Beef es simplemente un caso tan curioso como real a día de hoy. 

Al igual que sucede en “The Banshees of Inisherin” donde las cosas se van saliendo de control porque los protagonistas no saben lidiar con la situación, la serie creada por Hikari (uno de los creadores de Tokyo Vice), Lee Sung Jin y Lee Isaac Chung, es un desarrollo de personajes bastante curioso, pero al mismo tiempo es una serie que le falta algo.


Me explico mejor: Beef tiene todo para ser una serie que guste mucho, como son personajes bien desarrollados y estructurados, es provocadora, su historia es interesante (recuerda mucho a “Falling Down” en su primer capítulo), está producida por A24 (asegurando calidad y creatividad), las interpretaciones son todas increíbles (incluyendo la niña), y su soundtrack es una maravilla.  Sin embargo es una serie tan calculada, tan forzada, tan enamorada de su mirada despiadada, desencantada y cínica del mundo, que resulta un auténtico vía crucis, un ejercicio agotador y abrumador para quienes no la compartimos.

Es una acumulación de personajes solitarios que sacan a relucir lo peor de sí mismos, y a los que no son como ellos, terminan forzandolo a constantes humillaciones con tal de convertirlos en uno de ellos.

Ali Wong y Steven Yeun, son los protagonistas y quienes llevan con una solvencia interpretativa la serie en sus diez capítulos.  De hecho, sus interpretaciones son lo suficientemente buenas para, en los momentos en que sus desarrollos se ven empañadas, uno pueda pasarlo por alto.  A ellos se le suman Joseph Lee, Young Mazino y David Choe quienes consiguen estar al nivel de la pareja protagonista e incluso, por momentos, superarlos.


Beef trata sobre Daniel quien saliendo de un estacionamiento de un centro comercial, es insultado por Amy, quien también salió del estacionamiento.  Esto provocará que los dos se vean enfrascados en un enfrentamiento automovilístico que se saldrá de control totalmente cuando Daniel investigue donde vive Amy.  Durante sus primeros seis episodios las cosas se mantendrán, digamos, dentro del orden de lo manejable y, digamos, realista. Las agresiones de ida y vuelta serán cada vez más densas pero estarán jugadas desde la comedia y tendrán límites en cuanto a su alcance.  En los últimos episodios las cosas ya pasarán a mayores y la serie entrará, a la vez, en una zona inquietante y otra bastante absurda, haciendo que los personajes no solo pierdan el control, sino que el espectador se pierda con ellos.

Esos problemas –y algunas subtramas innecesarias de esas que suelen estirar todo en los episodios del medio– impiden que Beef tenga la bestial fuerza que pretende tener desde su propuesta.  De todas formas no es una mala serie.