Indudablemente, El Chavo del 8 ha sido la serie de comedia más exitosa de toda América Latina, tanto por las audiencias que amasó en su momento, como por su impacto cultural. Y es que personajes como Quico, don Ramón, la Chilindrina, doña Florinda o la Bruja del 71 han pasado a ser parte del argot popular, arquetipos que podemos encontrar en cualquier vecindario. Su comedia física, rápida e ingeniosa lo convirtió en un favorito entre niños y adultos.

Y este fenómeno no hubiera sido posible sin la mente maestra tras el proyecto; un hombre de apenas 5.2 pies, flacucho y miope: Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito. Calificado en su apogeo como un genio de la escritura, tuvo que romper brazos para cultivar sus proyectos, con mucha paciencia, y con aun más pasión. La serie Chespirito: Sin Querer Queriendo, nos cuenta su historia.

Con producción de Roberto Gómez Fernández, su hijo, nos adentramos en una trama que ocurre a dos tiempos. El primero, la historia lineal de Roberto desde su infancia con problemas económicos hasta convertirse en Chespirito. El segundo, el fatídico viaje donde se grabó el especial de “Vacaciones en Acapulco” del Chavo del 8, lo que se convirtió en el punto de quiebre de un elenco que venía desgastado por conflictos internos, celos, choques de egos e infidelidades.

Al momento de redacción de esta reseña, la serie va por su cuarto capítulo, exactamente la mitad, pues contará con ocho entregas. Ya ha ganado bastante popularidad en las redes sociales y ha dado qué hablar por exponer y poner en el tapete nuevamente la vida personal y los escándalos detrás de cámaras; específicamente la infidelidad de Chespirito hacia su esposa Graciela Fernández con Florinda Meza, que en la serie se llama Margarita “Maggie” Ruiz por desacuerdos con la persona real. En este punto, ya se ha sentado un tono y desarrollo con el que podemos tener un criterio sobre la misma, y es con lo que procederemos a continuación.

En términos de producción, tenemos un nivel muy alto tanto en el diseño de la misma, fotografía, y lo que personalmente considero el punto más fuerte de todo: el elenco. Y es que comenzando por su protagonista, el parecido tanto físico como las voces y gestos de los actores con sus homólogos representados es asombroso, y demuestra un cuidado e investigación encomiables de parte del equipo de casting. Asimismo, una edición con transiciones limpias y recursos visuales para transportarnos a través del México del siglo pasado, manteniendo a la audiencia enterada y alerta sobre la línea de tiempo abarcada en el momento.

No obstante, el mayor reto de Chespirito: Sin Querer Queriendo es vencer el estilo melodramático con el que pretende explicar las fuentes de inspiración de su protagonista; que aunque cinematográficamente necesarias hasta un punto, llegan al punto de cansar y parecer cursi. A esto le encontramos una explicación luego de ver que su productor y director, Roberto Bolaños Fernández, viene de una carrera en la que se ha dedicado a las telenovelas, y obviamente saltar de ese estilo a uno autobiográfico siempre quedará con algunos detalles.

Sin embargo, se nota la intención de contar una historia clara, fiel a una visión específica y, sobre todo, con sus héroes y villanos bien definidos. Si bien resulta obvio que este programa puede resultar una venganza en la que vemos pocos matices en personajes, es también cierto que, al final del día, es el propio Chespirito que cuenta su versión en las memorias que lo inspiran. Y, diez años después de su fallecimiento, quienes tienen la última palabra son sus hijos.

Faltará cómo terminarán de atar y desatar los conflictos en la segunda mitad de la serie; pero mientras, estamos ante una producción bien cuidada, propia de HBO Max, Max o como se llame en el momento, una intención clara y, sobre todo, una historia inspiradora sobre un personaje que, más de cuatro décadas después, sigue arrancándole carcajadas a nuevas generaciones.

Veredicto

Chespirito: Sin Querer Queriendo es una propuesta que resultará atractiva para todas las edades, ya sea por nostalgia, curiosidad, morbo o una combinación de todo ello. Con un nivel de producción bien cuidado y una historia que homenajea y, por momentos, parece ajustar cuentas, nos invita a disfrutar del genio de su protagonista.

7 / 10

Para nadie es secreto que Pixar atraviesa una crisis pospandemia de la que no se ha podido recuperar, y sigue dando tumbos buscando revivir su gloria (y ganancias) pasadas. Y es que desde el 2020, propuestas como Onward, Turning Red, Soul y Luca dejaron pérdidas millonarias, y solo Lightyear y Elemental lograron recuperar su inversión, con críticas más bien mixtas y siendo en general, filmes poco memorables; Inside Out 2 siendo el único éxito rotundo de la década. Elio, lamentablemente, continua con la tendencia de los últimos años.

Elio Solís es un niño que, se nos infiere, es autista. Sus padres, que trabajaban en una base espacial de California, fallecieron, y él quedó a cargo de su tía Olga, quien también forma parte de la base, y a quien la ganadora del Oscar por Emilia Pérez, Zoé Saldaña, le presta su voz. Sintiendo que no encaja en su nueva vida, Elio añora que los extraterrestres lo abduzcan para así encontrar un lugar donde sea amado, y no sea considerado raro. Así que todos los días va la playa y hace grandes letreros en la arena, para indicarle a todo el extraterrestre que vea desde arriba que se lo pueden llevar.

Un día, gracias a los shenanigans propios de Disney, Elio logra contactar con la vida extraterrestre, pero es rápidamente descartado y disciplinado. Tomando referencias que recuerdan por momentos a los clásicos ochenteros y las series que los emulan, Elio cumple su sueño de ser abducido y llega a una especie de senado intergaláctico, a la Lilo y Stitch y Star Wars, en el que se hace pasar por el líder absoluto del planeta Tierra y un experto en negociación. También hará amistades significativas, especialmente con un pequeño alienígena llamado Glordon.

