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El director de Longlegs, Oz Perkins, vuelve este año con The Monkey, otra película de terror, esta vez apadrinada por Stephen King y James Wan.

La historia sigue a los gemelos Hal y Bill, quienes descubren un antiguo mono de juguete que pertenecía a su padre y que, aparentemente, está maldito, lo que lleva a los pequeños a «encerrar» el juguete. Años después, ya adultos, un sinnúmero de muertes extrañas comienza a ocurrir, y los hermanos, que estaban distanciados, tendrán que reunirse para descubrir cómo el mono de juguete está ocasionando estos sucesos.

Si la trama te parece totalmente absurda, descuida: la película va por el mismo camino. No solo es un filme de terror, sino también una comedia negra (y bastante), todo ello mezclado con un estilo muy propio del cine de serie B.

Porque The Monkey es una fórmula extraña que realmente llama la atención, como comer un sándwich de queso preparado por tres chefs de renombre. Si esperas algo similar a Longlegs, esta no es tu película, ya que está totalmente alejada de ese estilo. Si buscas terror en la línea de The Conjuring, tampoco es lo tuyo. Y si esperas una historia clásica de Stephen King, como The Stand, aquí no la encontrarás.

Entonces, ¿qué encontrarás en esta película? Una gracia, una travesura, un cuento corto lleno de humor negro y terror de serie B para pasar el rato, que no exige más que la complicidad del espectador en su disfrute.

Porque, a la vista está, The Monkey es un chiste, una especie de disparate que no busca más que entretener a un tipo de espectador en concreto. Nada de lo que ocurre aquí es remotamente plausible ni lógico. Es una sucesión de muertes imposibles, casi en formato de sketches, buscando constantemente el “más difícil todavía”. Un festival de sangre y gore (que, aunque presente, tampoco es tan extremo debido a lo irreal que resulta) que hará las delicias de los espectadores forjados en el cine de terror ochentero y en maratones de cine de serie B.

Osgood nos deleita nuevamente con su gran gusto musical, usándolo como recurso o por simple devoción, como ya es costumbre. En cuanto a la fotografía de Nico Aguilar, es algo más oscura, recordando a veces los planos de Tim Burton (en sentido figurado). Sin embargo, por momentos también parece haberse creado para Netflix, con ese aire a videoclip y cierto sinsentido, como un remix entre un episodio de Pesadillas y otro de 1000 maneras de morir. Es una película pensada para disfrutarse a cualquier hora y por todo tipo de público, aunque oficialmente tenga clasificación “R”.

En su manera de estar rodada, también recuerda a IT, con la historia de fondo sobre el paso de la niñez a la adultez, el uso de múltiples clichés y la aparición del mono solo cuando es necesario, como ocurría con Pennywise.

Hablando del protagonista, el mono, tampoco interactúa demasiado. A fin de cuentas, es un muñeco, aunque los niños lo utilizan como una especie de Death Note. Sin embargo, este tiene más personalidad de la que uno esperaría. Aunque eché en falta algo más de acción en sus escenas, no me resultó para nada escalofriante. Me atrevería a decir que genera una paradójica sensación de ternura.

A nivel actoral, todos parecen estar pasándola bien, y se les nota. Theo James se ve que lo disfruta, lo mismo que Tatiana Maslany. Incluso Elijah Wood y el propio director, aunque tienen un tiempo bastante limitado en pantalla, aprovechan sus momentos.

En resumen, hay que mentalizarse para entrar a la sala con la expectativa de ver una película entretenida, sin mayores pretensiones, con una colección de muertes (yo conté más de 15) al estilo Destino final. También es una oportunidad para echar unas risas y ver a un mono de juguete bastante tierno, pero maldito.

Veredicto

Soy fan del cine serie b.  Filmada a puro vértigo, ingenio y estilización recomendado solo para adoradores del splatter, esa mixtura entre terror y humor satírico con una permanente apuesta por la provocación y el exceso.

7 / 10