Desde los primeros minutos tiene un aire a clásico.  007: No Time To Die (Sin Tiempo para Morir) es una película que bebe mucho de todo lo que ha cosechado Daniel Craig como los demás Bonds.  Y eso nos hace respirar a un clásico, pero modernizado.

El último filme de Daniel Craig, y que dará inicios a la búsqueda de un nuevo Bond, es un cierre satisfactorio pero al mismo tiempo agridulce.

A favor de la película 007: No Time to Die, está la dirección de Cary Joji Fukunaga, quien el director de turno y quien ha sido quien nos trajo hace unos años la magnífica serie “True Detective”.  Fukunaga le aporta energía y dinamismo.  Incluso en los momentos más dramáticos, no se hacen aburridos.  Pero a todo esto también hablamos de planos interesantísimos, que cualquier amante del cine podrá disfrutar.

El director logra sacar las mejores versiones de los actores, y aprovecha todos los recursos que le rodean para explotarlo al máximo.  La acción planificada y los set pieces, no aburren y se evitan los incómodos movimientos de cámara exagerados.  En cuanto al punto de espionaje, que es lo que son las películas de Bond, pues cumple lo suficiente aunque no reinventan, pero se agradece mucho porque estas se habían abandonado en “Skyfall” y “Spectre”.

La música de Hans Zimmer toma muchos elementos de las películas clásicas.  Es interesante como en todas las escenas de la exótica Jamaica, tenemos partituras de “Dr. No”, mientras que en algunas escenas con Madeleine se puede apreciar parte de “The Spy Who Loves Me”.

En las actuaciones todos están perfectos, logrando destacar Lashana Lynch, Lea Seydoux, y las dos grandes sorpresas que son Ana de Armas y Billy Magnussen, quien fácilmente puede hacer de villano en cualquier película.  Pero quien logra lo mejor de sí, es Daniel Craig.  Logra momentos dramáticos bastante grandes y sus dotes estilísticas e interpretativas son muy bien explotadas.  Como cine de escapismo es una función potente, muy bien manejada y bastante entretenida.  Se disfruta y lo hemos hecho.  Hemos estado con una sonrisa en la cara, pero ¿dónde está el problema?

El guión de Phoebe Waller-Bridge es un híbrido totalmente extraño.  Si bien es cierto que es bastante arriesgado y eso no solo es bueno, sino que sorprende al espectador medio y al ya experimentado, también es cierto que toma elementos que son difíciles de digerir.  Pero no quedándose con esto, también nos entrega uno de los peores villanos de la saga de Craig, casi al mismo nivel de Dominic Greeve, el villano de “007: Quantum of Solace” (si, se que no lo recordaban).

Y el problema no es del actor Rami Malek quien hace todo lo que pueda y de muy buena forma, sino del mismo guión, que además de no dar un buen desarrollo al villano, se conforma a convertirlo en un personaje acartonado y sin gracia.  Que su plan sea el que se revela al final no solo es absurdo sino anticuado (algo que vimos en la saga de Bond hace más de 20 años).  A todo esto, tenemos la problemática de lagunas del mismo guión que en su afán de ser una serie continuada donde la narración está seguida por una línea de películas anteriores, hacen que sea tedioso.

Considerando este hecho y viendo la película por lo que es, pues funciona perfectamente para entretenerse y pasarlo muy bien.  Como filme de James Bond es buena.  En la escala de las de Daniel Craig, está por debajo de “007: Skyfall”.  Y si la experiencia es buena, pues es recomendable.