La revista “The Economist” para el 2014 preparo un artículo llamado “El Cuento de Studio Ghibli” en donde explicaban que el estudio japonés “había dejado de hacer filmes”. Este artículo sale un año después de que la prestigiosa revista dedicada en hablar de dinero había preparado una crítica a la última película (The Wind Rises) del director Hayao Miyazaki, y cuando una revista en la que su fuerte es el hacer dinero se dedica a escribir sobre un director en concreto, es porque no es poca la cosa.
La Edad de Oro del Anime
En 1974 dos jóvenes japoneses, uno llamado Isao Takahata y el otro Hayao Miyazaki, quienes habían creado un anime de solo 52 capítulos de una joven niña huérfana y su dia a dia en plan de aventuras llamada “Heidi”. Un slice for life tan peculiar como absurdo y que para sorpresa de muchos es considerado, todavía en estos tiempos, como uno de los animes mejor valorados. Takahata y Miyazaki ya venían de hacer series animes con excelentes repercusiones pero que nunca habían salido del país del Sol Naciente (al menos en ese momento). Lupin III en el 1971 supuso un punto importante en la carrera de los directores porque marcaba un desarrollo extraordinario a la hora de crear personajes y una afinidad por temas medioambientales y sociales.
Claro, para ese entonces no nos permitimos tener ciertas licencias esnobistas para reparar en los créditos finales y ver quienes trabajaban en aquellos “muñequitos” porque al final son visto como tal.
Eran los años gloriosos de Zuiyo-Nippon Animation, cuando lograron asociarse con varias empresas europeas y estas lograron llevar las animaciones a otros países como los latinoamericanos. Y esto supuso algo interesante a lo cual nadie se había percatado: Japón se puso a producir animes enfocados en vender en el resto del mundo. “El Gladiador”, “Mazinger” o “Fuerza G” eran algunos de los animes que llegaron después de “Heidi”, aunque muchos de ellos ya estaban en emisión desde antes.
Surge lo que se llama en Latinoamérica “El Festival de los Robots” y en el resto del mundo “Mecha”.
Irónicamente esto fue lo que molestó a Miyazaki quien dijo en una entrevista:
“Una serie tiene que estar lista para su emisión en televisión a cualquier precio. Debemos fabricar un producto como sea posible”. El virtuosismo, amor por la puesta en escena y planos de hermosos paisajes que eran parte del ingrediente de “Heidi” se veían perdidos y Miyazaki describía una animación creada a contrarreloj para complacer al consumidor masivo. Pero si Miyazaki estaba irritado por la forma de animación, ¿Dónde dejamos el fondo del argumento con una apología del individualismo salvaje? “El único motivo que impulsa este tipo de producciones es el profesionalismo. Los personajes persiguen criminales porque son policías, vencen porque quieren ser cantantes o entrenan duro porque quieren ser deportistas. Ni hablar de los robots gigantes.”
De esta forma Miyazaki y Takahata se apartan de la industria. Trayendo como resultado que Miyazaki concentrará su creatividad en un manga llamado “Nausicaa del Valle del Viento” (1985), el cual tuvo un éxito enorme que el conglomerado empresarial Tokuma Shoten le dio la oportunidad de llevarlo a la gran pantalla y también fue un enorme éxito. Esto hizo que Miyazaki y Takahata decidieron unirse y tomar las riendas de su propio destino, ya que estaba más que confirmado que había público para sus obras.
El Nacimiento de Studio Ghibli
El nombre Ghibli hace referencia a un avión de combate italiano, el Caproni Ca.309. Algo que podemos ver en dos de sus películas como “Porco Rosso” y “El Viento se Levanta”. Pero Ghibli es el nombre que recibe la palabra “SIROCO” en Libia. Siroco es el viento que viene del mediterráneo desde el Sahara hasta el norte de África. Se dice por estos lares que es un viento “renovador” y esto es lo que Miyazaki y Takahara querían transmitir.
“Por más que los tiempos cambien, creo que los niños aun quieren ser fascinados como yo lo fui al ver “La Serpiente Blanca” de Kazuhiko Okabe en 1958. Si no es así, renunciare como animador inmediatamente” Dijo Miyazaki.
