No tengo dudas algunas de que cuando David Maler trabajo en “Cuarencena”, hubo ligeros coqueteos con peliculas como “The Menu” o “The Invitation”, pero dandole un giro mas hacia el humor negro y la satira ácida.

La premisa es sencilla como moderna: un chef y su esposa, en medio de una pandemia, deciden hacer una cena en su casa e invitar a sus amigos mas cercanos.  Con esta premisa el director y guionista, toma lo necesario para ir lanzando dardos a diestra y siniestra, dotando la narración en una línea que finalmente salta entre el drama y el humor, sin despeinarse.

Y es que, a pesar de que la película está contada en episodios (en cinco tiempos como si de una cena se tratase), el desarrollo tanto de la historia como de sus personajes, está tan bien realizada que es difícil no congeniar con algunos de ellos, o al menos entenderlos.


Los personajes van teniendo justificación y sentido en la medida que provocan sus propios estadios de comportamientos como es el caso de Mateo (Luis José Germán), ese particular chef que maneja los hilos y la dirección de la historia, Claudia (Soraya Pina), su esposa que revierte parte de su ira en la frustración de no haber podido ser como lo hubiera querido; Aurora (Elizabeth Chahin) que comparte ciertas aspiraciones sentimentales con Joana (Isabel Spencer), esta última quien gravita como un péndulo sobre su vida y emociones.

También la dualidad de Carmen (Nashla Bogaert) quien se mueve entre la incertidumbre y la cordura; Chompi (Frank Perozo), un personaje apático que solo mira las oportunidades y motor de los mejores momentos de la historia; Jonás (Joshua Wagner), hermano de Mateo quien no encuentra salida para encontrar sus propias aspiraciones y Jorge (Richardson Díaz), un incógnito quien modifica la perspectiva del relato en su último acto.

En las actuaciones todos están de maravilla, pero Isabel Spencer y Soraya Pina, son quienes más destacan y absorben a los personajes de tal forma que es difícil no imaginar otra persona en este papel que no sean ninguna de ellas dos.


En cuanto a lo técnico, Cuarencena sabe lo que hace.  El diseño de producción a manos de Shaina Cohen está bien elaborado y subjetivamente tratado para crear algo en el espectador pero también para marcar lo que nos avecina con esos colores rojos en las paredes (no es adrede que están ahí), porque está lleno de alegorías.  Lo mismo con las sombras, muy bien trabajadas gracias al trabajo de Luis Enrique Carrión.

En definitiva, Cuarencena es una buena comedia dominicana que sabe aprovechar los momentos y con una dirección muy aceptable que invita al espectador a entrar en el juego junto a los personajes.