Hay algo en el personaje de Superman que lo hace especial. Es alguien poderoso, pero también bondadoso.

James Gunn se nota que se divierte, que lo pasa de maravilla contando esta historia. Pero también quiere dejar claro quién es el personaje y lo que representa. Se agradece que no le importe de dónde viene, y de hecho, desbarata esa idea concebida hoy en día como un mantra: “No importa de dónde eres, sino quién eres”, le dice su padre, Jonathan Kent (interpretado por Pruitt Taylor Vince), en una escena bastante conmovedora.

Sin embargo, a pesar de eso y de querer bañar al personaje de la humanidad que tantos fans vienen pidiendo, Gunn se pierde con la columna vertebral de la película: su guion.

Superman es una película de superhéroes que incluye una trama dramática sobre el significado de ser el personaje, una trama política con Luthor, comedia involuntaria marca Gunn, comedia clásica porque quiere rendir tributo al clásico, e incluso un guiño a su gran amigo Zack Snyder, intentando suavizar una de las tramas de su polémica trilogía.

En esta evocación/reconstrucción del folclore pop de Superman, Gunn apuesta por abrir el juego hacia dos zonas en apariencia muy distantes entre sí: el thriller político y la comedia cuasi infantil.

Al ahorrarse tiempo evitando contar el origen de un personaje que hasta el más despistado conoce, el director se adentra en una trama geopolítica que hubiese sido perfecta si Snyder la hubiese desarrollado, en lugar de torturarnos con Batman vs. Superman.
Lo peor es que tampoco Gunn sabe manejar esta trama: se diluye entre una rabieta del personaje, dos escenas de un noticiero y algunos personajes secundarios hablando del tema, hasta el punto en que ya no importa si uno ataca al otro, a pesar de que la ficción presentada (Rusia vs. Ucrania) resulta bastante realista.

Gunn sabe que no puede, no quiere o no le conviene imponer una película familiar centrada en las manipulaciones geopolíticas de un billonario que controla a dos grandes potencias y que tiene al buen Superman como único posible enemigo. Por eso, intenta hacerla más accesible con su clásica y colorida juguetería: soldados con armaduras raras, una metahumana que se convierte en lo que quiera, otro metahumano con todo tipo de poderes, un portal que conecta con una prisión intergaláctica donde hay de todo (incluyendo exnovias), y un monstrico gracioso al inicio que parece sacado de una película de Pixar.

Aquí, Gunn se desborda con la comedia cada vez que puede. Algunas funcionan y otras no. Algunas causan risa, otras dejan indiferente.

Amarrado a todo esto está el desarrollo de personajes, donde solo el trío Superman, Lex Luthor y Lois Lane tiene verdadero desarrollo, y aun así, se sienten desdibujados.

Lo más cercano al clasicismo narrativo que posee la película ocurre en el entorno del Daily Planet/Clark Kent. Rachel Brosnahan encarna a Lois Lane –colega y novia– y Skyler Gisondo a Jimmy Olsen. Gunn juega aquí con la relación entre el superhéroe y la periodista de un modo que recuerda a las comedias románticas clásicas. Es en esta parte donde mejor se lucen las aptitudes actorales de David Corenswet, quien logra apropiarse del personaje con solvencia.

Rachel Brosnahan también devora la pantalla con una seguridad abrumadora, y ni hablar del desaprovechado Nicholas Hoult, a quien Gunn interrumpe justo cuando empieza a despegar.

El resto del reparto, como Nathan Fillion, Isabela Merced, Mariela Gabriela de Faría y Edi Gathegi, cumple lo suficientemente bien.

La música, compuesta por John Murphy (amigo y colaborador de Gunn), brilla especialmente en los momentos dramáticos, más que en los de acción.

La fotografía está a cargo de Henry Braham, otro frecuente colaborador del director. Al igual que en Guardianes de la Galaxia Vol. 3, Braham destaca los colores brillantes y da énfasis a los exteriores de día. Basta ver cómo algunas escenas pierden impacto cuando Superman vuela en la Antártida.

Aun con su caos interno y su constante choque de tonos, Superman es una película que parece estar viva. Es ágil, por momentos graciosa, y tiene una ligereza que el universo DC necesitaba después de tanto tiempo. Un futuro más prometedor.

Veredicto

Gunn logra aportar algo de aire fresco, ingenio e incluso cierta autoparodia frente a las convenciones del género, pero en el fondo, su película no alcanza la perfección que muchos esperaban…incluyendome.

6 / 10

Cuando las personas van al cine, lo hacen para disfrutar de una película. F1 logra eso… y tal vez un poco más.

Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un veterano piloto de automovilismo (porque, al parecer, puede conducir cualquier cosa) que es invitado por un viejo amigo a integrarse a un equipo de Fórmula 1, ante la necesidad urgente de un conductor experimentado que los acerque a su primera copa. Esto da pie a una rivalidad con Joshua Pearce —interpretado por un solvente Damson Idris—, un joven pero ya veterano piloto, que ve amenazada su posición.

Desde el inicio, el guion es simple y no hay grandes giros. De hecho, la estructura es tan predecible que uno llega a imaginar ciertos caminos… pero no, ni siquiera toma esos desvíos. Esa linealidad genera una ligera sensación de desconcierto: al salir de la sala, muchos espectadores lo comentaban. Tampoco se profundiza en los personajes. Todos tienen poco desarrollo y apenas se sostienen gracias a la calidad de los actores, que logran imprimirles cierta vida. Aun así, son figuras acartonadas y, cuando el guion exige un cambio en ellos, estos no se sienten ni naturales ni creíbles.

