En 2011 tuve la suerte de ver The Raid en un festival, donde se llevó la ovación del público y el nombre de Gareth Evans (no Edwards) empezó a ganar fuerza. Tras más de cinco años alejado de las películas, vuelve con Havoc de la mano de Netflix.
No nos engañemos: el tráiler ya deja claro de qué va esto. Es, básicamente, una excusa para desplegar exageradas escenas de acción donde la violencia y el gore son los protagonistas. La trama sigue a Walker, un policía corrupto que se ve envuelto en una carrera contrarreloj para encontrar al hijo de un político, quien estuvo implicado en el asesinato del hijo de una mafiosa asiática (¿china? ¿japonesa? A veces no queda claro, y la gran cantidad de actores asiáticos tampoco ayuda). Dicho esto, la historia, y de hecho el guion en general, carecen de cualquier profundidad. Los diálogos son extremadamente simples, no hay el menor desarrollo de personajes, y no importa quién muera: no se genera empatía con nadie. Tampoco se entienden las motivaciones de los personajes: Walker es corrupto, pero nunca se explica por qué (no parece usar el dinero para su familia ni para sostener ningún vicio). Lo mismo sucede con el político que busca «limpiar la ciudad» de mafias, pero cuyo método carece de lógica.
Las actuaciones, por otro lado, son planas. Tom Hardy pasa la película gruñendo; Jessie Mei Li no parece tener claro qué hacer con su personaje; Timothy Olyphant intenta ser rudo, pero roza la caricatura; Luis Guzmán es casi un chiste en sí mismo; y Forest Whitaker parece haber grabado sus escenas rápido, cobrado su cheque y salido corriendo. Solo Yeo Yann Yann y Justin Cornwell hacen un esfuerzo por actuar, aunque el escaso tiempo en pantalla no les permite brillar. Y ni hablar de Quelin Sepúlveda, cuya actuación da vergüenza ajena.
Entonces, ¿qué queda en Havoc?
La dirección es terrible. No está el Gareth Evans que deslumbró años atrás. El abuso de la pantalla verde obliga a que casi toda la película transcurra de noche, intentando ocultar los defectos, pero a costa de perder claridad en las escenas. A veces no se entiende quién pelea o contra qué, todo está demasiado oscuro, lleno de efectos exagerados, litros de sangre falsa y un movimiento de cámara constante que da la impresión de que el camarógrafo sufre de Parkinson.
Al final del día, el regreso del director es una decepción. Eso no significa que Havoc no sea entretenida: lo es, pero solo si la ves buscando algo para matar el tiempo. En el fondo es una película mediocre, tan genérica que, si te descuidas, en unos días podrías volver a verla sin recordar absolutamente nada de lo que pasó, y es una lastima porque despues de tener algo como «Extraction 2» que aunque es generica tiene escenas muy bien rodadas y personajes carismaticos, esto se siente como un bajon.