Pese a presentar una historia simpática donde la amistad juega un papel primordial, Elio falla en crear elementos narrativos que logren captar la atención de su joven audiencia durante su extensión y crear una línea narrativa coherente, memorable y con un mensaje claro. Parece más bien una combinación de ideas y escenas que funcionaban bien individualmente, pero que no terminaron de cuajar al ser llevadas a la gran pantalla; se mezclan buenas escenas que crean tensión y hasta un poco de horror con los montajes reconfortantes de una inocente amistad como solo dos niños pueden hacerlo. Esto tiene sentido cuando vemos que tiene tres directores: Adrián Molina, quien inició el proyecto tras su éxito con Coco, y quien se inspiró en sus experiencias personales creciendo en una base militar. Molina fue reasignado, y el proyecto pasó a ser dirigido por Domee Shi ( directora de Turning Red) y Madeline Sharafian (guionista de We Bare Bears).

Elio busca apelar a los personajes hispanos para atraer público latino, el segmento que más hijos tiene en Estados Unidos continental actualmente. Específcamente es domínico-mexicano, y el primer personaje dominicano en una película de Pixar. Escucha a Vicente García. Y sin embargo, esta identidad no le aporta nada a la complejidad ni el desarrollo de sus personajes. No hay una comunidad tras de él más allá de su tía, algo inusual. Y así, intenta tocar muchos temas específicos sin profundizar en el resultado: aunque la condición de su protagonista (y sus consecuencias, como la soledad y el aislamiento) guía la historia, el duelo tras su pérdida y la lucha interna de sus personajes por renunciar a la tradición son temas que deberían tener mucho más impacto del que tienen.

Su debilidad narrativa parece querer compensarse con una dirección de arte vibrante y colorida. Para sus personajes humanos, Elio, al igual que Turning Red y Luca, utiliza el estilo de diseño que se conoce como Cal Arts, con formas simplificadas y rasgos exagerados, distintos a las formas más estilizadas y personalizadas que habían caracterizado la animación del estudio. Sin embargo, el diseño para los extraterrestres y otras criaturas, como la enciclopedia intergaláctica OOOOO, es creativo e imaginativo.

En términos estrictos, hay nada malo con Elio: es una historia adorable en la que pasas un buen rato; pero no es formidable. No tiene elementos que años después seguirán siendo discutidos, no hay escenas icónicas. Más bien parece una mezcla hetereogénea de ideas que promete perderse entre todo el contenido al que nos exponemos – y se exponen los niños – día tras día. Elio tiene una voz propia, solo no tiene nada interesante que decir.

Veredicto

En Elio encontramos una historia con color y corazón que no supo ser desarrollada, prometiendo más de lo entregado, apelando a una audiencia que ni compró la idea. Tiene a su favor que cumple la función de entretener mediante una historia para pasar el rato. En contra, tiene el hecho de ser francamente olvidable.

6 / 10

«Bueno, no soy una poeta. Soy una mujer. Y como mujer, no tengo forma de hacer dinero. E incluso, si tuviera mi propio dinero, el cual no tengo, le pertenecería a mi esposo en el momento en que nos casemos. Si tuviéramos hijos, ellos le pertenecerían a él, no a mí. Serían su propiedad. Así que no te sientas y me digas que el matrimonio no es una proposición económica porque lo es. Quizá no lo sea para ti, pero ciertamente lo es para mí»

– Mujercitas (2019)

Con este monólogo, el personaje de Amy March, interpretado por Florence Pugh (Thunderbolts), justifica su decisión de casarse con Laurie, el rico mejor amigo de su hermana Jo. La idea de la directora Greta Gerwig (Barbie) era darle a Amy, un personaje considerado inmaduro y superficial, más profundidad para explicar las razones de su accionar. Amy no es una romántica, ni alberga la domesticidad aprendida por sus hermanas. Ella ve en su matrimonio una oportunidad para poder tener tranquilidad financiera y dedicarse a su pasión: la pintura. Amy es una mujer práctica.

Utilizo Mujercitas porque me parece el perfecto ejemplo de cómo, sin importar la época, el matrimonio ha sido visto como algo transaccional. Los bienes por los cuales se ha negociado han cambiado, y la entrada de la mujer a la fuerza laboral remunerada (porque las mujeres siempre han trabajado a lo largo de la historia) ha traído nuevos desafíos y puntos de negociación a la mesa. Ahora, la gran mayoría de mujeres ya no necesita la protección social y económica que otorgaba el matrimonio, y están en posición de exigir condiciones iguales o mayores a los hombres. Un negocio. Un juego. Un mercado de oferta y demanda, donde ambas partes constantemente tienen que probar su valor. Y en Materialists, Lucy (Dakota Johnson) lo sabe muy bien.

Lucy ha cultivado una exitosa carrera como matchmaker en Nueva York, donde sus clientes y clientas buscan el amor como un vehículo o un apartamento: con estándares muy específicos de tamaño, altura, ingreso económico, educación y preferencias políticas; razón por la cual ella ironiza sobre cómo a veces siente que está trabajando en una morgue. Con su ayuda, sus clientes logran encontrar el amor, o, por lo menos, casarse. Es precisamente en la boda de uno de sus clientes que conoce a Harry, interpretado por Pedro Pascal (Gladiator 2) y se reencuentra con quien fuera su novio por largo tiempo, John, encarnado por Chris Evans (The Gray Man).

Harry es el sueño de Lucy. Tiene educación, buen gusto, mide 6 pies, es convencionalmente atractivo y, sobre todo, tiene mucho dinero. A pesar de que inicialmente Lucy se interesa por él para incluirle en su cartera de clientes, rápidamente se da cuenta de que, contra todo pronóstico, Harry quiere estar con ella. Porque ella ha entendido el juego del dating. John, por otro lado, es un aspirante a actor que trabaja como camarero, aún vive con roommates, y con quien terminó su larga relación por constantes discusiones sobre dinero.

