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¿Que se puede decir de “Asteroid City” que ya no se haya dicho?

En el panorama cinematográfico actual, resulta difícil que el cine de autor aparezca de entre tanta franquicia y, sobre todo, que tenga la capacidad de consolidarse e incluso de construir un público fiel admirador de tu propio arte. Podríamos decir que Wes Anderson es de los pocos que pueden presumir de tener cabida en este sentido.

Wes Anderson nos ofrece un nuevo producto fiel a su estilo : peculiar, extravagante y de una estética reconocible y persistente.  La teatralidad de la que ya es característica su filmografía en lo formal –con escenarios acartonados, un diseño de producción y una escenografía ideada al milímetro, la rectitud de los movimientos de cámara o sus diligentes diálogos–, ahora también se hiperboliza en lo argumental.  Sin embargo, en lo argumental todo está un poco desordenado, dejando en evidencia que el director está más enfocado en lo visual que argumental.

Algo similar pasó en su anterior película, “The French Dispatch”.  Toda la trama principal se encuentra ubicada en un páramo desolador de los Estados Unidos de los años 50, una ciudad ficticia (Asteroid City), en la que se produce una especie de reunión en la que concurren profesores, padres e hijos para un concurso escolar dedicado a la observación de fenómenos astronómicos. Asimismo, hace millones de años un asteroide cayó en aquel páramo y se rememora dicho acontecimiento.  Un acontecimiento tan extraordinario como inusual sucede.  Wes Anderson se centra tanto en la imagen, que se le olvida que para poder disfrutar debemos emocionarnos. La belleza de sus imágenes no es suficiente, muchas de ellas están vacías y solo vemos a actores, interpretando actores, que interpretan a personajes, es decir, acciones y gags sin conexión. No dudo que detrás de todo ello haya una historia clara, pero no acabo de comprender la excesiva variación del punto de vista con elipsis espacio-temporales.


Y es que Asteroid City pierde el camino de lo que cuenta, después de veinte minutos iniciado su metraje.  No solo eso, sino que las escenas donde Bryan Castron aparece para explicar algo, son tan innecesarias como difíciles de digerir, ya que sacan constantemente de la trama.

En esta reunión de excéntricos personajes –protagonizados singularmente, otra vez, por un gran elenco de rostros conocidos–, el cruce de historias en la ficticia ciudad desértica de Asteroid City y los enredos en la pre-producción, los ensayos y el backstage de la obra se ven diferenciados por la fotografía.


Todos destacan, así que hablar de un actor en particular, es difícil.  Tampoco es que hagan algo más extraordinario de lo que estamos acostumbrados a ver por parte del director.

En definitiva, Asteroid City se asienta en su estética manierista y difunde un mensaje claro, su arte no es para emocionarse, sino para divertirse. Una ausencia de discurso que provoca que nos separemos de la película y nos quedemos fríos ante lo que quiere contar, intentamos conectar constantemente con algo, pero la película nos repele.  Sin embargo, en el apartado técnico ha depurado tanto su estilo, que disfrutamos viendo dobles enfoques, planos con encuadres milimétricos y movimientos de cámara y de personajes como si viviéramos en un cuento. Dichas imágenes nos devuelven el reflejo de una sociedad vacía, en la que ya no queda nada, ni siquiera el sentimiento, pero debemos intentar aferrarnos a las emociones para disfrutar más de la vida.

Veredicto

Asteroid City corresponde a esta tercera etapa de su cine, donde deja la narratividad expuesta ante el espectador, pareciera un cirujano que exhibe un cuerpo abierto. Ahora el arte se ha convertido en imagen pura y el discurso se ha diluido tanto, que no entendemos qué nos quiere contar.

5 / 10