Aaron Sorkin nos deleitó el año pasado con una excelente película (The Trial of Chicago 7). Ahora ha vuelto con otro filme donde también vuelve como director y guionista, tomando de tema una semana concreta en que Lucille Ball, aquella actriz que dio luz a Lucy en la serie “I Love Lucy”, tuvo que lidiar con una crisis que podría terminar con su carrera.
Lo extraño a todo esto es que el director en una declaración ha dicho que la sitcom es “caduca y sólo apta para nostálgico” dejando en evidencia su poco gusto hacia ella, algo que para nosotros tal vez ahí es que está el problema que arrastra “Being the Ricardos”.
Deja una visión condescendiente de la serie, la cual inventó la gramática formal para las demás sitcoms -iluminación cenital del plato, grabación con tres cámaras, decorados fijos, etc-. Y claro, no seremos nosotros quienes le llevemos la contraria, pero ¿qué tan interesante puede hacer una obra una persona que no se sienta agusto con la fuente original?
Muy poco, la verdad, porque Sorkin separa a la Lucille Ball visionaria y perfeccionista, de la cómica experta del slapstick más destructor, y no solo eso, sino que arropa a su “Lucy” de tener un discurso socio político aún más descabellado que certero.
A Sorkin le gusta describir los procesos de creación, y aquí en «Being the Ricardos», no es la excepción. Se encarga de hacer énfasis en ella en una escena sin gracia, llena de diálogos punzantes poco creíbles de una escena sobre lectura del guión donde los personajes se dividen entre “clones de Sorkin” y personajes vacíos sin ningún tipo de inteligencia (de ningún tipo), y que para colmo, no aporta nada de verdad al relato (a pesar de tener unas escenas fuera de tono que parecen de documental). Y el problema no es la falta de realidad al filme, sino la falta de ficción a ella, culpa del director.
Nicole Kidman y Javier Bardem no tienen química, y los demás actores están ahí para dar uno que otro diálogo filoso e irse de escena.
Claro, como no todo es malo, el maquillaje y vestuario son una maravilla. Y la puesta en escena ayuda un poco a sentir que estamos en esos años, al menos por poco tiempo. Entonces «Being the Ricardos» se convierte en solo eso, un gran personaje bien elegante pero vacio por dentro.