Un ejemplo claro: en cierto momento se revela que Sonny padece problemas de salud. Pero hasta ese instante, la película no ha dado una sola pista. No hay mareos, fatiga, ni señales sutiles; incluso hay una escena en la que maneja de madrugada con total normalidad. Lo mismo ocurre con el resto de los personajes: reacciones y transiciones forzadas, sin justificación narrativa.

En cuanto a la dirección, ya conocemos a Joseph Kosinski por Top Gun: Maverick y su participación en Twisters. Es un director entregado al blockbuster palomitero: visualmente atractivo, con uno que otro encuadre interesante (aunque nada innovador), y enfocado en entretener al público.

¿Entrarás o no entrarás en su juego? Para mí, los primeros 20 o 30 minutos son un deleite visual, casi una carta de amor a los fanáticos de la Fórmula 1 y del automovilismo. Pero claro, esto no es un documental. Una vez pasado ese prólogo, la película entra de lleno en su fórmula: autos a toda velocidad, fan service, comentaristas explicando en voz alta lo que pasa en pantalla, emociones exacerbadas, duelos rueda a rueda, accidentes, explosiones… cada escena intenta superar a la anterior.

Entre los aspectos positivos, destaca su ritmo dinámico: siempre está ocurriendo algo, por lo que es difícil aburrirse. El tono es ligero, la cinematografía espectacular (aunque el CGI de los coches canta bastante en ciertos momentos), y la presencia real de la Fórmula 1 como telón de fondo —con circuitos y pilotos verdaderos— le da un toque de autenticidad que los fans sabrán apreciar.

Sin embargo, “F1” tiene otro problema más allá del guion y sus personajes: la fuerza antagónica. Al utilizar pilotos reales, que evidentemente no pueden ser retratados como los «villanos», la competencia pierde fuerza dramática. Más allá de un nombre gritado por los comentaristas y un coche en pantalla, no hay un rival claro. Los protagonistas terminan corriendo casi contra fantasmas. Y justo cuando se acerca el tercer acto, aparece un «nuevo enemigo»: una junta corporativa anónima, de la que apenas vemos un rostro —el de Tobias Menzies— con una interpretación desganada y sin carisma, como si hubiese ido al set a recitar sus líneas y marcharse con el cheque.

En resumen, “F1” es un blockbuster ambientado en el mundo de la Fórmula 1. Tiene suficientes elementos para entretener y acelerar el pulso, pero no logra destacar en ningún aspecto. Hay muchas otras películas que ya usaron los mismos ingredientes… y con resultados muy superiores (RushFord v Ferrari, por ejemplo).

Veredicto

Se trata de una película con alguna actuación destacable, una dirección correcta y un argumento predecible. Consigue entretener, que no es poca cosa

5 / 10

28 Years Later” no va a reinventar el género como hizo “28 Days Later” del mismo Danny Boyle y “Dawn of the Dead” de Zack Snyder, por allá a inicios de los 2000.

Pero ojo, que los “zombies” de esta saga no son “zombies” como tal. De hecho, son infectados por un virus proveniente del mono y que, por alguna razón, siguen vivos. Alex Garland (“Civil War”) vuelve a ser el guionista, como lo fue con la primera parte, y aquí tratan de explicar cosas que la segunda (“28 Weeks Later”) no hizo (donde solo figuraban como productores los dos creadores), teniendo en cuenta que han pasado 28 años según la película. En esta ocasión seguimos a una familia en un mundo hostil con estos infectados.

Desde los primeros minutos, este filme es una declaración de intenciones: los planos nerviosos, el montaje rabioso, los movimientos de cámara que desafían la comodidad visual. Danny Boyle y su director de fotografía, Anthony Dod Mantle —con quien ya había trabajado en la primera película de la saga— optan por una estética que parece diseñada para incomodar, para recordarnos que en este mundo no hay tiempo para contemplaciones. El estilo visual, heredero directo del caos sucio y angustiante de la primera entrega, se extrema aún más, convirtiendo cada persecución en una experiencia sensorial.

Mientras que su secuela optaba por una imitación de este estilo característico de la primera, pero sin lograrlo del todo (es terrible cómo en la parte dos, con la escena del metro, solo podemos apreciar una mano y una pared), en “28 Years Later” quieren decirnos abiertamente: estamos todos en peligro y ya los humanos son igual o peor que los infectados. No podemos confiar en nadie.

Garland opta por un guion más pulido e incluso más sobrio que sus propios trabajos, pero con los errores característicos de propuestas como “Civil War”. Por momentos es críptico y austero, dejando que el silencio y la crudeza de las imágenes hablen por sí solas. Pero en otros tramos —sobre todo cuando toca explicar ciertos detalles geográficos o lógicos (como el tema de las mareas o la aislación insular del nuevo escenario)— cae en una sobreexplicación innecesaria, subrayando lo que el montaje o la puesta en escena ya habían transmitido con eficacia. No necesitamos que nos expliquen lo que ya estamos viendo.

En cuanto a las actuaciones, Alfie Williams, el niño protagonista, cumple con creces, mostrando lo necesario para mantenernos y hacernos creer que se sienten en peligro constante. Aaron Taylor-Johnson y Ralph Fiennes actúan con una solvencia impecable; sin embargo, quien lleva el filme a niveles extremos es una de mis actrices contemporáneas favoritas: Jodie Comer (“The Last Duel”). Inaudito lo que logra, superando todo lo que ha hecho durante su carrera y, sin temor a equivocarme, la mejor actuación femenina del año (al menos de lo que ha salido hasta el día de hoy).

El diseño de sonido es uno de los elementos que mejor sostienen la tensión constante. Hay un uso inteligente del audio ambiente que contribuye a esa sensación de que el peligro está siempre a medio metro, aunque no lo veas. Si algo heredó bien esta tercera entrega es el legado sensorial del primer film, ese que no te dejaba respirar tranquilo ni cuando no pasaba nada en pantalla.

