Es tan raro ver una película totalmente serie, pausada y con todos los elementos de antes, como lo hace “Juror #2”.

Clint Eastwood ha demostrado AMAR el cine y no es cualquier cine, sino un cine reposado, como se hacía de antaño en donde se dejaba a la trama avanzar a fuego lento, la dirección no busca planos increíbles para llamar la atención, sino guiar al espectador.  Lo mismo con las actuaciones donde no se buscan momentos clímax en el final, sino que se le da espacio a cada quien pero dándole todo el peso al protagonista.  De hecho, hasta carece de momentos “de gracia” como todo filme actual tiene.

Estas virtudes nada tiene que ver con el academicismo propio de los Oscar, y también es ciertamente independiente de su condición de clásico —que sigue manteniendo—, pues la poseen otros realizadores como Lynch, sin ir más lejos, cuyo cine siempre ha rebosado inteligencia y madurez por muy vanguardista que se presente. En cualquier caso, esa reconfortante sensación de que Eastwood se dirige al espectador de adulto a adulto —presente desde siempre en su filmografía—, la habitual honestidad que acompaña al clasicismo de su estilo, el complejo sistema de valores que despliega, el respeto por sus personajes y por el espectador, o la emoción y humanidad que transmite progresivamente su narración son algunos de los aspectos que convierten a “Juror #2” entre el excesivo blockbuster disfrazado de serio y los filmes falsos de festivales.

El director se siente menos idealista que en filmes anteriores como “Unforgiven” pero mantiene la ambigüedad moral de sus personajes, y esta vez, tal vez por la edad, su personaje es más oscuro, casi dispuesto en abrazar esa oscuridad.  Pero lo mejor es que sus personajes, excelentemente desarrollados, están propensos a evolucionar mientras avanza la trama.  Todo esto con una dirección a los actores que juega con sus puntos de vista.

La historia narra como Justin Kemp, un escritor de revistas quien ha pasado por problemas con el alcohol, es llamada a ser jurado de un juicio de asesinato.  Mientras esta escuchando los inicios del juicio, Justin se dara cuenta que en realidad al que acusan de asesinato es inocente porque la persona la victima en realidad murio por culpa de Justin en un accidente.  Nicholas Hoult (Nosferatu) con una interpretación soberbia, junto a una Toni Collette extraordinaria como la fiscal.  Pero es Chris Mesina quien está estupendamente e incluso circunstancial con un personaje con algunas capas de sentimentalismo.  Hasta un J.K. Simmons en sus escasos minutos logra atrapar al público rápidamente.

Si bien este es el habitual discurso libertario de Eastwood, que no duda en poner a un policía utilizando atajos para lograr lo que la burocracia no permite, hay en la elección de su protagonista un principio de duda sobre los héroes impecables y de clase media u obrera que nos ha estado mostrando la última década. Pareciera como si en los últimos momentos de su vida, hubiera recapacitado sobre el papel de las herramientas del estado para garantizar la justicia, pese a que en principio solo valga el «quién lleva la razón».

La conversación final, frente a una estatua de la justicia con sus dos balanzas, tiene una carga de poder implícito que aumenta, y así está llena la película de momentos implícitos donde el director nos dice su pensar abiertamente.

“Juror #2” es una excelente película que duele cuando sabemos que puede ser una de las últimas escenas rodadas por el director de ‘Sin perdón’, que se atreve a ofrecer un duelo a todos sus héroes reales de su filmografía reciente cuando nos plantea que la justicia que falla también puede ser la única solución.