A estas alturas uno espera que The Handmaid’s Tale empiece a ir puliendo el argumento para dar final a su historia.  Sin embargo aquí estamos, esperando a ver que sucede.

No me malinterpreten.  Me gusta la serie y está en el top de lo mejor del año pasado, pero esto va para largo.  Ya desde la temporada pasada había dicho que a pesar de encontrarla buena, tenía pocas ganas de avanzar y se sentía estancada.  Y es que el guión ya no tiene la suficiente fuerza para mantener la historia.  ¿No será la salvación de June el escapar de Gilead? ¿Que ahora que escapó y está en Canadá su plan es volver y ella misma es quien piensa derrocar y destruir Gilead?

Y es que, durante las demás temporadas se notaba un avance significativo tanto en la trama de Jules, su evolución como personaje, la evolución de las demás mujeres dentro y fuera de Gilead, y lo más importante: como era el mundo antes de esto.  Y ojo a eso, porque estamos en el punto en que nuestro personaje está en otro país donde hay otras reglas, por ende el espectador necesita la comparación y saber, ahora más que nada, cómo se llegó a donde se llegó.  La serie podía haber aportado más hechos del presente, pasado de este mundo, teniendo en cuenta que contamos con 10 horas de metraje.  Porque esta sociedad queda escasamente descrita, más que unos pocos uniformados con jerarquías y misiones no tan claras.  ¿En serio no pueden revelarse los cientos de miles de mujeres y hombres en contra de esta dictadura y derrocarlos? ¿Por qué no? Se nos dijo que llegaron a tomar Estados Unidos en su totalidad, pero, ¿cómo? ¿bajo qué amenaza tienen al pueblo tan sumiso? Pero aún tenemos más, porque Canadá no quiere verse en esa situación, entonces, ¿cómo es que se llega ahí?

La serie en esta temporada se ha enfocado exclusivamente en crear una lucha psicológica entre la protagonista y la villana principal, la cual si funciona perfectamente pero se extiende demasiado dejando pasar otras oportunidades de desarrollo con objetivos más claros.

Hablar de The Handmaid’s Tale y sus protagonistas es hablar de calidad.  Elisabeth Moss es una roba pantalla por excelencia.  Una actriz completa.  Mientras que Yvonne Strahovski no deja de sorprender y también se roba la pantalla.  Los papeles de los demás han sido relevados a un segundo plano de forma tan descarada, donde se ha dado un empuje exagerado al personaje de Nick, interpretado por Max Minghella con solvencia y a Bradley Whitford, que a veces uno suele olvidar a todos los demás que no sean June o Serena.

En cuanto a lo cinematográfico, pues lo de siempre.  Todo momento de primeros planos y primerísimos planos, a menudo con contrapicado, panorámicas fluviales y planos cenitales, para buscar esa atmósfera claustrofóbica que lo consigue.  La fotografía siempre interesante invita al espectador a deleitarse con muchas imágenes.  En la dirección están tan contentos con Moss, que ha servido para dirigir uno que otro capítulo y bastante interesante los planos y decisiones que toma.

En definitiva, The Handmaid’s Tale no cae en una serie mala, pero si cae en que esta temporada podría haber brindado mucho mejores cosas que las anteriores y empezando a pulir el camino para la temporada que viene que será la final.