Lo que sí puede discutirse —y probablemente divida aguas— es el nivel de accesibilidad que tiene la película para los nuevos espectadores. Es cierto que narra una historia con personajes nuevos y un contexto actualizado, pero está tan empapada del espíritu y el lenguaje de las entregas anteriores que cuesta imaginar a alguien totalmente ajeno al universo conectando con ella de manera profunda. Es decir, aunque no hayas visto las anteriores (una que otra referencia aparece en la actual), su universo, su mundo, su esencia, está en toda la película y es algo totalmente diferente al cine zombi de Hollywood. Hay que saber a lo que vas.

Al final del día, “28 Years Later” reúne a Boyle y Garland, dándole lo necesario a la franquicia para mejorarla y actualizarla lo más posible. Es, sin duda, uno de los mejores blockbusters de este año y que tanto he disfrutado.

Veredicto

Una película destacable que puede tener un gran futuro si no cae en la facilonería de otras largas sagas como Underworld o similares.

6 / 10

Indudablemente, El Chavo del 8 ha sido la serie de comedia más exitosa de toda América Latina, tanto por las audiencias que amasó en su momento, como por su impacto cultural. Y es que personajes como Quico, don Ramón, la Chilindrina, doña Florinda o la Bruja del 71 han pasado a ser parte del argot popular, arquetipos que podemos encontrar en cualquier vecindario. Su comedia física, rápida e ingeniosa lo convirtió en un favorito entre niños y adultos.

Y este fenómeno no hubiera sido posible sin la mente maestra tras el proyecto; un hombre de apenas 5.2 pies, flacucho y miope: Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito. Calificado en su apogeo como un genio de la escritura, tuvo que romper brazos para cultivar sus proyectos, con mucha paciencia, y con aun más pasión. La serie Chespirito: Sin Querer Queriendo, nos cuenta su historia.

Con producción de Roberto Gómez Fernández, su hijo, nos adentramos en una trama que ocurre a dos tiempos. El primero, la historia lineal de Roberto desde su infancia con problemas económicos hasta convertirse en Chespirito. El segundo, el fatídico viaje donde se grabó el especial de “Vacaciones en Acapulco” del Chavo del 8, lo que se convirtió en el punto de quiebre de un elenco que venía desgastado por conflictos internos, celos, choques de egos e infidelidades.

Al momento de redacción de esta reseña, la serie va por su cuarto capítulo, exactamente la mitad, pues contará con ocho entregas. Ya ha ganado bastante popularidad en las redes sociales y ha dado qué hablar por exponer y poner en el tapete nuevamente la vida personal y los escándalos detrás de cámaras; específicamente la infidelidad de Chespirito hacia su esposa Graciela Fernández con Florinda Meza, que en la serie se llama Margarita “Maggie” Ruiz por desacuerdos con la persona real. En este punto, ya se ha sentado un tono y desarrollo con el que podemos tener un criterio sobre la misma, y es con lo que procederemos a continuación.

En términos de producción, tenemos un nivel muy alto tanto en el diseño de la misma, fotografía, y lo que personalmente considero el punto más fuerte de todo: el elenco. Y es que comenzando por su protagonista, el parecido tanto físico como las voces y gestos de los actores con sus homólogos representados es asombroso, y demuestra un cuidado e investigación encomiables de parte del equipo de casting. Asimismo, una edición con transiciones limpias y recursos visuales para transportarnos a través del México del siglo pasado, manteniendo a la audiencia enterada y alerta sobre la línea de tiempo abarcada en el momento.

No obstante, el mayor reto de Chespirito: Sin Querer Queriendo es vencer el estilo melodramático con el que pretende explicar las fuentes de inspiración de su protagonista; que aunque cinematográficamente necesarias hasta un punto, llegan al punto de cansar y parecer cursi. A esto le encontramos una explicación luego de ver que su productor y director, Roberto Bolaños Fernández, viene de una carrera en la que se ha dedicado a las telenovelas, y obviamente saltar de ese estilo a uno autobiográfico siempre quedará con algunos detalles.

Sin embargo, se nota la intención de contar una historia clara, fiel a una visión específica y, sobre todo, con sus héroes y villanos bien definidos. Si bien resulta obvio que este programa puede resultar una venganza en la que vemos pocos matices en personajes, es también cierto que, al final del día, es el propio Chespirito que cuenta su versión en las memorias que lo inspiran. Y, diez años después de su fallecimiento, quienes tienen la última palabra son sus hijos.

Faltará cómo terminarán de atar y desatar los conflictos en la segunda mitad de la serie; pero mientras, estamos ante una producción bien cuidada, propia de HBO Max, Max o como se llame en el momento, una intención clara y, sobre todo, una historia inspiradora sobre un personaje que, más de cuatro décadas después, sigue arrancándole carcajadas a nuevas generaciones.

Veredicto

Chespirito: Sin Querer Queriendo es una propuesta que resultará atractiva para todas las edades, ya sea por nostalgia, curiosidad, morbo o una combinación de todo ello. Con un nivel de producción bien cuidado y una historia que homenajea y, por momentos, parece ajustar cuentas, nos invita a disfrutar del genio de su protagonista.

7 / 10

Para nadie es secreto que Pixar atraviesa una crisis pospandemia de la que no se ha podido recuperar, y sigue dando tumbos buscando revivir su gloria (y ganancias) pasadas. Y es que desde el 2020, propuestas como Onward, Turning Red, Soul y Luca dejaron pérdidas millonarias, y solo Lightyear y Elemental lograron recuperar su inversión, con críticas más bien mixtas y siendo en general, filmes poco memorables; Inside Out 2 siendo el único éxito rotundo de la década. Elio, lamentablemente, continua con la tendencia de los últimos años.