Este triángulo amoroso ubicado en la Gran Manzana recuerda a la ópera prima de la directora, Past Lives. Y es que Celine Song no hace películas de amor; hace películas sobre el amor. Y en Materialists, parece tener la intención de explorar cómo el deseo por la estabilidad económica, los estándares literalmente milimétricos y el sentimiento de tener derecho a estos, limitan el poder encontrarlo. Hasta ahí, parece un acercamiento que se ha intentado hacer ya, sobre todo con el tema de las aplicaciones de citas. Suena a una comedia romántica propia de la década. Pero luego, la directora nos revela lo que realmente busca comunicar. Una verdad simple, hasta básica.

Es sencillo. El amor ocurre. Aun cuando las casillas de lo que esperamos y aspiramos se llenan, esto no garantiza una relación feliz, funcional o romántica. Incluso cuando esto sucede, pueden ocurrir tragedias. O, en un caso menos dramático, simplemente nada. Materialists no viene a decir nada revolucionario, nada que autores de todas las culturas durante miles de años nos han dicho en respuesta a la transaccionalidad esperada de las relaciones. El amor trasciende todo lo demás. No puedes fingirlo. Y aun cuando parezca la idea más básica del mundo, contada una y otra vez desde que se estableció la palabra escrita, sigue funcionando, porque es una realidad probada bajo el crisol del día a día. No es necesario reinventarlo.

Como obra cinematográfica quiero destacar el logro que representa contar una historia de casi dos horas sobre el amor y las citas en Nueva York, en pleno 2025, sin hacer ni una escena sexual ni desnudos; contando con el mismo impacto y relevancia. Simplemente refrescante. Se tocan además temas fuertes que son tratados con mucha sensibilidad, respeto y humanidad. Las actuaciones son regulares, no es precisamente que el trío protagonista sea conocido por su rango actoral.

Su fotografía, aunque más comercial, nos recuerda con guiños un estilo más indie por momentos, retratando los espacios de la ciudad como el lienzo para sus personajes. La dirección de arte y vestuario realiza un gran trabajo otorgándole personalidad a sus protagonistas con los espacios que habitan y la ropa que visten, especialmente en las elecciones de vestuario. Con Lucy, vemos a alguien cuya vestimenta y apartamento gritan aspiracionalidad; con Harry, alguien que está acostumbrado a vestir bien, al lujo sin esfuerzo y gastar sin mirar etiquetas de precio; con John, frugalidad y supervivencia.

Tiene defectos, sobre todo cierta torpeza a la hora de nivelar las subtramas que abarca, como la historia de Sophie, una clienta con la que Lucy trabaja a lo largo de la película y que funciona como hilo conductor de su arco como matchmaker; sin embargo, la entrega del mensaje central permanece intacta, y este es precisamente su mayor fuerte.

Materialists es un comentario fresco, inteligente y a veces un poco ingenuo sobre el mundo del dating actual, con una dirección con mucha personalidad y dispuesta a explorar los temas que abarca; la misma, pese a los fallos de su guion y a las deficiencias de su elenco, logra su cometido. Estamos ante una historia entretenida con un acercamiento interesante que no dejará a nadie indiferente, preparada para entregarnos, en una envoltura moderna, la verdad milenaria del amor.

Veredicto

Materialists, aunque carece de la devastadora profundidad de la obra anterior de su autora, nos entrega una historia efectiva por su sencillez que retrata verdades optimistas. Pese a sus defectos de ejecución y actuación, es una propuesta refrescante que no pasará desapercibida.

8 / 10

Volvemos al mundo de John Wick con un spin-off de Ballerina, personaje que ni siquiera sale en la saga, sino que su organización se menciona en —no recuerdo cuál de todas—.

En este caso, la historia sigue a Eve Macarro, una asesina entrenada por la Ruska Roma desde su infancia, la misma organización criminal encargada del adiestramiento de John Wick. En esta violenta historia de venganza, Eve intentará por todos los medios averiguar quién está detrás del asesinato de su padre. En su lucha por conocer la verdad, tendrá que atenerse a las normas de la Alta Mesa y, por supuesto, a las del Hotel Continental, donde descubrirá que existen secretos ocultos sobre su pasado.

Ana de Armas, quien lleva el peso de la película y es, en este caso, la “Wick” femenina de la función, quizás no consigue llenar la pantalla como lo hace Keanu en sus cuatro entregas principales. Aun así, hay que decir a su favor que defiende muy bien el papel de Eve y se convierte perfectamente en una más de este universo. Por momentos, incluso, tiene una magia que engancha, y tal vez su problema no está en la actriz ni en la dirección —que se encarga bastante de darle toda la fuerza necesaria—, sino en un guion que parece no aprovechar lo que tiene entre manos.

Len Wiseman emula muy bien el universo de Chad Stahelski y David Leitch, y no solo por la aparición de personajes de la franquicia como The Director (Anjelica Huston), Charon (Lance Reddick), Winston (Ian McShane) y el propio John Wick (Keanu Reeves), sino también por su ambientación idéntica, la inclusión de El Continental, la Ruska Roma y el uso de la colorimetría en algunas de las escenas, algo con lo que se juega mucho en la franquicia y que aquí también se hace, aunque en menor medida. Puede parecer un error situarla entre la tercera y cuarta entregas principales, pero sabiendo el final de la cuarta, es lo más lógico. Aunque ya están hablando de seguir la saga de Wick… pero esos son otros quinientos.

“Ballerina” tiene también como punto a favor las escenas de acción, de nuevo emulando el estilo de Wick, pero adaptándolo al personaje de Eve, quizás más vulnerable que este. Muchas escenas con armas blancas, muchas escenas con armas de fuego, y unas en concreto con fuego que me han encantado. Es cierto que el grueso de la trama está más al inicio, para ponerte en contexto de quién es Eve y qué es lo que vamos a ver, y luego lo demás se centra en la acción, en algunos casos explícita. Pero tiene un desarrollo extraño, con altos y bajos constantes, donde se notan ciertos cortes en edición que estropean ligeramente el producto final. Aunque nada que vaya y arruine la experiencia cinematográfica.

