Hace casi 10 años que se estrenó “Mad Max Fury Road”, por lo que cuando en el 2020 sale la noticia de que George Miller rodará “Furiosa: A Mad Max Saga”, las alarmas se encendieron.

Ya de por sí la tenía difícil, porque hablamos de una película que se ha consolidado como una de las más prominentes y respetadas de la década del 2010-2020, y que ha entrado en una de las películas de culto.  Pero descuiden, que Miller lo tiene claro y nos lo deja saber.  No es la misma aunque esté en el mismo universo, y para ello incluso nos regala un detalle de cinco segundos cuando entramos en el 3er acto del filme.  El director se muestra más acomodado, en especial en el empleo (y abuso) de los efectos especiales (CGI), que a diferencia de su antecesora pasaban desapercibidos.  La banda sonora de Junkie XL tampoco suena tan estruendosa, y todo esto se entiende, porque esta película es un viaje sobre el sufrimiento de Furiosa y su historia de venganza.  Es personal y aquí la acción no es protagonista.  Por eso la increíble escena en el desierto de Dementus y Furiosa, donde está el diálogo más extenso de la película, el cual son pocos.

A pesar de esto, un problema de “Furiosa: A Mad Max Saga”, que es bastante notable es su ritmo.  Este tiene unos altibajos alarmantes, y es que al estar dividida  en varios capítulos juega en su contra en este sentido. Y eso que las escenas de acción están perfectamente orquestadas, pero luego hay algunos tramos dónde el ritmo desacelera ocasionando sensaciones encontradas, y perdiendo por el camino ese sentido de la epicidad con el que tan bien jugaba y entendía “Mad Max Fury Road”.  La acción está estructurada en sí como un diálogo. Piénsalo: cuando los personajes hablan entre sí, es una especie de combate donde se dan respuestas, argumentos y contraargumentos, hasta que se los personajes alcanzan su objetivo o un punto en común. En Furiosa esos diálogos están sustituidos por los distintos movimientos y contramovimientos que cada personaje realiza para sobrevivir.

Ha habido gente que se ha quejado porque la protagonista apenas habla en la película, insinuando que eso implica un personaje poco profundo. Nada más lejos de la verdad: la cantidad de cosas que le vemos hacer, cómo reacciona ante los distintos obstáculos y persiste.  La conocemos, aunque casi no hayamos oído su voz, aunque en honor a la verdad, muy poco hablo en la anterior, así que no entiendo esa queja que tienen algunos.

Pero volviendo a esto, la profundidad del personaje es clara y Anya Taylor-Joy (The Menu) sabe aprovecharlo al máximo.  Grandioso juego de miradas que el director ha podido sacarle a una actriz con tan buenos gestos y que sabe decir TODO con miradas y gestos.  Pero junto a Anya, el personaje de Chris Hemsworth es aprovechado al máximo.  Su personaje es un hijo de la gran puta que en algunos momentos produce el más profundo sentimiento de hostilidad y en otros hasta llega a caer simpático por sus excentricidades.

El páramo cobra vida con una fotografía espectacular y un diseño de producción meticuloso. Las persecuciones son frenéticas y llenas de adrenalina, con unos atardeceres preciosos y momentos nocturnos bastante interesantes.  Esta vez se contó con Simon Duggan para la fotografía, algo que al inicio pense que seria un error, pero he confirmado que no y que, al igual que lo anterior, tiene todo el sentido del mundo, porque a pesar de ser los mismos mundos esto es el punto de vista de Furiosa, mientras que la fotografía John Seale en “Mad Max Fury Road” es el punto de vista de Mad Max.  Lo que sí es de agradecer es que hayan contado una vez más con Margaret Sixel en la edición, logrando así el mismo resultado que la anterior con el increíble set pieces que tenemos cuando los personajes van a La Granja de Balas.  Impresionante lo poco que tiene esa escena de acción.

“Furiosa: A Mad Max Saga” es un filme bastante entretenido y con buen apartado técnico.  Su estilo visual es implacable y característico. La historia es interesante, puesto que conocemos a Furiosa más en profundidad, a la vez que también aprendemos sobre el mundo que le ha tocado vivir.  Con algunos tropiezos pero que no dañan para nada la experiencia.