Al fundar esta empresa el plan era claro, pero no por eso simple: hacer todo lo contrario de lo que triunfaba en ese momento y que tenía éxito en televisión y cines, productos que Miyazaki detestaba tanto. “El Castillo en el Cielo” (1986) fue su primer largometraje en Studio Ghibli, lo cual presentó una situación extraña. Ya los famosos robots (mechas) estaban en declive, por lo que los shonen (animes orientados a los jóvenes japoneses en donde destacan las peleas) estaban tomando auge y animes como “Dragon Ball Z”, “Ranma ½” o “Los Caballeros del Zodiaco” eran el nuevo competidor.
En vista al panorama, tuvo que pasar dos años para que Studio Ghibli intentará dar el golpe en la mesa que necesitaba. Isao Takahata en 1988 lanza “La Tumba de las Luciérnagas” lo que sería su obra cumbre por excelencia y ese mismo año Hayao Miyazaki estrena “Mi Vecino Totoro”, el cual no es casualidad que la película esté ambientada en un momento en donde la televisión todavía no era algo que tenían todas las casas y que la imaginación era lo más importante para los niños. Tampoco es casualidad que sus protagonistas sean dos niñas buscando un espacio para los personajes femeninos que se veían relegados con el nuevo movimiento “Shonen”, y tampoco es casualidad todas las referencias budistas en la película, pero ese es otro punto.
La historia de las dos niñas que descubren un mundo mágico en un bosque cerca de su casa y que este mundo está controlado por un divertido gato gigante llamado Totoro, es casi un ensayo constructivo de la filosofía del ser humano y sus posibilidades. Los niños como fuerza motriz para poder cambiar el mundo con su creatividad. Las protagonistas descubren el amor a la naturaleza cuando se adentran a ella para estar más cerca de su madre, quien está en el hospital (¿van notando las conexiones?).
Pero como hemos dicho más arriba, la idea era simple, pero llevarla a cabo era lo difícil. Miyazaki no convenció a nadie de financiar una película en donde dos niñas se comunican con el espíritu del bosque en un Japón de posguerra, y más en una época en donde el anime tomaba otro matiz.
El Viaje de Totoro
“Mi Vecino Totoro” no fue un fracaso, pero no terminó siendo el éxito que ameritaba. Studio Ghibli quedo siendo un estudio más de animes y poco a poco iba perdiendo fuerza. Pero llego 1991 y a Miyazaki se le acercó un tipo que fabricaba peluches.
“La versión del “animal de peluche” se convirtió en un gran éxito en las jugueterías japonesas. Cierto fabricante de peluches sintió apasionadamente que Totoro era un personaje que merecía ser hecho peluche, y fue tan persistente en sus ruegos para conseguir el permiso que el estudio finalmente le permitió que siguiera adelante con su idea. Gracias a eso, pudimos cubrir la producción del resto de películas”.
La película se convirtió rápidamente en un clásico. Totoro era un éxito en todo el aspecto posible. En Francia la película llegó en 1998 convirtiéndose en un éxito y en EUA (por cuestiones de doblaje, ya que Miyazaki no entendía el porqué los americanos no pueden verla en su idioma original) se estrenó en el 2006 en todas salas (aunque en 1993 varios críticos americanos llegaron a verla en formato VHS con subtítulos en inglés o al menos eso dicen). En Latinoamérica, solo Chile y México han tenido la oportunidad de estrenarla en cines, dejándonos a los demás como unos verdaderos analfabetos audiovisuales y agradeciendo la conectividad actual que no nos permiten el lujo de seguir siendo.
Studio Ghibli comenzó a acumular prestigio y alcanzó la cima con su mejor película: “El Viaje de Chihiro”, la cual ganó un premio de la Academia (Oscar) como mejor película animada dejando atrás a dos películas de Disney, una de Fox y otra de Dreamworks y de la cual Miyazaki tuvo la osadía de no ir a buscar la estatuilla porque “le parecía deshonesto visitar un país que estaba actualmente bombardeando Irak”.
Su fama es tan grande que John Lassetter lo incluyó entre los juguetes de “Toy Story 3”. Totoro se convirtió en la salvadora de Studio Ghibli y es tanto su agradecimiento que es la mascota del estudio y es la que cuando apagan las luces y sale este gato en fondo azul en pantalla, es señal de que lo que viene a continuación es de aquel estudio donde varias personas, incluyendo Takahara (Q.E.P.D) y al gran Miyazaki, entienden que tanto niños como adultos tienen aún la oportunidad de convertir el mundo en un lugar mejor con sus actos, y ellos con sus películas.