Estoy completamente convencida de que hay proyectos cinematográficos que se producen simplemente para que el director se autocomplazca plasmando en pantalla sus fantasías particulares. Honey Don’t parece ser ese tipo de filme, en el que Ethan Coen, quien junto a su hermano Joel ha escrito, producido y dirigido algunas de las mejores películas de los últimos 30 años (incluyendo No Country for Old Men), demuestra la falta que le hace trabajar con él.

En Honey Don’t, está el intento de contar la historia de Honey O’Donahue, una detective lesbiana, algo que el guion nos recuerda cada quince minutos. Honey se ve envuelta en una serie de desapariciones y asesinatos en una pequeña ciudad en California, que parecen llevar a una secta liderada por el mismísimo Chris Evans (Materialists, The Gray Man). En el camino conocerá a una atractiva policía, MG, interpretada por Aubrey Plaza, con quien empieza una relación sexual que el director enfatiza con escenas largas y gráficas.

Las mismas se ven interrumpidas por momentos de violencia tarantinescos que conforman lo mejor de la película: asesinatos gráficos y ridículos coreografiados para ocasionalmente arrancar carcajadas a la audiencia.

Uno de los temas predominantes de los Coen es Americana, la exploración de la cultura, costumbres y particularidades de la vida en Estados Unidos más allá de la glamurización de Hollywood, y este aspecto lo vemos en los una fotografía más que decente, con cuya colorización recuerda a No Country for Old Men. Honey parece vivir en un momento atemporal, en el que la tecnología no parece ocupar la prevalencia que tiene hoy día, pese a ambientarse en 2021. Esto lo vemos en su renuencia a usar computadoras, su vehículo y su vestimenta. Sin embargo, ninguna de estas cualidades la salva de ser una historia a la que le falta al menos media hora de desarrollo, que parece haber sido terminada de forma rápida y que no cierra por completo las muchas subtramas que pretendía abrir.

Margaret Qualley viene de dar la mejor interpretación de su carrera con The Substance, que le ganó una nominación a los Golden Globes, a intentar salvar un guion insípido que poco hace por demostrar sus habilidades detectivescas. De hecho, casi nada de lo que la película nos muestra parece señalar si Honey es buena detective o no. En el caso de Chris Evans, sus dotes de actuación ya de por sí cuestionables le hacen la guerra a un personaje que en ocasiones funciona y en otras no. El personaje de Aubrey Plaza, MG, parece ser una versión unidimensional de su Rosa Díaz en Brooklyn 99. La actuación más salvable es la de Charlie Day, quien hace de su mismo personaje en It’s Always Sunny in Philadelphia y en consiguiente, ofrece los mejores deliveries de líneas.

El principal problema de Honey Don’t es que su historia no tiene sentido. No sentido de lógica, sino de dirección. Se siente como una serie de situaciones aleatorias que aparentemente tienen un punto en común, pero al final del día queda dispersa, apresurada y sin desarrollo. Los personajes aparecen y desaparecen como si los actores estuvieran cumpliendo horas para el Sindicato de Actores. Lo poco que sabemos, aprendemos y se nos repite de Honey tampoco lleva a ningún lado, al igual que los personajes que forman parte de su vida.

Y lo peor de todo es que Honey Don’t tenía muchísimo potencial para explorar el lado de las sectas estadounidenses, que tan son tan comunes en las áreas rurales. Pero no es aprovechado. Absurdismo muy serio, seriedad ridícula. No decide que ser porque no llega a ningún lado.

Los aspectos salvables de este proyecto son los técnicos, especialmente a nivel visual. Sigue habiendo una dirección de fotografía impecable. Vestuarios y decoraciones que aunque parte de nuestra década parecen contarnos una historia de otro tiempo más sencillo. Los momentos graciosos. Todo está colocado para contar una historia a lo Coen. Faltó la historia.

Veredicto

Honey Don’t es el ejemplo perfecto de cómo puedes tener un elenco con estrellas del momento bajo la dirección de un ganador del Oscar, y aún así fracasar rotundamente por un guion que se queda a medio cocinar.

4 / 10