Dicho todo esto, estamos ante un spin-off que, si bien no aporta nada nuevo a la franquicia ni al lore —tan solo contarnos la historia de Eve—, es entretenido y tiene una acción bien resuelta. Y es extraño que con Furiosa: Una saga de Mad Max sí se aporte algo más al lore, pero no resulte tan sólida, mientras que “Ballerina”, a pesar de no hacerlo, se consagra como una mejor película.

Es posible que pueda ser una saga aparte de la original, pero no le veo mucho más recorrido. Técnicamente, es impecable y el apartado sonoro es maravilloso.

Veredicto

Si esperas algo tan grande como cualquiera de las cuatro películas originales, te decepcionará. Siéntate, y descubre la historia de Eve (con algún giro por ahí), sin pretensiones.

6 / 10

How to Train Your Dragon es, sin muchas vueltas, una copia de la animada. Pero espera, que sé que es producida por la misma casa (DreamWorks) y sé que la original tiene 15 años que salió, pero aun así no es justificable.

La era dorada de la animación fue a finales de los 80, gracias a Disney con la fabulosa “La Sirenita”, la cual no solo creó un estilo de animación, sino que abrió las puertas a muchas cosas (nominaciones en premios, actores famosos prestando sus voces, merchandising, canciones de las películas compitiendo con artistas pop de la época, etc.). Fue algo que nadie vio venir y que se exprimió tanto hasta inicios de los 2000, cuando los estudios fueron poco a poco cambiando a un estilo más digital que no terminó de convencer a muchos. Años más tarde llegó el 3D a la animación, con la esperanza de un nuevo boom, pero no fue así. Claro que tuvo sus momentos, como “Frozen” o la misma “How to Train Your Dragon”, pero seamos honestos: no era como en los 90, cuando cada película animada era esperada y se convertía en el blockbuster del año, salvo algún que otro filme (como “Anastasia”).

Disney ha vuelto a cambiar el juego, y esta vez para peor: los live actions. Los filmes animados del pasado ahora pasan por el filtro del realismo. La magia animada ha quedado en segundo plano y, en la casa de las ideas, lo han dejado para sus plataformas o para que Pixar se encargue de ello. Otros estudios también quieren probar suerte por esos caminos. Aquí entra DreamWorks, llamando nuevamente al director de las animadas, Dean DeBlois, para que realice una copia de su película original, pero esta vez con actores de carne y hueso y efectos especiales para lo demás.

Si hablamos de fidelidad, este es sin duda el live action más fiel de todos los que he visto en estos últimos años, al menos en términos de trama, banda sonora y escenas calcadas. Tanto, que no sé si llamarlo fidelidad o simplemente copiar lo que ya está hecho y volverlo a hacer con actores reales para seguir sacándole beneficio a la marca. Es como estar viendo lo mismo pero en carne y hueso, y eso rompe cualquier sorpresa o giro. Además, no se esfuerza en añadir algo nuevo o diferente que aporte más, salvo alguna escena alargada. Es simplemente un copia y pega. Muy bien hecho, sí, pero un copia y pega al fin y al cabo.

Es inaudito cómo el filme no aporta absolutamente nada. Ni siquiera corrige los errores que tuvo la anterior, que —para ser honestos— vi hace poco (nunca la había visto), lo que me hizo darme cuenta de cómo el live action pierde fuerzas. Claro, tal vez dirán que para eso se crean estos “remakes” (me cuesta llamarlos así), para que alguien que no haya visto la original pueda verla, y también ver la nueva. Pero eso solo funciona cuando el remake aporta algo que la otra no tiene o cuando la original tiene una magia excepcional. En este caso, la original es buena, pero no mágica, y el remake es… una copia.

Donde más cambios he notado es en el casting. Por un lado, Gerard Butler retoma su papel como Estoico el Inmenso, el padre de Hipo. Él le puso voz en la versión animada y aquí está de 10: conoce perfectamente al personaje y es idéntico a como era en la versión de 2010. Bocón, interpretado por Nick Frost, mantiene parte de su esencia y, junto a Butler, son lo mejorcito. En cuanto a Hipo, interpretado por Mason Thames, me ha parecido un acierto. Encaja bien, se parece ligeramente al original, y es un Hipo creíble. El problema viene con sus compañeros, pues para mí casi todos han perdido el carisma que tenían en animación. Los peores son, sin duda, los gemelos Chusco y Brusca: una decepción. ¿Qué les han hecho? Harry Trevaldwyn y Bronwyn James interpretan a estos personajes que no podrían ser más diferentes a la versión animada. Toda la vis cómica que tenían en la original se ha perdido, y nos quedan dos gemelos que no se parecen entre ellos en nada y que no tienen ningún tipo de feeling, ni entre ellos ni con el espectador. Incluso en la película hay un chiste sobre si son gemelos de verdad o no, porque no se parecen absolutamente en nada.

Después de esto, hablar de la música, por ejemplo, parece un chiste de mal gusto. Inaudito que estuviera viendo la animada y sintiera que escuchaba la misma música que en la nueva, solo que con ligeros cambios. No puede ser algo así.

“How to Train Your Dragon” es una película entretenida que solo copia a la anterior animada. No más, no menos. Es irse a lo seguro porque no quieren que les suceda lo mismo que con Snow White, en donde hay tantos cambios y tantas revisiones de la época actual con la moderna que simplemente se convierte en un fracaso económico.

Veredicto

¿Entretiene? Si, claro que si, pero es una oportunidad perdida por el estudio.

