Recuerdo vívidamente cuando vi Lilo y Stitch en el cine con mi madre y mi hermano. Un mega éxito que se tradujo en millones de ventas en VHS y la nueva tecnología del momento, los DVDs, ser una de las favoritas en El Maravilloso Mundo de Disney, y hasta tener no uno sino tres programas de televisión. La idea de mezclar una historia de ciencia ficción de extraterrestres con el paisaje paradisíaco de Hawaii y soundtrack de Elvis Presley era tan creativa e inesperada que, o funcionaba muy bien, o era un desastre. Y, con suerte para Disney, fue lo primero.

Así que era obvio que tarde o temprano llegaría la hora en la que la compañía de Mickey querría contar esa historia de nuevo, siguiendo su tendencia de adaptar sus éxitos dorados a live actions como Mufasa y Blancanieves. Estos, como todos los demás, han estado acompañados desde el día uno con controversias sobre el cast, las decisiones artísticas y los cambios en la historia.

Escapando de una condena segura, el experimento 626, un adorable monstruo híper inteligente, fuerte y programado para la destrucción huye al planeta tierra. Llega a Hawaii, donde, para escapar de sus perseguidores, su creador Jumba (Zach Galifianakis) y el agente Pleakley (Billy Magnussen de Roadhouse y No Time To Die), se convierte en la mascota de Lilo, una peculiar niña que vive con su hermana mayor Nani, la cual batalla para mantener su custodia legal. Lilo nombra Stitch a su nueva mascota, y juntos sembrarán caos en la isla, a veces de manera intencional, otras veces no tanto.

 Como adaptación, veremos una historia fiel con ligeros cambios hasta la mitad, luego del cual toma decisiones artísticas más divorciadas del material original. Es entretenida porque se basa en proyecto sólido que demostró funcionar, divertir y emocionar una vez. Debo decir que el casting hizo un trabajo estupendo al encontrar a Sydney Agudong como Nani e introducir a Mia Kealoha como la pequeña Lilo, la perfecta niña hawaiana peculiar y llena de energía.

El diseño de personajes se mantuvo igual en casi todos los casos, con la excepción de que tanto Jumba y Peakley, ambos extraterrestres bastante llamativos, se transformaron en humanos para pasar desapercibidos en Hawaii. Una explicación que quizás era bastante innecesaria en la caricatura original, ya que parte del chiste era que nadie cuestionaba su obvia apariencia alienígena. Precisamente este punto se presta para explicar por qué esta versión es menos funcional: al presentar este tipo de fisiologías en vida real, la vista es más amenazante y, por ende, menos llamativa para su público infantil (un saludo a la Gran Concejala). Quizás esa es la razón por la que el capitán Gantu, el mastodóntico villano original que captura a Lilo y Stitch, no aparece en esta entrega. Y ese, precisamente, es el mayor error.

El convertir a Jumba, el creador de Stitch, en el villano es una decisión perezosa en cuanto a escritura y economía de la duración, especialmente considerando que esta versión sigue siendo más larga que la del 2002. Quitándole todos sus matices como personaje, lo vuelve un ser plano y carente de complejidad más allá de sus intenciones de destruir. Un “científico loco”, que es precisamente lo que Jumba no es. O no del todo, como bien le dice Nani a Lilo sobre su comportamiento.

Como recordaremos, el desarrollo central de la historia gira en torno al concepto de Ohana, que significa familia. Y la familia nunca te abandona, ni te olvida. En estos días ha habido mucha controversia sobre la que fue la mayor variación de esta versión. La película concluye con Nani, que era una joven promesa de la biología marina, yéndose a Estados Unidos continental para estudiar, y visitando a Lilo, que ahora está en un hogar de crianza, a través de un portal.

Cuando lo leí me pareció una tragedia, y mató mis ganas de verla. Sin embargo, debo admitir que es una de las partes que mejor trabajadas y establecidas están desde el principio, por el simple hecho de que Lilo no pasa a una casa de acogida con desconocidos, sino que vive con su vecina Tūtū, quien era ya parte de su vida y fungía como una especie de abuela para ella y Nani. Es decir, Tūtū y David, el interés romántico de Nani, ya eran parte de su Ohana. Nani lo seguía siendo, aunque en ese período de su vida estaría más lejos de Lilo. No fue una decisión popular, y sigue siendo estúpido enviar a un residente de Hawaii, que tiene una de las mejores universidades de Biología Marina del mundo, a Estados Unidos continental. Pero Ohana puede verse diferente en algunas temporadas, y el mensaje sobre la importancia de mantenerse juntos, aunque sea de otra forma, permanece. Y esa es la realidad para muchas familias que es válido comunicar a su joven audiencia. Lo que quiero decir es que puedo entender de donde viene la decisión, puedo entender que Nani no tenîa las herramientas en ese momento de su vida que Tūtū sí tenía, y que no por eso deja de ser su familia. Aunque al final, la historia se quede corta de matices.

Algo que noto también es la necesidad constante de Disney explicar a la audiencia lo que sucede en cada escena dejando atrás todo subtexto. Por ejemplo, Cobra Bubbles dice que está para defender a las personas de Estados Unidos, a lo que Tūtū responde “¿y qué cree que somos nosotros?” En una nada sutil crítica al trato que reciben los locales de parte de los ciudadanos americanos. En contraste, la versión original utilizaba ejemplos más agudos, como el hobby de Lilo fotografiar a los turistas más estrafalarios.

Sin embargo, creo que considerando todo lo anterior, podemos concluir que Lilo y Stitch se mantiene como una de las mejores adaptaciones live action, lo cual no es muy difícil porque la barra es muy baja. Pero logra entretener, encantar y conmover. Stitch permanece como uno de los personajes más queridos de Disney, y eso, quizás, salva este remake.