Elio Solís es un niño que, se nos infiere, es autista. Sus padres, que trabajaban en una base espacial de California, fallecieron, y él quedó a cargo de su tía Olga, quien también forma parte de la base, y a quien la ganadora del Oscar por Emilia Pérez, Zoé Saldaña, le presta su voz. Sintiendo que no encaja en su nueva vida, Elio añora que los extraterrestres lo abduzcan para así encontrar un lugar donde sea amado, y no sea considerado raro. Así que todos los días va la playa y hace grandes letreros en la arena, para indicarle a todo el extraterrestre que vea desde arriba que se lo pueden llevar.

Un día, gracias a los shenanigans propios de Disney, Elio logra contactar con la vida extraterrestre, pero es rápidamente descartado y disciplinado. Tomando referencias que recuerdan por momentos a los clásicos ochenteros y las series que los emulan, Elio cumple su sueño de ser abducido y llega a una especie de senado intergaláctico, a la Lilo y Stitch y Star Wars, en el que se hace pasar por el líder absoluto del planeta Tierra y un experto en negociación. También hará amistades significativas, especialmente con un pequeño alienígena llamado Glordon.

Pese a presentar una historia simpática donde la amistad juega un papel primordial, Elio falla en crear elementos narrativos que logren captar la atención de su joven audiencia durante su extensión y crear una línea narrativa coherente, memorable y con un mensaje claro. Parece más bien una combinación de ideas y escenas que funcionaban bien individualmente, pero que no terminaron de cuajar al ser llevadas a la gran pantalla; se mezclan buenas escenas que crean tensión y hasta un poco de horror con los montajes reconfortantes de una inocente amistad como solo dos niños pueden hacerlo. Esto tiene sentido cuando vemos que tiene tres directores: Adrián Molina, quien inició el proyecto tras su éxito con Coco, y quien se inspiró en sus experiencias personales creciendo en una base militar. Molina fue reasignado, y el proyecto pasó a ser dirigido por Domee Shi ( directora de Turning Red) y Madeline Sharafian (guionista de We Bare Bears).

Elio busca apelar a los personajes hispanos para atraer público latino, el segmento que más hijos tiene en Estados Unidos continental actualmente. Específcamente es domínico-mexicano, y el primer personaje dominicano en una película de Pixar. Escucha a Vicente García. Y sin embargo, esta identidad no le aporta nada a la complejidad ni el desarrollo de sus personajes. No hay una comunidad tras de él más allá de su tía, algo inusual. Y así, intenta tocar muchos temas específicos sin profundizar en el resultado: aunque la condición de su protagonista (y sus consecuencias, como la soledad y el aislamiento) guía la historia, el duelo tras su pérdida y la lucha interna de sus personajes por renunciar a la tradición son temas que deberían tener mucho más impacto del que tienen.

Su debilidad narrativa parece querer compensarse con una dirección de arte vibrante y colorida. Para sus personajes humanos, Elio, al igual que Turning Red y Luca, utiliza el estilo de diseño que se conoce como Cal Arts, con formas simplificadas y rasgos exagerados, distintos a las formas más estilizadas y personalizadas que habían caracterizado la animación del estudio. Sin embargo, el diseño para los extraterrestres y otras criaturas, como la enciclopedia intergaláctica OOOOO, es creativo e imaginativo.

En términos estrictos, hay nada malo con Elio: es una historia adorable en la que pasas un buen rato; pero no es formidable. No tiene elementos que años después seguirán siendo discutidos, no hay escenas icónicas. Más bien parece una mezcla hetereogénea de ideas que promete perderse entre todo el contenido al que nos exponemos – y se exponen los niños – día tras día. Elio tiene una voz propia, solo no tiene nada interesante que decir.

Veredicto

En Elio encontramos una historia con color y corazón que no supo ser desarrollada, prometiendo más de lo entregado, apelando a una audiencia que ni compró la idea. Tiene a su favor que cumple la función de entretener mediante una historia para pasar el rato. En contra, tiene el hecho de ser francamente olvidable.

6 / 10

«Bueno, no soy una poeta. Soy una mujer. Y como mujer, no tengo forma de hacer dinero. E incluso, si tuviera mi propio dinero, el cual no tengo, le pertenecería a mi esposo en el momento en que nos casemos. Si tuviéramos hijos, ellos le pertenecerían a él, no a mí. Serían su propiedad. Así que no te sientas y me digas que el matrimonio no es una proposición económica porque lo es. Quizá no lo sea para ti, pero ciertamente lo es para mí»

– Mujercitas (2019)

Con este monólogo, el personaje de Amy March, interpretado por Florence Pugh (Thunderbolts), justifica su decisión de casarse con Laurie, el rico mejor amigo de su hermana Jo. La idea de la directora Greta Gerwig (Barbie) era darle a Amy, un personaje considerado inmaduro y superficial, más profundidad para explicar las razones de su accionar. Amy no es una romántica, ni alberga la domesticidad aprendida por sus hermanas. Ella ve en su matrimonio una oportunidad para poder tener tranquilidad financiera y dedicarse a su pasión: la pintura. Amy es una mujer práctica.

Utilizo Mujercitas porque me parece el perfecto ejemplo de cómo, sin importar la época, el matrimonio ha sido visto como algo transaccional. Los bienes por los cuales se ha negociado han cambiado, y la entrada de la mujer a la fuerza laboral remunerada (porque las mujeres siempre han trabajado a lo largo de la historia) ha traído nuevos desafíos y puntos de negociación a la mesa. Ahora, la gran mayoría de mujeres ya no necesita la protección social y económica que otorgaba el matrimonio, y están en posición de exigir condiciones iguales o mayores a los hombres. Un negocio. Un juego. Un mercado de oferta y demanda, donde ambas partes constantemente tienen que probar su valor. Y en Materialists, Lucy (Dakota Johnson) lo sabe muy bien.