6 / 10

Recuerdo vívidamente cuando vi Lilo y Stitch en el cine con mi madre y mi hermano. Un mega éxito que se tradujo en millones de ventas en VHS y la nueva tecnología del momento, los DVDs, ser una de las favoritas en El Maravilloso Mundo de Disney, y hasta tener no uno sino tres programas de televisión. La idea de mezclar una historia de ciencia ficción de extraterrestres con el paisaje paradisíaco de Hawaii y soundtrack de Elvis Presley era tan creativa e inesperada que, o funcionaba muy bien, o era un desastre. Y, con suerte para Disney, fue lo primero.

Así que era obvio que tarde o temprano llegaría la hora en la que la compañía de Mickey querría contar esa historia de nuevo, siguiendo su tendencia de adaptar sus éxitos dorados a live actions como Mufasa y Blancanieves. Estos, como todos los demás, han estado acompañados desde el día uno con controversias sobre el cast, las decisiones artísticas y los cambios en la historia.

Escapando de una condena segura, el experimento 626, un adorable monstruo híper inteligente, fuerte y programado para la destrucción huye al planeta tierra. Llega a Hawaii, donde, para escapar de sus perseguidores, su creador Jumba (Zach Galifianakis) y el agente Pleakley (Billy Magnussen de Roadhouse y No Time To Die), se convierte en la mascota de Lilo, una peculiar niña que vive con su hermana mayor Nani, la cual batalla para mantener su custodia legal. Lilo nombra Stitch a su nueva mascota, y juntos sembrarán caos en la isla, a veces de manera intencional, otras veces no tanto.

 Como adaptación, veremos una historia fiel con ligeros cambios hasta la mitad, luego del cual toma decisiones artísticas más divorciadas del material original. Es entretenida porque se basa en proyecto sólido que demostró funcionar, divertir y emocionar una vez. Debo decir que el casting hizo un trabajo estupendo al encontrar a Sydney Agudong como Nani e introducir a Mia Kealoha como la pequeña Lilo, la perfecta niña hawaiana peculiar y llena de energía.

El diseño de personajes se mantuvo igual en casi todos los casos, con la excepción de que tanto Jumba y Peakley, ambos extraterrestres bastante llamativos, se transformaron en humanos para pasar desapercibidos en Hawaii. Una explicación que quizás era bastante innecesaria en la caricatura original, ya que parte del chiste era que nadie cuestionaba su obvia apariencia alienígena. Precisamente este punto se presta para explicar por qué esta versión es menos funcional: al presentar este tipo de fisiologías en vida real, la vista es más amenazante y, por ende, menos llamativa para su público infantil (un saludo a la Gran Concejala). Quizás esa es la razón por la que el capitán Gantu, el mastodóntico villano original que captura a Lilo y Stitch, no aparece en esta entrega. Y ese, precisamente, es el mayor error.

El convertir a Jumba, el creador de Stitch, en el villano es una decisión perezosa en cuanto a escritura y economía de la duración, especialmente considerando que esta versión sigue siendo más larga que la del 2002. Quitándole todos sus matices como personaje, lo vuelve un ser plano y carente de complejidad más allá de sus intenciones de destruir. Un “científico loco”, que es precisamente lo que Jumba no es. O no del todo, como bien le dice Nani a Lilo sobre su comportamiento.

Como recordaremos, el desarrollo central de la historia gira en torno al concepto de Ohana, que significa familia. Y la familia nunca te abandona, ni te olvida. En estos días ha habido mucha controversia sobre la que fue la mayor variación de esta versión. La película concluye con Nani, que era una joven promesa de la biología marina, yéndose a Estados Unidos continental para estudiar, y visitando a Lilo, que ahora está en un hogar de crianza, a través de un portal.

Cuando lo leí me pareció una tragedia, y mató mis ganas de verla. Sin embargo, debo admitir que es una de las partes que mejor trabajadas y establecidas están desde el principio, por el simple hecho de que Lilo no pasa a una casa de acogida con desconocidos, sino que vive con su vecina Tūtū, quien era ya parte de su vida y fungía como una especie de abuela para ella y Nani. Es decir, Tūtū y David, el interés romántico de Nani, ya eran parte de su Ohana. Nani lo seguía siendo, aunque en ese período de su vida estaría más lejos de Lilo. No fue una decisión popular, y sigue siendo estúpido enviar a un residente de Hawaii, que tiene una de las mejores universidades de Biología Marina del mundo, a Estados Unidos continental. Pero Ohana puede verse diferente en algunas temporadas, y el mensaje sobre la importancia de mantenerse juntos, aunque sea de otra forma, permanece. Y esa es la realidad para muchas familias que es válido comunicar a su joven audiencia. Lo que quiero decir es que puedo entender de donde viene la decisión, puedo entender que Nani no tenîa las herramientas en ese momento de su vida que Tūtū sí tenía, y que no por eso deja de ser su familia. Aunque al final, la historia se quede corta de matices.

Algo que noto también es la necesidad constante de Disney explicar a la audiencia lo que sucede en cada escena dejando atrás todo subtexto. Por ejemplo, Cobra Bubbles dice que está para defender a las personas de Estados Unidos, a lo que Tūtū responde “¿y qué cree que somos nosotros?” En una nada sutil crítica al trato que reciben los locales de parte de los ciudadanos americanos. En contraste, la versión original utilizaba ejemplos más agudos, como el hobby de Lilo fotografiar a los turistas más estrafalarios.

Sin embargo, creo que considerando todo lo anterior, podemos concluir que Lilo y Stitch se mantiene como una de las mejores adaptaciones live action, lo cual no es muy difícil porque la barra es muy baja. Pero logra entretener, encantar y conmover. Stitch permanece como uno de los personajes más queridos de Disney, y eso, quizás, salva este remake.

Veredicto

Lilo y Stitch es una película disfrutable para pasar un buen rato, que no llega a estar a la altura de su versión original y que seguirá haciendo millones de dólares, porque todo lo que lleve el sello de Disney tiene una audiencia fiel que llegará por falta de más opciones.

