Uno de los temas más constantes en la filmografía de Richard Linklater es el paso del tiempo. Tal es el caso de la trilogía de Before, una larga conversación de una pareja, dividida en tres entregas: Celine y Jesse se conocen en Before Sunrise (1994), se reencuentran en Before Sunset (2004), y luego los revisitamos en Before Midnight (2014). Y sí, cada cinta se rodó con una década de diferencia. Además, es mi trilogía favorita, y la recomiendo encarecidamente.

Ni hablar de la odisea cinematográfica que representó Boyhood (2014), en la que, por doce años, el director siguió la vida de un niño (interpretado por Ellar Coltrane) mientras crecía, siempre con los mismos actores. Ambos proyectos tienen dos cosas en común: requirieron mucha paciencia, y los protagonizó Ethan Hawke (Moon Knight). Y Blue Moon es exactamente igual. Linklater (Hit Man) tenía doce años con el guion listo, pero esperó a que Hawke estuviera lo suficientemente mayor como para que este pudiera encarnar de forma creíble a su protagonista.

Foto: Sabrina Lantos – Sony Pictures Classic

Es 1946 en la ciudad de Nueva York. El influyente letrista Lorenz Hart entra al legendario restaurante Sardi’s, meca de artistas, compositores, poetas y escritores de la Gran Manzana. Hart, junto al compositor Richard Rodgers, dio vida a decenas de musicales de Broadway y canciones tan importantes del cancionero estadounidense como “The Lady is a Tramp”, “My Funny Valentine” y, claro, la que le da nombre a esta cinta, Blue Moon.

Pero esta noche, Hart está solo. Su alcoholismo y estilo de vida desenfrenado lo han llevado a que su relación con su dupla se quiebre. Y esa noche, Rodgers estrenaba el musical más grande de su carrera y por el que será recordado hasta el día de hoy. Y lo ha hecho con un letrista que no es Hart. El musical es Oklahoma!

Así que Hart, a quien un envejecido Ethan Hawke da vida, se sienta en el bar del mítico Sardi’s. Y pide un trago, pese a tenérselo prohibido a su barista Eddie (Bobby Cannavale). Y conversa con el pianista, Morty Rifkin. Y habla sobre el objeto de su más grande adoración: Elizabeth.

Ella, interpretada por una espléndida Margaret Qualley (Honey Don’t!, The Substance) es una estudiante de Yale a quien Hart le lleva más de 20 años. Se hace evidente que esta apasionada idealización es unilateral, lo que honestamente nos hace sentir aún más lástima por el pobre Lorenz.

Foto: Sony Pictures Classic

La noche continúa su transcurso, atrayendo a leyendas del entretenimiento, entre ellas el escritor E. B. White, quienes interactúan con nuestro protagonista. Son estas conversaciones las que nos continúan dando pistas sobre el estado mental de Hart, su historia con Richard Rodgers, su rumoreada bisexualidad, pero sobre todo, su amor por las palabras. La pasión por la poesía, la literatura y el contar historias que le acompañó hasta el final de sus días. Y cuyo talento nunca faltó, solo su disciplina. Hart sigue bebiendo.

Blue Moon transcurre en un solo set, el restaurante, en una sola noche. Esta estructura minimalista nos hace sentir, como audiencia, que presenciamos una obra de teatro. Los gestos, los monólogos de Hart y su interacción con los personajes habrían resultado pesados de no ser por un Ethan Hawke que entrega una actuación soberbia y madura en un papel muy distinto a lo que hasta ahora ha hecho.

Margaret Qualley continúa deslumbrando, pero es cuando entran Richard Rodgers (Andrew Scott) y su nuevo letrista, Oscar Hammerstein II (Simon Delaney) que la angustia y desesperación de Hart se ponen de manifiesto, a la vez que intenta presentar una buena cara para su querido colaborador. Esa tensión, ese intercambio que revela las dinámicas de poder y la deuda mutua que ambos poseen, añade una nueva dimensión a la historia. Y a la perdición de su protagonista, que sigue bebiendo.

Foto: Sabrina Lantos/Sony Pictures Classics

Linklater, sin embargo, siempre ha sido un storyteller optimista, que aún en sus producciones más oscuras como A Scanner Darkly siempre ofrece una luz de esperanza. El elenco ofrece ironía y momentos graciosos que aligeran una historia melancólica que, de otra forma, hubiera sido deprimente. El carisma y talento de Lorenz Hart con las palabras le hacen ver como un snob divertido y por momentos caricaturesco. Es, en otras palabras, una historia balanceada.

Esta temporada, Blue Moon no será la película más llamativa ni la más recordada. Pero nos ofrece una sutil historia sobre pasión, obsesión, el amor por el arte, y por el arte de crear. Y ese es el legado que Linklater y Hawke han querido dejar. Este es su Blue Moon.

Veredicto

Blue Moon es una dramedia inteligente y sensible, que, aunque no resulte una historia que atraiga un interés masivo, sí conmoverá a una audiencia que busque escuchar entre lo que se deja dicho, y lo que se calla.

8 / 10