Cuando se habla de James Wan se habla de un director moderno en lo que al terror se refiere. No solo ha cambiado la perspectiva del mismo, sino que ha aportado unos interesantes elementos tanto al terror como a otros géneros.
Naturalmente su filmografía no goza de productos malos, pero tampoco hablamos de que todo lo que hace sea excelente, por ejemplo tiene “Dead Silence” que es totalmente olvidable, como también la segunda parte de “Insidious”, y ahora, esta entrega.
Madison es una mujer atormentada por los continuos abusos físicos y psicológicos de su esposo, un tipo que un día es asesinado. A partir de ahí, ella sufrirá visiones, pesadillas y revivirá traumas que la llevaran por el camino de la locura.
Wan nos ofrece una cinta que tiene ese aire del terror de los 80´s, con una historia oscura que aparenta ser simple, pero que mientras avanza se van tejiendo nuevas capas que le tratan de dar cierta personalidad y desarrollo al producto. Unos muy interesantes giros de cámara y tomas bastante peculiares, como ya nos tiene acostumbrado el director.
También la fotografía, que es bastante curiosa, dando unos momentos muy al estilo giallo (un estilo italiano famoso en los 70´s por combinar el suspense con un terror sobrenatural y una fotografía bastante colorida), que desde su inicio se siente algo diferente a lo visto últimamente en el género del terror, logrando juegos de colores interesantes.
¿Dónde está el problema del filme? Actuaciones pobres (Annabelle Wallis, tiene un momento bastante interesante en el hospital…y ya), un guión original pero con demasiados huecos y una puesta en escena confusa y unos efectos especiales que parecen hechos por un estudiante de inicio.
No pretendemos que vamos a dar cátedra, que ya la película entretiene y es un mérito, pero es muy menor a lo que nos tiene acostumbrado el director malayo.