6 / 10

Sinners” es sin duda otra de las sorpresas del 2025 junto a “Mickey 17” y “Thunderbolts”.

Resulta interesante cómo los estudios no apostaban un peso por estas películas y resultaron ser buenas en críticas y taquilla, mientras que otras como “The Electric State” resultan ser un verdadero disparate a pesar de toda la publicidad que se invirtió en ella.

Dicho esto, y sin ánimos de seguir martillando en el piso, el último filme de Ryan Coogler es lo suficientemente interesante como para abrir un universo completo. La historia narra cómo dos hermanos gemelos (interpretados por Michael B. Jordan) vuelven a su pueblo después de un tiempo para darse cuenta de que hay vampiros por la zona. No es algo que el tráiler no te diga y la película no se caracteriza por tener giros de guion que dañen la experiencia. De hecho, el mismo tráiler revela algo que, en mi opinión, podían haberse ahorrado para la película, ya que causaría un gran efecto en la misma.
El guion es profundo, es valiente, es arriesgado, y eso se celebra y aplaude con creces. Mezcla el western con el noir, pero también el drama con el musical. Lo mismo sus capas son totalmente interesantes porque habla del racismo, del folclore de América del Sur, la religión y otros temas que, en manos de un director que no está consciente de lo que hace, hubiese salido un despropósito. Coogler le entrega una carta de amor a los viejos maestros, desde la iconografía heredada o deudora de Carpenter o Romero, hasta la más evidente de todas: el «Abierto hasta el amanecer» de Rodríguez. Se notan sus influencias, las abraza y encima dice lo que quiere para hacerla propia. Es buenísimo.

En cuanto a las actuaciones, pues, de entrada, ya se sabe que Coogler y Michael B. Jordan trabajan juntos siempre (desde la primera película del director) y que aquí no sería la excepción. El actor cumple y logra un buen papel, teniendo en cuenta que interpreta a dos personas distintas. Sin embargo, la película tiene dos actuaciones estrella: Miles Caton y Jack O’Connell. El segundo, principalmente, logra uno de los mejores villanos sin duda del año, sin temor a equivocarme. En cuanto a Caton, pues logra un excelente personaje, y la sorpresa está en que esta es su primera película.

Después de ver esta película de vampiros, y viendo cómo funciona Marvel —que si un director logra una buena película le dan otra—, es difícil de entender cuando dicen que no dan pie con bola creando a Blade, porque “Sinners” es sin duda alguna una de las mejores películas de vampiros de los últimos años y, si me preguntan a mí, le diera Blade a Coogler de una buena vez.

Sinners

Ahora bien, en la parte técnica la película cumple con creces, pero me voy a centrar en lo más importante que tiene el filme: la música. No hablo exclusivamente de la partitura de Ludwig Göransson (como siempre, estupenda), sino de las canciones que refuerzan y dan energía y potencia a sus imágenes. Si en «Abierto hasta el amanecer» teníamos como nexo entre las dos mitades a Salma Hayek portando una serpiente, o en «Blade» se nos bautiza en el mundo vampírico con un aspersor de sangre a ritmo de techno, en “Sinners” no es tanto una parte, sino el todo completo: es a través de su música que la narrativa avanza, que los cuerpos, pegajosos y sensuales, se mueven al compás del blues y la música popular. Sería indivisible, como esa guitarra que porta Sammy, de cuyas cuerdas se genera el sonido. Maravilloso.

La fotografía a manos de Autumn Durald es magnífica. Rojo fuego sobre el negro Misisipi, con esto digo todo.

Aunque “Sinners” puede sentirse desequilibrada en momentos, su impacto emocional y su relevancia cultural la convierten en una obra que va a generar ríos de tinta y encendidas discusiones. En resumen, a pesar de sus defectos —que son más bien pocos, o al menos no son fáciles de percibir, que tal vez en un segundo o tercer visionado sí se perciban—, y hasta ahora es de lo mejor que tenemos en este 2025.

Veredicto

Deja de leer esta y más críticas y ve a verla que aun estas a tiempo, porque la experiencia en cines no sera lo mismo que en casa.

8 / 10

Cuando Marvel anunció Thunderbolts* muchos, yo incluido, pensamos que llegaban tarde, ya que al menos el marketing la estaba (y sigue) vendiendo como una especie de The Suicide Squad.
Desconozco si en los cómics son así, pero al menos en el cine se ha optado más por irse por el lado de que sean una especie de escuadrón táctico que por un escuadrón carne de cañón. Este punto es uno de los tantos aciertos que logra este filme dirigido por Jake Schreier y que cuenta con los guionistas Eric Pearson (quien escribió el próximo filme de Marvel: Los Cuatro Fantásticos) y Joanna Calo (quien está detrás de los guiones de la serie The Bear).

¿Por qué mencionar a Calo? Porque entre las subtramas de la película hay un mensaje sobre la salud mental bastante interesante, y muy similar al que se puede apreciar en la serie de FX. Entre lo demás, es simple: un grupo de “soldados especiales” son enviados a “rescatar” a Bob, un tipo común y corriente del que no se sabe por qué estaba encerrado en un lugar tan condenadamente protegido. Aquí todos destacan y tienen un ligero desarrollo, a excepción del personaje de Sebastian Stan, el tan hablado Bucky Barnes, quien naturalmente tiene varias películas y series a sus espaldas y está de más darle más desarrollo del que ya tiene.

