Hubo un tiempo en que el spaghetti western estaba saturando el cine. Solamente en 1965, en Italia, salieron más de 13 películas. Ahora en la actualidad el género (que supuestamente no se le debería llamar “género” pero para darle más formalidad) de superhéroes va por el mismo camino, y Venom: Let There Be Carnage, es la prueba de ello.
Tom Hardy vuelve al papel del personaje Eddie Brock/Venom, después de una primera parte que ya de por sí fue un milagro el éxito que tuvo, porque estaba llena de CGI desastroso, una trama aburrida, chistes insulsos, diálogos penosos y actuaciones dignas de pasar a un película serie B.
Otra vez nos cuentan lo mismo que en la primera, pero con unos ligeros giros que se ven venir desde que inician los créditos. Ahora Venom es un personaje gracioso que no para de dar chistes a diestra y siniestra, e imaginense lo fuera de tono que se siente que una bestia de casi siete metros con unos dientes afilados como agujas, se la pase casi los 80 minutos que dura esto haciendo chistes y tratando de sacar la risa fácil.
De actuación ni nos preocupamos. Michelle Williams vuelve para cobrar el cheque e irse, y más en estos tiempos de pandemia donde el cine se ha visto muy afectado. Naomi Harris y Stephen Graham quieren tomarse esto con seriedad, y se sienten fuera de tono constantemente. Mientras que Woody Harrelson sabe que esto no es para tomárselo en serio y anda con un peluquín y haciendo muecas todo el filme.
Parece que los responsables de Venom: Let There Be Carnage creen que lo idóneo era hacer una comedia involuntaria de este personaje, y efectivamente así lo han hecho. Dicho esto, es indudable que la película es ridícula, con unos personajes poco menos que idiotas, y unos diálogos que pretenden ser hilarantes, pero que causan rubor y vergüenza ajena. Y entendemos que lo más probable es que buscaban algo que sea disfrutable para la familia (más para los adolescentes) donde el espectador pueda reírse, disfrutar del personaje y emocionarse, pero es que es imposible y más cuando tienen una escena como la de la discoteca que hacen que ya no tengas ganas de seguir viendo la película.
Y eso, que Tom Hardy estaba tan mal de cómo quedó la anterior que en esta oportunidad decidió también ser guionista y mira lo que nos ha terminado dando, una película peor que la primera y eso es mucho.
En conclusión, una secuela que hace buena a la anterior, y un subproducto que debería quedar relegado al olvido.