Es increible como “Baby Reindeer” inicia como una serie juguetona, graciosa e inocente, para terminar en un viaje escalofriante sobre el acoso, la victimización y el abuso de poder.
Y eso es gracias al increíble pulso en la dirección y en el guión de su creador (que también es actor) Richard Gadd. La serie, basada en su propia experiencia personal, nos muestra como un bartender decide darle un poco de té a una clienta afligida que estaba en el bar, y ese simple gesto lo llevará a vivir uno de los peores infiernos que podría pasar porque esta se convirtió en su acosadora a un nivel de enviarle más de mil correos diarios, más de cincuenta llamadas al día e incluso seguirlo constantemente. La trama principal se ramifica por encima de sus posibilidades queriendo abarcar muchos temas y supongo que para justificar sus siete episodios, que no son ocho como viene siendo habitual. Primero aparece una subtrama, luego otra y de nuevo otra hasta que pierdes un poco el interés. Estas líneas secundarias, no obstante, nos permiten conocer mejor al protagonista y lejos de mostrar compasión hacia la víctima del acoso nos sugieren que todos tenemos fantasmas contra los que luchar pero quizás no todos tengamos las mismas capacidades para sobrellevarlos.
El personaje principal se desarrolla con una increíble habilidad que muy pocas series pueden lograr. Pero lo mejor es que no solo el personaje principal tiene este desarrollo, sino que el segundo secundario consigue estar al mismo nivel que nuestro protagonista, y repitiendo, gracias a la gran habilidad del director y guionista, logramos no ver a este secundario como un ser despreciable sino que empatizamos y podemos lograr entender que esto es una enfermedad y que el daño causado es algo que no puede controlar. Impresionante la escena de la casa, que solo con mostrarnos diez segundos de cómo vive, y ver constantemente como escribe, podemos percibir como mentalmente tiene un desorden. Y es más impresionante aun ver como en los momentos de emociones fuertes, no puede ni siquiera terminar lo que escribe, dejando claro que no puede estar estable mentalmente.
Tanto Richard Gadd como Jessica Gunning se dan un duelo en escena difícil de ignorar a base de un guión bien estructurado y situaciones que así como te harían quitar la mirada no puedes esperar para saber qué puede suceder a continuación. Sus actuaciones son impresionantes y es otro de los grandes pilares que tiene “Baby Reindeer”. Jessica Gunning es magistral en una actuación tan impredecible y desordenada. Alabanzas a dos escenas en particular, como es la de ella llegando al bar molesta y la escena del juicio, que esta es corta pero llena de fuerza. Otro personaje que no se puede quedar fuera es el de Teri, interpretado por una magnífica Nava Mau quien también nos regala una de las mejores escenas de la serie y unos diálogos demoledores que nos hacen incluso hacer una autoevaluación.
Hay películas y series que manejan los temas del acoso como es “Señora Influencer” o “Beef”, sin embargo “Baby Reindeer” hila con tacto y coherencia las causas y consecuencias de una cadena de desórdenes mentales que comienzan con una baja autoestima y a la que le siguen el abuso de poder, la pérdida de identidad, la búsqueda de validación externa, la dificultad para poner límites, la dependencia emocional y muchos otros que, en conjunto, forman un cóctel molotov capaz de destruir a cualquier persona. Aquí no hay grandes efectos, ni grandes escenarios. Solo tenemos una excelente historia bien contada, bien dirigida y bien actuada, que marca y se queda con nosotros hasta el final. Es una miniserie que aun terminando y viendo los creditos nos quedamos mirando la pantalla sintiéndonos parte de haber vivido junto a Donny, el personaje principal, como fuimos acosados en cada capítulo.