Florence Pugh se lleva gran parte del protagonismo con su Yelena Belova, quien hizo aparición en el filme de Black Widow, y agradecemos la selección de la actriz. Le sigue un David Harbour (Red Guardian) demasiado chistoso para mi gusto, y que tal vez, aunque el director sepa manejar el humor, es la nota discordante por el exceso de momentos cómicos que le entrega al actor. Wyatt Russell, Olga Kurylenko y Hannah John-Kamen terminan de formar el grupo (aunque esté Lewis Pullman y no lo haya mencionado, pero… está), y cada quien cumple su rol justo como es debido. No estamos ante actuaciones de premiaciones, sino de que cumplan, y lo hacen, y encima tienen un desarrollo. Tal vez el personaje más desperdiciado es el de Julia Louis-Dreyfus como Valentina Allegra de Fontaine, quien viene haciendo apariciones desde hace tiempo y, lamentablemente, Marvel no termina de darle el protagonismo y desarrollo necesario para tomarla en serio, aun con ese sarcasmo y la ironía que la caracterizan.

La sensación que deja Thunderbolts* es la de un producto que cumple y que hace lo necesario para destacar en la mejor medida de lo que un blockbuster solicita. Algo que últimamente Marvel no ha estado entregando, y es lo que hace que no se le vean las verdaderas virtudes. Porque si, entre tantas cosas malas que nos han dado últimamente, nos entregan una buena, pues asumimos que es algo mediocre.

Thunderbolts*

Y es que el filme tiene las garras de su productor, Kevin Feige, quien pretende adoptar un tono cómico y jovial como el de Guardianes de la Galaxia, y que parece que a mitad de camino se dio cuenta de que no calaba, por lo que opta por un tono más solemne. En el asterisco está el gancho, a mi parecer: es el aviso de que estamos ante una versión degradada, y al final del filme se darán cuenta del porqué de esto. Ya que, sin dar spoilers, cuando podían apostar por mantener lo del equipo táctico pero con las tonalidades del Escuadrón Suicida, van por un camino un poco más heroico.

Y aunque el director cumple con el manual de estilo que toda película postheroica que se precie debe tener —eso sí, sin llegar a los excesos metalingüísticos de Deadpool o a la profundidad que pueden traer filmes como The Batman—, las deficiencias siguen ahí, aunque menos notables. Las escenas de acción mejoran, pero se sienten fuera de tono con los tiempos que corren. La música de Son Lux es fuerte y estruendosa, pero le falta épica, y la fotografía de Andrew Droz Palermo (ese señor que estuvo detrás de The Green Knight) es taciturna pero medida. ¿Por qué? Porque esto es un producto que, aunque está bien hecho, bien envuelto, bien elaborado… es un producto.

Thunderbolts* tiene sus errores, pero son más sus virtudes —o al menos, son más claras—, y eso ya es mucho decir de una casa que desde Avengers: Endgame no hacía algo medianamente aceptable para el cine. Y en televisión, de cada cinco series, solo una o dos eran buenas.
Desconocemos el camino que tendrán estos personajes, pero agradecemos que sean lo suficientemente entretenidos de ver en esta primera vez.

Veredicto

Propone cosas distintas en un ecosistema que llevaba tiempo dando síntomas de agotamiento. Menos parafernalia y más identidad; menos espectáculo digital gratuito y algo más de enjundia temática.

7 / 10

En 2011 tuve la suerte de ver The Raid en un festival, donde se llevó la ovación del público y el nombre de Gareth Evans (no Edwards) empezó a ganar fuerza. Tras más de cinco años alejado de las películas, vuelve con Havoc de la mano de Netflix.

No nos engañemos: el tráiler ya deja claro de qué va esto. Es, básicamente, una excusa para desplegar exageradas escenas de acción donde la violencia y el gore son los protagonistas. La trama sigue a Walker, un policía corrupto que se ve envuelto en una carrera contrarreloj para encontrar al hijo de un político, quien estuvo implicado en el asesinato del hijo de una mafiosa asiática (¿china? ¿japonesa? A veces no queda claro, y la gran cantidad de actores asiáticos tampoco ayuda). Dicho esto, la historia, y de hecho el guion en general, carecen de cualquier profundidad. Los diálogos son extremadamente simples, no hay el menor desarrollo de personajes, y no importa quién muera: no se genera empatía con nadie. Tampoco se entienden las motivaciones de los personajes: Walker es corrupto, pero nunca se explica por qué (no parece usar el dinero para su familia ni para sostener ningún vicio). Lo mismo sucede con el político que busca «limpiar la ciudad» de mafias, pero cuyo método carece de lógica.

Las actuaciones, por otro lado, son planas. Tom Hardy pasa la película gruñendo; Jessie Mei Li no parece tener claro qué hacer con su personaje; Timothy Olyphant intenta ser rudo, pero roza la caricatura; Luis Guzmán es casi un chiste en sí mismo; y Forest Whitaker parece haber grabado sus escenas rápido, cobrado su cheque y salido corriendo. Solo Yeo Yann Yann y Justin Cornwell hacen un esfuerzo por actuar, aunque el escaso tiempo en pantalla no les permite brillar. Y ni hablar de Quelin Sepúlveda, cuya actuación da vergüenza ajena.

Entonces, ¿qué queda en Havoc?

La dirección es terrible. No está el Gareth Evans que deslumbró años atrás. El abuso de la pantalla verde obliga a que casi toda la película transcurra de noche, intentando ocultar los defectos, pero a costa de perder claridad en las escenas. A veces no se entiende quién pelea o contra qué, todo está demasiado oscuro, lleno de efectos exagerados, litros de sangre falsa y un movimiento de cámara constante que da la impresión de que el camarógrafo sufre de Parkinson.

Al final del día, el regreso del director es una decepción. Eso no significa que Havoc no sea entretenida: lo es, pero solo si la ves buscando algo para matar el tiempo. En el fondo es una película mediocre, tan genérica que, si te descuidas, en unos días podrías volver a verla sin recordar absolutamente nada de lo que pasó, y es una lastima porque despues de tener algo como «Extraction 2» que aunque es generica tiene escenas muy bien rodadas y personajes carismaticos, esto se siente como un bajon.

