Tetris es uno de los juegos más famosos que existe, y como bien dicen en la película, “es algo que jugarían tanto niños como adultos”. La película dirigida por Jon S. Baird, que particularmente a mi me gusta muchísimo “Filth”, uno de sus filmes, se une a Noah Pink como guionista (ya experto en escribir guiones biograficos para la serie de Nat Geo “Genius”).
El filme presenta de entrada un tono entre lo nostálgico y ligero, y con una estética muy similar a los juegos de la época (los 80´s). Henk Rogers (interpretado por Taron Egerton), es un empresario que vive en Japón y lidera una empresa de videojuegos, que está buscando cómo sobrevivir en el mercado. Mientras el filme avanza, va tomando un tono de espionaje contra la USSR (Unión Soviética), contando cómo lograron conseguir los derechos de este singular videojuego y las peripecias que tuvieron que suceder.
Antes que nada, es claro saber que Tetris se toma varias libertades con la historia real. Algunas ideas bastante atractivas y otras un poco fuera de tono, que sacan del filme porque se siente que es una crítica política directa, y por más divertido que la estemos pasando, no hay gracias en aquellas escenas con un establishment político muy a la clara. Entonces nos regalan dos horas de un filme, que a simple vista va funcionando pero que poco a poco se empieza a tornar algo agotador, aunque el director inteligentemente logra pisar el acelerador para llevarnos al final, en un clímax gracioso que hace que no le prestemos atención a esos huecos de guión y deus ex machina que se van repartiendo en ese tercer acto.
La película intenta crear una tensión cómica entre las partes muchas veces usando un recurso casi teatral de ir y venir entre cuartos y negociaciones, jugando a dos o tres puntas con los implicados, a quienes los soviéticos tratan de manipular para conseguir más dinero. El problema, quizás, es que el conflicto en términos concreto es tan pero tan específico (digamos que todo se concentra en la diferencia entre derechos para computadoras, para Arcade Games y para portátil (en este caso Game Boy), que a veces se torna confuso.
Baird intenta resolver este problema creando personajes muy marcados desde la caracterización y los acentos: Maxwell, su hijo Kevin, Stein, los soviéticos –que se dividen entre los más serios que pertenecen a la empresa y los más corruptos de la KGB–, Henk y sus aliados de Nintendo. La familia japonesa de Henk, y la familia del creador del juego como el creador del juego. Y entre todos estos, algunos caricaturizados, otros doblemente caricaturizados (el hijo de Maxwell interpretado por Anthony Boyle).
Esta historia hubiese quedado perfecta en las manos de un director del calibre de David Fincher, quien tal vez hubiese reducido la dosis de humor (que no es que esté mal) para hacerla más un thriller político mezclado con espionaje. Pero al final, Tetris quedó como quedó, con momentos bien logrados (con una música muy interesante a manos Lorne Balfe con Guadalupe Barbara) y una visión limitada, dejando claro que muchos no sabían cómo narrar esta historia y salió lo que salió.