Lucy ha cultivado una exitosa carrera como matchmaker en Nueva York, donde sus clientes y clientas buscan el amor como un vehículo o un apartamento: con estándares muy específicos de tamaño, altura, ingreso económico, educación y preferencias políticas; razón por la cual ella ironiza sobre cómo a veces siente que está trabajando en una morgue. Con su ayuda, sus clientes logran encontrar el amor, o, por lo menos, casarse. Es precisamente en la boda de uno de sus clientes que conoce a Harry, interpretado por Pedro Pascal (Gladiator 2) y se reencuentra con quien fuera su novio por largo tiempo, John, encarnado por Chris Evans (The Gray Man).

Harry es el sueño de Lucy. Tiene educación, buen gusto, mide 6 pies, es convencionalmente atractivo y, sobre todo, tiene mucho dinero. A pesar de que inicialmente Lucy se interesa por él para incluirle en su cartera de clientes, rápidamente se da cuenta de que, contra todo pronóstico, Harry quiere estar con ella. Porque ella ha entendido el juego del dating. John, por otro lado, es un aspirante a actor que trabaja como camarero, aún vive con roommates, y con quien terminó su larga relación por constantes discusiones sobre dinero.

Este triángulo amoroso ubicado en la Gran Manzana recuerda a la ópera prima de la directora, Past Lives. Y es que Celine Song no hace películas de amor; hace películas sobre el amor. Y en Materialists, parece tener la intención de explorar cómo el deseo por la estabilidad económica, los estándares literalmente milimétricos y el sentimiento de tener derecho a estos, limitan el poder encontrarlo. Hasta ahí, parece un acercamiento que se ha intentado hacer ya, sobre todo con el tema de las aplicaciones de citas. Suena a una comedia romántica propia de la década. Pero luego, la directora nos revela lo que realmente busca comunicar. Una verdad simple, hasta básica.

Es sencillo. El amor ocurre. Aun cuando las casillas de lo que esperamos y aspiramos se llenan, esto no garantiza una relación feliz, funcional o romántica. Incluso cuando esto sucede, pueden ocurrir tragedias. O, en un caso menos dramático, simplemente nada. Materialists no viene a decir nada revolucionario, nada que autores de todas las culturas durante miles de años nos han dicho en respuesta a la transaccionalidad esperada de las relaciones. El amor trasciende todo lo demás. No puedes fingirlo. Y aun cuando parezca la idea más básica del mundo, contada una y otra vez desde que se estableció la palabra escrita, sigue funcionando, porque es una realidad probada bajo el crisol del día a día. No es necesario reinventarlo.

Como obra cinematográfica quiero destacar el logro que representa contar una historia de casi dos horas sobre el amor y las citas en Nueva York, en pleno 2025, sin hacer ni una escena sexual ni desnudos; contando con el mismo impacto y relevancia. Simplemente refrescante. Se tocan además temas fuertes que son tratados con mucha sensibilidad, respeto y humanidad. Las actuaciones son regulares, no es precisamente que el trío protagonista sea conocido por su rango actoral.

Su fotografía, aunque más comercial, nos recuerda con guiños un estilo más indie por momentos, retratando los espacios de la ciudad como el lienzo para sus personajes. La dirección de arte y vestuario realiza un gran trabajo otorgándole personalidad a sus protagonistas con los espacios que habitan y la ropa que visten, especialmente en las elecciones de vestuario. Con Lucy, vemos a alguien cuya vestimenta y apartamento gritan aspiracionalidad; con Harry, alguien que está acostumbrado a vestir bien, al lujo sin esfuerzo y gastar sin mirar etiquetas de precio; con John, frugalidad y supervivencia.

Tiene defectos, sobre todo cierta torpeza a la hora de nivelar las subtramas que abarca, como la historia de Sophie, una clienta con la que Lucy trabaja a lo largo de la película y que funciona como hilo conductor de su arco como matchmaker; sin embargo, la entrega del mensaje central permanece intacta, y este es precisamente su mayor fuerte.

Materialists es un comentario fresco, inteligente y a veces un poco ingenuo sobre el mundo del dating actual, con una dirección con mucha personalidad y dispuesta a explorar los temas que abarca; la misma, pese a los fallos de su guion y a las deficiencias de su elenco, logra su cometido. Estamos ante una historia entretenida con un acercamiento interesante que no dejará a nadie indiferente, preparada para entregarnos, en una envoltura moderna, la verdad milenaria del amor.

Veredicto

Materialists, aunque carece de la devastadora profundidad de la obra anterior de su autora, nos entrega una historia efectiva por su sencillez que retrata verdades optimistas. Pese a sus defectos de ejecución y actuación, es una propuesta refrescante que no pasará desapercibida.

8 / 10

Volvemos al mundo de John Wick con un spin-off de Ballerina, personaje que ni siquiera sale en la saga, sino que su organización se menciona en —no recuerdo cuál de todas—.

En este caso, la historia sigue a Eve Macarro, una asesina entrenada por la Ruska Roma desde su infancia, la misma organización criminal encargada del adiestramiento de John Wick. En esta violenta historia de venganza, Eve intentará por todos los medios averiguar quién está detrás del asesinato de su padre. En su lucha por conocer la verdad, tendrá que atenerse a las normas de la Alta Mesa y, por supuesto, a las del Hotel Continental, donde descubrirá que existen secretos ocultos sobre su pasado.

Ana de Armas, quien lleva el peso de la película y es, en este caso, la “Wick” femenina de la función, quizás no consigue llenar la pantalla como lo hace Keanu en sus cuatro entregas principales. Aun así, hay que decir a su favor que defiende muy bien el papel de Eve y se convierte perfectamente en una más de este universo. Por momentos, incluso, tiene una magia que engancha, y tal vez su problema no está en la actriz ni en la dirección —que se encarga bastante de darle toda la fuerza necesaria—, sino en un guion que parece no aprovechar lo que tiene entre manos.

