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The Last Showgirl cuenta la historia de Shelley, una bailarina de Las Vegas que ha sido parte del espectáculo Le Razzle Dazzle desde su inicio en los años 80. Cuando Eddie, el productor del espectáculo interpretado por Dave Bautista (Guardians of the Galaxy, Vol. 3), le anuncia que el show va a cerrar, Shelley cuestiona su futuro, sus decisiones pasadas, y lucha por volver a conectar con Hannah, su hija de 22 años.

Esta película presenta lo que parece ser una propuesta sobre el ageism, el arte y la vida en los escenarios de Las Vegas, pero no termina siendo así. Con un guion débil, a través de los diálogos nos vamos enterando de la historia de Shelley, conocemos personajes que nunca vemos en pantalla, pero que responden las preguntas que tenemos y develan su pasado. Sin embargo, como la mayoría de los elementos del filme, estos terminan siendo ambiguos, sin llevarnos a ningún lado. Intenta tener una fotografía de cine independiente, con movimientos bruscos y temblor. Aunque es una decisión artística que puede interpretarse como una forma de hacer más humana la historia, o mostrar la inestabilidad repentina en la vida de Shelly, la verdad es que lo único que hace es impedir disfrutar el hermoso diseño de producción y marear.

Lo mejor de The Last Showgirl es, sin duda, la actuación de Pamela Anderson. Nos convence como una mujer apasionada, que realmente ve su trabajo como un arte del que está orgullosa. En varios momentos hace alusión a cómo el espectáculo tiene sus raíces en Francia, siendo el único que permanece de su clase; un dato que a nadie a su alrededor parece importarle. En general, su mejor amiga, Annette, su hija, y sus (mucho más jóvenes) compañeras de trabajo, lo consideran una vulgaridad desfasada. La interpretación de Anderson le da personalidad y complejidad a un personaje que, con un guion que tenía poco más que ofrecerle, hubiera pasado por uno más del montón. Su voz dulce, su gesticulación desesperada, sus pasos de baile anticuados, limitados por el peso de la edad… todo es presentado con excelencia de su parte.

Es además respaldada por los personajes de Eddie y Mary-Anne (Brenda Song), pero es su mejor amiga, Annette, interpretada por Jamie Lee Curtis (Everything Everywhere All At Once), que nos muestra lo que podría ser el futuro de Shelley: retirada unos años antes de Le Razzle Dazzle, Annette representa el final de una mujer que ya no tiene belleza para ofrecer en una industria donde el físico es lo único que importa, perdida entre las apuestas y el alcohol.

Su hija Hannah (Billie Lourd), por otro lado, representa su pasado y su resentimiento por su abandono muestra todo lo que Shelley que sacrificó para dedicarse al espectáculo. Lourd tiene 32 años, interpretando a una estudiante universitaria de 22 años, y se nota. Con Hannah es que podemos profundizar en las motivaciones de Shelley, y cómo ella ve la vida de una forma en la que, si estás haciendo lo que te apasiona, todo vale la pena.

Y por eso, pese a todos sus defectos, The Last Showgirl logra emocionarnos: estamos ante una mujer que ama lo que hace, cuya pasión es su vida y su identidad, y de repente, lo pierde todo. Es algo que vemos día a día con adultos que no pueden seguir el ritmo del cambio, con personas que tienen que renunciar a aquello que más les apasiona. Esta película pudo haber sido una exploración de estos temas. Un guion más contundente, que hubiera dado resolución a al menos uno de los conflictos presentados, hubiera hecho esta historia mucho más redonda. Pero, lamentablemente, estamos ante una obra que, pese a conmovernos con su protagonista, se quedó corta en todo lo demás.

Veredicto

Una magnífica Pamela Anderson es empañada por un guion ambiguo y decisiones cinematográficas cuestionables.

6 / 10