Veredicto

Es entretenida para verla si no tienes nada que hacer…que se que es dificil en estos tiempos asi que si quieres la puedes obviar que no te pierdes de nada.

2 / 10

Bong Joon-ho no es un director que se anda con sutilezas, sobre todo a la hora de hacer críticas al sistema capitalista. No en vano Parasite, su obra más conocida, hizo historia hace cinco años al convertirse en la única película de habla no inglesa en conseguir el Oscar a la Mejor Película. Parasite combina un humor muy negro con comentarios sociales que cualquier persona en la audiencia puede entender, algo especialmente evidente en su filmografía en inglés; estas dos características, junto a sus finales generalmente ambiguos, han consolidado su estilo como cineasta.

Con Mickey 17, Joon-ho toma estos elementos y los eleva a un nivel catastrófico y cuasi disparatado. Sabiendo muy bien que tiene licencia creativa para su primera película post-Oscar, el director nos adentra a la historia de Mickey Barnes, un ingenuo Robert Pattinson (The Batman) haciendo la voz más graciosa de su carrera. Es el año 2054, y la Tierra es una distopía ultracapitalista siendo destruida por el calentamiento global. Huyendo de sus deudas, se apunta junto a su mucho más astuto amigo Timo (Steven Yeun) a una misión de colonización a otro planeta, liderada por el ex congresista Kenneth Marshall, un Mark Ruffalo (Poor Things) haciendo una más que clara referencia a Donald Trump tras perder las elecciones del 2020 (Mickey 17 fue filmada en 2022).

Con el fin de adelantarse lo más rápido posible en el proceso y sin poseer ningún tipo de habilidad especial que lo haría candidato a la misión, Mickey decide convertirse en “expendable”, sin saber muy bien a lo que se está apuntando. De esa manera logra irse, pero el costo es, literalmente, morir. Una y otra vez, siendo “resucitado” a través de máquinas que imprimen su cuerpo y mantienen la información de su cerebro actualizada en un disco duro. Así, Mickey pasa por todo tipo de muertes durante todos los años que dura la misión: desde exponerse a niveles de radiación altísimos mientras repara la nave, hasta morir una, y otra, y otra vez mientras desarrollan vacunas para adaptarse al nuevo planeta. Para los científicos, Mickey es como su homólogo, un ratón, al que pueden matar todas las veces necesarias; y para el resto de la tripulación, está en el nivel social más inferior.

Pero aún rumbo a un nuevo planeta, los impulsos humanos se mantienen. Bajo el liderazgo de Marshall y su esposa Ylfa (Toni Collette), se crea un sistema de austeridad para todos con el fin de ahorrar recursos como la comida, excepto para quienes están en el poder, algo que suena bastante familiar; que abusan del mismo y continúan desarrollándose como personalidades televisivas y religiosas, en (otra obvia) referencia, esta vez, al evangelicalismo de Corea del Sur.

Una mañana, todo el equipo, como de costumbre, deja “morir” a Mickey, que está en su versión #17. Como “expendable”, nadie se preocupa por rescatarlo. Excepto que nuestro protagonista logra sobrevivir gracias a la ayuda inesperada de las criaturas del planeta, y llega a la nave solo para descubrir que ya su nueva versión ha sido impresa: Mickey 18. Por varias razones éticas y legales, ser “múltiples” constituye un problema que puede llevar a la ejecución de ambos. Y, al contrario de su predecesor, Mickey 18 no está dispuesto a aceptar el irrespeto sistemático al que ha sido sometido, y no duda en usar la violencia para lograr sus fines.

A lo largo de dos horas y 19 minutos, se desenvuelve ante nosotros una película “in your face” a niveles quizá nunca antes vistos desde Don’t Look Up, en los que se parodia de manera clara el culto alrededor del actual presidente de Estados Unidos, el capitalismo y la ambición humana, el abuso del poder, el narcotráfico y la religión como instrumento de manipulación de masas. Algunos de estos comentarios son más eficaces que otros, otros, al igual que el desarrollo de ciertos personajes, no terminan de cerrar del todo. Pero para el espectador promedio que no espera profundidad sino entretenimiento, es más que suficiente. Y como producto de entretenimiento, estamos ante una historia MUY divertida que combina criaturas extraterrestres con un humor negro y absurdo.

La interpretación de Robert Pattinson es definitivamente uno de los elementos más destacables. Con la integración de Mickey 18, éste nos entrega dos actuaciones diametralmente opuestas, que se complementan y ofrecen momentos muy memorables. Mark Ruffalo y Toni Collette no tienen mucho que hacer con un guion que les pide la versión más caricaturizada posible de sus inspiraciones, y Naomi Ackie (Blink Twice) cumple al dar un personaje redondo, noble y con complejidad. En general, el ensamblaje de los personajes es correcto, y en los momentos “clímax”, aunque pueden percibirse intencionalmente desastrosos, la dirección correcta y el nivel inteligente de absurdismo hacen que, como un conjunto, funcionen.

El guion tiende a abarcar mucho, intentando comentar en la mayor cantidad de temas posibles, lo cual se traduce en partes de la historia que quedan a mitad, otros con cierres apresurados, o sin ellos en absoluto; una elección deliberada que no será precisamente del agrado de todos. La puesta en escena y el worldbuilding alrededor del planeta Niflheim es adecuado para el género, contando con efectos visuales convincentes y sin abusar de los mismos.

Al final del día, estamos ante una película que, aparte de sus repetidos comentarios, no se toma para nada en serio, te hará reír y te mantendrá con los ojos pegados a la pantalla. No se necesita mucho más: al final del día, vas a disfrutar de Mickey 17 un montón, y de eso se trata el cine.

Veredicto

Mickey 17 logra entregar un comentario social envuelto en mucho humor negro, y conjugar esto con el género de Ciencia Ficción no es tarea fácil. Con elementos más fuertes que otros, el factor entretenimiento, definitivamente, es el mayor.

8 / 10