Len Wiseman emula muy bien el universo de Chad Stahelski y David Leitch, y no solo por la aparición de personajes de la franquicia como The Director (Anjelica Huston), Charon (Lance Reddick), Winston (Ian McShane) y el propio John Wick (Keanu Reeves), sino también por su ambientación idéntica, la inclusión de El Continental, la Ruska Roma y el uso de la colorimetría en algunas de las escenas, algo con lo que se juega mucho en la franquicia y que aquí también se hace, aunque en menor medida. Puede parecer un error situarla entre la tercera y cuarta entregas principales, pero sabiendo el final de la cuarta, es lo más lógico. Aunque ya están hablando de seguir la saga de Wick… pero esos son otros quinientos.

“Ballerina” tiene también como punto a favor las escenas de acción, de nuevo emulando el estilo de Wick, pero adaptándolo al personaje de Eve, quizás más vulnerable que este. Muchas escenas con armas blancas, muchas escenas con armas de fuego, y unas en concreto con fuego que me han encantado. Es cierto que el grueso de la trama está más al inicio, para ponerte en contexto de quién es Eve y qué es lo que vamos a ver, y luego lo demás se centra en la acción, en algunos casos explícita. Pero tiene un desarrollo extraño, con altos y bajos constantes, donde se notan ciertos cortes en edición que estropean ligeramente el producto final. Aunque nada que vaya y arruine la experiencia cinematográfica.

Dicho todo esto, estamos ante un spin-off que, si bien no aporta nada nuevo a la franquicia ni al lore —tan solo contarnos la historia de Eve—, es entretenido y tiene una acción bien resuelta. Y es extraño que con Furiosa: Una saga de Mad Max sí se aporte algo más al lore, pero no resulte tan sólida, mientras que “Ballerina”, a pesar de no hacerlo, se consagra como una mejor película.

Es posible que pueda ser una saga aparte de la original, pero no le veo mucho más recorrido. Técnicamente, es impecable y el apartado sonoro es maravilloso.

Veredicto

Si esperas algo tan grande como cualquiera de las cuatro películas originales, te decepcionará. Siéntate, y descubre la historia de Eve (con algún giro por ahí), sin pretensiones.

6 / 10

How to Train Your Dragon es, sin muchas vueltas, una copia de la animada. Pero espera, que sé que es producida por la misma casa (DreamWorks) y sé que la original tiene 15 años que salió, pero aun así no es justificable.

La era dorada de la animación fue a finales de los 80, gracias a Disney con la fabulosa “La Sirenita”, la cual no solo creó un estilo de animación, sino que abrió las puertas a muchas cosas (nominaciones en premios, actores famosos prestando sus voces, merchandising, canciones de las películas compitiendo con artistas pop de la época, etc.). Fue algo que nadie vio venir y que se exprimió tanto hasta inicios de los 2000, cuando los estudios fueron poco a poco cambiando a un estilo más digital que no terminó de convencer a muchos. Años más tarde llegó el 3D a la animación, con la esperanza de un nuevo boom, pero no fue así. Claro que tuvo sus momentos, como “Frozen” o la misma “How to Train Your Dragon”, pero seamos honestos: no era como en los 90, cuando cada película animada era esperada y se convertía en el blockbuster del año, salvo algún que otro filme (como “Anastasia”).

Disney ha vuelto a cambiar el juego, y esta vez para peor: los live actions. Los filmes animados del pasado ahora pasan por el filtro del realismo. La magia animada ha quedado en segundo plano y, en la casa de las ideas, lo han dejado para sus plataformas o para que Pixar se encargue de ello. Otros estudios también quieren probar suerte por esos caminos. Aquí entra DreamWorks, llamando nuevamente al director de las animadas, Dean DeBlois, para que realice una copia de su película original, pero esta vez con actores de carne y hueso y efectos especiales para lo demás.

Si hablamos de fidelidad, este es sin duda el live action más fiel de todos los que he visto en estos últimos años, al menos en términos de trama, banda sonora y escenas calcadas. Tanto, que no sé si llamarlo fidelidad o simplemente copiar lo que ya está hecho y volverlo a hacer con actores reales para seguir sacándole beneficio a la marca. Es como estar viendo lo mismo pero en carne y hueso, y eso rompe cualquier sorpresa o giro. Además, no se esfuerza en añadir algo nuevo o diferente que aporte más, salvo alguna escena alargada. Es simplemente un copia y pega. Muy bien hecho, sí, pero un copia y pega al fin y al cabo.

Es inaudito cómo el filme no aporta absolutamente nada. Ni siquiera corrige los errores que tuvo la anterior, que —para ser honestos— vi hace poco (nunca la había visto), lo que me hizo darme cuenta de cómo el live action pierde fuerzas. Claro, tal vez dirán que para eso se crean estos “remakes” (me cuesta llamarlos así), para que alguien que no haya visto la original pueda verla, y también ver la nueva. Pero eso solo funciona cuando el remake aporta algo que la otra no tiene o cuando la original tiene una magia excepcional. En este caso, la original es buena, pero no mágica, y el remake es… una copia.

