Argylle es el nombre de un espía britanico de una novela de ficción.  Su autora, Elly Conway un dia se vera en un serio problema cuando un agente secreto real se le acerca para decirle que lo que escribe en sus libros es algo que realmente está sucediendo en el mundo y varias organizaciones criminales andan detrás de ella porque quieren saber cómo es que ella conoce todo eso.

Hasta ahí el nuevo filme de Matthew Vaughn, director de Kick Ass y Kingsman, se presenta como una propuesta básica y sin muchos elementos interesantes que aportar.  Disparatada en muchos aspectos y con un humor casi ridículo, el film avanza entre secuencias de acción y combates violentos, ligeramente frivolizados, mientras se acompaña de subrayados musicales y cámaras lentas. A pesar de este espectáculo, el guión se acaba sosteniendo demasiado en los constantes giros haciendo que sea cansona y hasta en momentos, torpe.

Porque Argylle tiene giros de sobras.  Si los primeros tres realmente sorprenden, ya a partir del cuarto empieza a dar señales de agotamiento y es aun peor cuando tira una escena post crédito con otro giro que supone el futuro de la franquicia y en consecuencia, el ataúd de otra.

Entre sus aspectos positivos se encuentran las actuaciones del dúo protagonista que son Bryce Dallas Howard es sumamente divertida y logra hacer que uno empatice con ella, al menos en gran parte del filme, mientras que Sam Rockwell, es bien sabido que sabe lo que hace y al igual que Bryce, logra hacer clic inmediatamente con el espectador al aparecer en pantalla.  Henry Cavill, con lo poco que tiene, hace lo que puede, por lo que logra un papel un tanto plano, parecido al de Witcher pero sin la voz.  Algún día lo veremos actuar totalmente suelto.  Bryan Castron, Catherine O’Hara o Samuel L. Jackson salen en pantalla para cobrar el cheque aunque no es que hagan un mal trabajo.

Otro punto positivo está en una buena elección de canciones en sus momentos de disputas, las cuales todas son épicas y les dan un buen plus a las secuencias de acción, que ya por sí solas son muy positivas.  Aunque no llegan a niveles de John Wick o Misión Imposible, si están lo suficientemente bien logradas para entretener, pero muy por debajo de lo que el director siempre ha brindado, esperando una escena muy similar a la de la iglesia en Kingsman, que nunca llegó.

El montaje da lugar a algunos de los mejores momentos de humor gracias al gato de la protagonista y a su relación, aunque los efectos chirrían un poco.  Y es que Argylle se vende como una carta de amor al cine de espionaje, con el característico estilo del director, pero no llega a donde se esperaría, y es una lastima porque el año pasado tuvimos Mission Impossible: Dead Reckoning Part I, que si se convierte en una verdadera carta de amor al cine de espionaje.

Para iniciar el año, no está mal pero carece de la fuerza que se esperaba del director, de la historia y de los personajes.  Tal vez si hubiese recortado un poco más, hubiese logrado un mejor producto final pero al final del día es simple y llanamente una película entretenida pero olvidable.