas. Sin embargo, la serie, que ya tiene garantizadas tres temporadas, no termina de convencer a nadie. Ha obtenido cifras de audiencia bajas, poco interés por parte de los fans y cuenta con unos productores empeñados en mantenerla viva sin una justificación clara. De hecho, sus propios números oficiales no logran explicar cómo algo que comenzó con, por ejemplo, 20 millones de espectadores y terminó con solo 7 millones sigue considerándose un éxito.

Antes, Hollywood nos vendía una secuela y, con suerte, un videojuego mal hecho, con gráficos terribles, una historia forzada y una jugabilidad paupérrima. Pero las cosas han cambiado. Poco a poco, hemos entrado en una era en la que la expansión de universos se ha convertido en la nueva moda.

En un mundo dominado por el streaming, donde las plataformas buscan mantener a los espectadores enganchados 24/7 con uno o dos productos, la guerra del streaming ha tomado otros rumbos. Ya no se trata de lanzar tu propia plataforma, ahora lo rentable es hacer que el público se quede atrapado viendo un solo contenido por el mayor tiempo posible.