Martin McDonagh conquistó a la crítica internacional y a un público selecto con su “In Bruges”, luego conquistó a todos con “Three Billboards Outside Ebbing, Missouri” y ahora vuelve con “The Banshees of Inisherin”, la cual es igual de buena que su anterior película.
Cabe destacar que el filme de McDonagh es una parábola sobre la crueldad de las personas ante una guerra. Habrá quien se quede sólo en la superficie y tilde la película de absurda, pero los que busquen la lectura que hay debajo encontrarán una potente historia situada en un microcosmos que refleja todo un país -cualquier país o sociedad-, enfatizada por el tiempo en que transcurre. Tenemos dos protagonistas, grandes amigos y siempre unidos, que por una nimiedad unilateral rompen su relación. No importa que no exista un motivo o que los alegados sean absurdos. Es una parábola, y nos habla de lo absurdo de las guerras civiles, entre hermanos, entre amigos íntimos. Los motivos son lo de menos, el resultado es lo de más.
Rodada en la pintoresca isla de Inishmore en Irlanda, el paisaje es un gran aliado de esta historia triste que consigue hacerte sonreír en multitud de ocasiones. El guión de McDonagh analiza muy bien la obstinación y el orgullo de las personas al mostrarnos esta pequeña pelea sin motivo alguno entre amigos de toda la vida, mientras que cerca están luchando en la guerra.
Colin Farrell (The Batman) y Brendan Gleeson, vuelven a trabajar con el director de forma solvente, principalmente Gleeson que se alzó con el premio a mejor actor en el Festival de Venecia junto a mejor guión que se llevó la película. Los dos actores están perfectos, con unas interpretaciones muy sentidas, que hacen que te metas de lleno en esta extraña y a la vez conmovedora historia llena de humor negro.
La rudeza de los comportamientos genera unos cuantos momentos de violencia inolvidables, pero también de humor que funciona de manera aceitada. Y ello sin perder la mirada empática y cariñosa hacia el devenir de los protagonistas de The Banshees of Inisherin.