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Sing Sing comienza a jugar con nosotros desde su título. No es un musical, nadie se para en el escenario a cantar una sola nota: es el nombre de la prisión donde se encuentran nuestros personajes. En ella, hombres de todas las edades y razas se unen para distraer sus mentes y cuerpos de su encierro a través del teatro.

Somos introducidos a la historia a través de Divine G, encarnado por un Colman Domingo que ofrece una de las mejores actuaciones del año. Se trata de un hombre que cumple su tiempo en prisión por un crimen que no cometió, y mientras tanto, pasa el tiempo ayudando con sus casos a sus compañeros de prisión y ayuda en el programa de teatro, del cual es un miembro fundador y colaborador activo junto a su amigo Miguel «Mike Mike». Buscando nuevas personas para su grupo de teatro, convencen a Clarence «Divine Eye» de unirse. La personalidad de Divine Eye y la de Divine G no tardan en chocar, el primero un hombre agresivo y con mucha «calle» tras él, el segundo un hombre pacífico y educado. Una escena en especial muestra este contraste de forma cómica: en medio de una discusión, Divine Eye usa la palabra «Nigga«, a lo que Divine G responde «aquí no usamos esa palabra, aquí usamos amado«. Sus diferencias también se muestran en las tablas: mientras Divine G se inclina por hacer dramas, Divine Eye insiste en hacer algo distinto, convenciendo al resto de sus compañeros y al director de hacer una comedia con «un poco de todo». Esa obra es el motor de nuestra historia.

Sing Sing

En términos técnicos, cada una de las actuaciones ofrecidas son muy especiales, pues la mayor parte del elenco está compuesta por ex presos que fueron parte del programa real (y, como dato curioso, también son propietarios de la película colectivamente). La dirección de fotografía, a cargo de Patrick Scola (A Quiet Place, Day One) nos ayuda a contemplar la historia más que como simples espectadores, como participantes, por medio de escenarios que se convierten en símbolos y ayuda para garantizar un proceso de storytelling fluido. El guion, aunque sigue una estructura imaginable y que no da muchas sorpresas, no deja de contar por eso una historia poderosa que trasciende más allá de sus limitaciones y que, como repetía el director una y otra vez durante los ensayos para la obra, hay que confiar en el proceso.

Sing Sing no es una película que busca resolver el racismo ni los problemas del sistema carcelario. No pretende reinventar la rueda ni desarrollar una trama ambiciosa que trascienda el escenario que presenta en la cárcel. Tampoco busca hacer un pesado drama de vida con sus presos. No es su intención. Al igual que cambiamos la obra dramática de Divine G por algo en lo que todos puedan divertirse a pesar de su realidad, Sing Sing muestra la belleza de hacer arte, juntos, simplemente por amor a ella y su poder transformador.

Veredicto

Me atrevo a decir que estamos no solo ante una de las mejores películas del año, sino que también estamos ante la más hermosa.

8 / 10