Donde más cambios he notado es en el casting. Por un lado, Gerard Butler retoma su papel como Estoico el Inmenso, el padre de Hipo. Él le puso voz en la versión animada y aquí está de 10: conoce perfectamente al personaje y es idéntico a como era en la versión de 2010. Bocón, interpretado por Nick Frost, mantiene parte de su esencia y, junto a Butler, son lo mejorcito. En cuanto a Hipo, interpretado por Mason Thames, me ha parecido un acierto. Encaja bien, se parece ligeramente al original, y es un Hipo creíble. El problema viene con sus compañeros, pues para mí casi todos han perdido el carisma que tenían en animación. Los peores son, sin duda, los gemelos Chusco y Brusca: una decepción. ¿Qué les han hecho? Harry Trevaldwyn y Bronwyn James interpretan a estos personajes que no podrían ser más diferentes a la versión animada. Toda la vis cómica que tenían en la original se ha perdido, y nos quedan dos gemelos que no se parecen entre ellos en nada y que no tienen ningún tipo de feeling, ni entre ellos ni con el espectador. Incluso en la película hay un chiste sobre si son gemelos de verdad o no, porque no se parecen absolutamente en nada.

Después de esto, hablar de la música, por ejemplo, parece un chiste de mal gusto. Inaudito que estuviera viendo la animada y sintiera que escuchaba la misma música que en la nueva, solo que con ligeros cambios. No puede ser algo así.

“How to Train Your Dragon” es una película entretenida que solo copia a la anterior animada. No más, no menos. Es irse a lo seguro porque no quieren que les suceda lo mismo que con Snow White, en donde hay tantos cambios y tantas revisiones de la época actual con la moderna que simplemente se convierte en un fracaso económico.

Veredicto

¿Entretiene? Si, claro que si, pero es una oportunidad perdida por el estudio.

6 / 10

Recuerdo vívidamente cuando vi Lilo y Stitch en el cine con mi madre y mi hermano. Un mega éxito que se tradujo en millones de ventas en VHS y la nueva tecnología del momento, los DVDs, ser una de las favoritas en El Maravilloso Mundo de Disney, y hasta tener no uno sino tres programas de televisión. La idea de mezclar una historia de ciencia ficción de extraterrestres con el paisaje paradisíaco de Hawaii y soundtrack de Elvis Presley era tan creativa e inesperada que, o funcionaba muy bien, o era un desastre. Y, con suerte para Disney, fue lo primero.

Así que era obvio que tarde o temprano llegaría la hora en la que la compañía de Mickey querría contar esa historia de nuevo, siguiendo su tendencia de adaptar sus éxitos dorados a live actions como Mufasa y Blancanieves. Estos, como todos los demás, han estado acompañados desde el día uno con controversias sobre el cast, las decisiones artísticas y los cambios en la historia.

Escapando de una condena segura, el experimento 626, un adorable monstruo híper inteligente, fuerte y programado para la destrucción huye al planeta tierra. Llega a Hawaii, donde, para escapar de sus perseguidores, su creador Jumba (Zach Galifianakis) y el agente Pleakley (Billy Magnussen de Roadhouse y No Time To Die), se convierte en la mascota de Lilo, una peculiar niña que vive con su hermana mayor Nani, la cual batalla para mantener su custodia legal. Lilo nombra Stitch a su nueva mascota, y juntos sembrarán caos en la isla, a veces de manera intencional, otras veces no tanto.

 Como adaptación, veremos una historia fiel con ligeros cambios hasta la mitad, luego del cual toma decisiones artísticas más divorciadas del material original. Es entretenida porque se basa en proyecto sólido que demostró funcionar, divertir y emocionar una vez. Debo decir que el casting hizo un trabajo estupendo al encontrar a Sydney Agudong como Nani e introducir a Mia Kealoha como la pequeña Lilo, la perfecta niña hawaiana peculiar y llena de energía.

El diseño de personajes se mantuvo igual en casi todos los casos, con la excepción de que tanto Jumba y Peakley, ambos extraterrestres bastante llamativos, se transformaron en humanos para pasar desapercibidos en Hawaii. Una explicación que quizás era bastante innecesaria en la caricatura original, ya que parte del chiste era que nadie cuestionaba su obvia apariencia alienígena. Precisamente este punto se presta para explicar por qué esta versión es menos funcional: al presentar este tipo de fisiologías en vida real, la vista es más amenazante y, por ende, menos llamativa para su público infantil (un saludo a la Gran Concejala). Quizás esa es la razón por la que el capitán Gantu, el mastodóntico villano original que captura a Lilo y Stitch, no aparece en esta entrega. Y ese, precisamente, es el mayor error.

El convertir a Jumba, el creador de Stitch, en el villano es una decisión perezosa en cuanto a escritura y economía de la duración, especialmente considerando que esta versión sigue siendo más larga que la del 2002. Quitándole todos sus matices como personaje, lo vuelve un ser plano y carente de complejidad más allá de sus intenciones de destruir. Un “científico loco”, que es precisamente lo que Jumba no es. O no del todo, como bien le dice Nani a Lilo sobre su comportamiento.

Como recordaremos, el desarrollo central de la historia gira en torno al concepto de Ohana, que significa familia. Y la familia nunca te abandona, ni te olvida. En estos días ha habido mucha controversia sobre la que fue la mayor variación de esta versión. La película concluye con Nani, que era una joven promesa de la biología marina, yéndose a Estados Unidos continental para estudiar, y visitando a Lilo, que ahora está en un hogar de crianza, a través de un portal.

Cuando lo leí me pareció una tragedia, y mató mis ganas de verla. Sin embargo, debo admitir que es una de las partes que mejor trabajadas y establecidas están desde el principio, por el simple hecho de que Lilo no pasa a una casa de acogida con desconocidos, sino que vive con su vecina Tūtū, quien era ya parte de su vida y fungía como una especie de abuela para ella y Nani. Es decir, Tūtū y David, el interés romántico de Nani, ya eran parte de su Ohana. Nani lo seguía siendo, aunque en ese período de su vida estaría más lejos de Lilo. No fue una decisión popular, y sigue siendo estúpido enviar a un residente de Hawaii, que tiene una de las mejores universidades de Biología Marina del mundo, a Estados Unidos continental. Pero Ohana puede verse diferente en algunas temporadas, y el mensaje sobre la importancia de mantenerse juntos, aunque sea de otra forma, permanece. Y esa es la realidad para muchas familias que es válido comunicar a su joven audiencia. Lo que quiero decir es que puedo entender de donde viene la decisión, puedo entender que Nani no tenîa las herramientas en ese momento de su vida que Tūtū sí tenía, y que no por eso deja de ser su familia. Aunque al final, la historia se quede corta de matices.

