“Civil War” no es un intenso thriller de guerra que indaga en la decadencia de la sociedad norteamericana y su sistema político, sino más bien es un drama en forma de road movie donde nos centramos en cuatro protagonistas periodistas y que se centra en la insensibilidad de una prensa, que amparada en “contar la verdad” de forma “imparcial” busca ser lo más sensacionalista posible.

Yo seré honesto con quien me lea (y me escuche): para mi Alex Garland es un director un tanto infumable, en el buen sentido de la palabra.  Sin embargo, “Civil War” me parece su trabajo más redondo con el permiso de la grandiosa “Ex-Machina”, y es que a pesar de las anodinas conversaciones que se sienten totalmente pesadas porque como diálogo no funciona (¿alguien puede tener ese tipo de conversaciones horas antes de haber presenciado casi su muerte?) y del terrible desarrollo de personajes (ninguno evoluciona y se mantienen tal cual lo hemos visto al inicio del filme), la película tiene un apartado técnico increíble y en su guión, carente de profundidad, la historia sabe moverse y evolucionar.  Si, la historia.

El trabajo del director se resume en dos grandes temas: la revuelta social y el periodismo.  El primero es plano y sin gracia, dando a entender que para el director esto es mero contexto, y es una herramienta que utiliza para poder exprimir al máximo todo lo sucedido con el segundo tema que es el periodismo.  Aquí el director sabe exprimir muchas de las situaciones, a pesar de que le falta pulso.  Y en ese caso se entiende, ya que a Garland lo que le interesa no es el propio escenario sino los comportamientos individuales en un proceso multitudinario y de caos absoluto como es una guerra. 

El mismo personaje de Stephen Henderson lo dice en la magistral escena cuando sale Jesse Plemons: “a ellos no les interesa que lo vean, sino todo lo contrario.  Es que no sepan cómo viven y que hacen dentro de este caos”.  Dicho de otro modo, el director busca mostrar lo tan miserable que pueden ser sus personajes con tal de conseguir la foto perfecta o la cita perfecta para la primera plana (de ahí las últimas palabras del personaje de Wagner Moura).

Y es ahi donde esta el verdadero fallo, porqué “Civil War” mueve a sus personajes en un caos absoluto, para que desvincularlos ética y emocionalmente de todo lo que les rodea, exponiendolos y forzandolos a llevar a las últimas consecuencias sus actos, pero de los que ellos mismos no creen.  El personaje de Lee (Kirsten Dunst sublime) se ve destrozada por todo lo vivido y visto en los últimos días (lo cual me ahorraré para no dar spoilers) y aun así, ante esto, sin mediar palabra avanza en búsqueda de aquella fotografía.  Y si, puede justificarse fácilmente porque eso mismo hacía el personaje de Jake Gyllenhall en “Nightcrawler” la cual maneja un tema similar, pero mientras el personaje de Jake se mueve por los rating de audiencia.  El hecho de ver una oportunidad para tener mayor rating hace que prefiera aguantar un dolor emocional y cargar con ello, pero los personajes de Garland constantemente se repiten que no es lo conveniente.

En cuestiones actorales, como técnica, “Civil War” brilla de forma impecable.  Kirsten Dust está sublime y se traga la pantalla sin esfuerzo.  Wagner Moura por igual siendo este uno de los mejores personajes.  Cailee Spaeny (Mare of Easttown) demuestra lo gran actriz que es una vez más, pero es Jesse Plemons con un personaje que apenas sale en pantalla en una escena de menos de 20 minutos que eleva todo.  Una escena de tensión muy bien lograda por parte de todos.  Aquí el director y Plemons son quienes se llevan los aplausos.

Al final el filme no logra dar el golpe en la mesa como se esperaba y eso se debe en parte, a que el director no logra quitarse de encima cierta sensación de dájà vu, detalle que impacta estrepitosamente con su ya mencionado objetivo principal: sorprender. De hecho, la mayoría de los giros resultan previsibles e incluso, en ocasiones, más bien poco creíbles. Y si bien es cierto que dichos defectos no impiden a Civil War alzarse como una película compacta, dotada de actuaciones notables y con una puesta en escena correcta, también lo es que las reconocibles ansias de originalidad de su director chocan de bruces con la mentada previsibilidad de sus secuencias y la linealidad de unas formas que acaban resultando poco más que funcionales.