Algo que noto también es la necesidad constante de Disney explicar a la audiencia lo que sucede en cada escena dejando atrás todo subtexto. Por ejemplo, Cobra Bubbles dice que está para defender a las personas de Estados Unidos, a lo que Tūtū responde “¿y qué cree que somos nosotros?” En una nada sutil crítica al trato que reciben los locales de parte de los ciudadanos americanos. En contraste, la versión original utilizaba ejemplos más agudos, como el hobby de Lilo fotografiar a los turistas más estrafalarios.

Sin embargo, creo que considerando todo lo anterior, podemos concluir que Lilo y Stitch se mantiene como una de las mejores adaptaciones live action, lo cual no es muy difícil porque la barra es muy baja. Pero logra entretener, encantar y conmover. Stitch permanece como uno de los personajes más queridos de Disney, y eso, quizás, salva este remake.

Veredicto

Lilo y Stitch es una película disfrutable para pasar un buen rato, que no llega a estar a la altura de su versión original y que seguirá haciendo millones de dólares, porque todo lo que lleve el sello de Disney tiene una audiencia fiel que llegará por falta de más opciones.

6 / 10

Sinners” es sin duda otra de las sorpresas del 2025 junto a “Mickey 17” y “Thunderbolts”.

Resulta interesante cómo los estudios no apostaban un peso por estas películas y resultaron ser buenas en críticas y taquilla, mientras que otras como “The Electric State” resultan ser un verdadero disparate a pesar de toda la publicidad que se invirtió en ella.

Dicho esto, y sin ánimos de seguir martillando en el piso, el último filme de Ryan Coogler es lo suficientemente interesante como para abrir un universo completo. La historia narra cómo dos hermanos gemelos (interpretados por Michael B. Jordan) vuelven a su pueblo después de un tiempo para darse cuenta de que hay vampiros por la zona. No es algo que el tráiler no te diga y la película no se caracteriza por tener giros de guion que dañen la experiencia. De hecho, el mismo tráiler revela algo que, en mi opinión, podían haberse ahorrado para la película, ya que causaría un gran efecto en la misma.
El guion es profundo, es valiente, es arriesgado, y eso se celebra y aplaude con creces. Mezcla el western con el noir, pero también el drama con el musical. Lo mismo sus capas son totalmente interesantes porque habla del racismo, del folclore de América del Sur, la religión y otros temas que, en manos de un director que no está consciente de lo que hace, hubiese salido un despropósito. Coogler le entrega una carta de amor a los viejos maestros, desde la iconografía heredada o deudora de Carpenter o Romero, hasta la más evidente de todas: el «Abierto hasta el amanecer» de Rodríguez. Se notan sus influencias, las abraza y encima dice lo que quiere para hacerla propia. Es buenísimo.

En cuanto a las actuaciones, pues, de entrada, ya se sabe que Coogler y Michael B. Jordan trabajan juntos siempre (desde la primera película del director) y que aquí no sería la excepción. El actor cumple y logra un buen papel, teniendo en cuenta que interpreta a dos personas distintas. Sin embargo, la película tiene dos actuaciones estrella: Miles Caton y Jack O’Connell. El segundo, principalmente, logra uno de los mejores villanos sin duda del año, sin temor a equivocarme. En cuanto a Caton, pues logra un excelente personaje, y la sorpresa está en que esta es su primera película.

Después de ver esta película de vampiros, y viendo cómo funciona Marvel —que si un director logra una buena película le dan otra—, es difícil de entender cuando dicen que no dan pie con bola creando a Blade, porque “Sinners” es sin duda alguna una de las mejores películas de vampiros de los últimos años y, si me preguntan a mí, le diera Blade a Coogler de una buena vez.

Sinners

Ahora bien, en la parte técnica la película cumple con creces, pero me voy a centrar en lo más importante que tiene el filme: la música. No hablo exclusivamente de la partitura de Ludwig Göransson (como siempre, estupenda), sino de las canciones que refuerzan y dan energía y potencia a sus imágenes. Si en «Abierto hasta el amanecer» teníamos como nexo entre las dos mitades a Salma Hayek portando una serpiente, o en «Blade» se nos bautiza en el mundo vampírico con un aspersor de sangre a ritmo de techno, en “Sinners” no es tanto una parte, sino el todo completo: es a través de su música que la narrativa avanza, que los cuerpos, pegajosos y sensuales, se mueven al compás del blues y la música popular. Sería indivisible, como esa guitarra que porta Sammy, de cuyas cuerdas se genera el sonido. Maravilloso.

La fotografía a manos de Autumn Durald es magnífica. Rojo fuego sobre el negro Misisipi, con esto digo todo.

Aunque “Sinners” puede sentirse desequilibrada en momentos, su impacto emocional y su relevancia cultural la convierten en una obra que va a generar ríos de tinta y encendidas discusiones. En resumen, a pesar de sus defectos —que son más bien pocos, o al menos no son fáciles de percibir, que tal vez en un segundo o tercer visionado sí se perciban—, y hasta ahora es de lo mejor que tenemos en este 2025.

Veredicto

Deja de leer esta y más críticas y ve a verla que aun estas a tiempo, porque la experiencia en cines no sera lo mismo que en casa.

8 / 10