En algún lugar leí que la historia de un país latinoamericano es la historia de todos ellos. La veracidad de esa frase es cuestionable, pero en la película de 1985, Kiss of the Spider Woman, la dictadura militar brasileña reemplaza a su vecina, la dictadura militar de Argentina, país donde transcurre la novela original. Y aun así, la historia sobre desapariciones, censura y tortura sigue funcionando a la perfección. 

Kiss of the Spider Woman cuenta la historia de Valentín Arregui y Luis Molina, dos reclusos en una prisión en medio de la dictadura. Valentín está preso por formar parte de un movimiento de izquierda que busca derrocar el gobierno. Molina, abiertamente homosexual, guarda prisión por alegada corrupción de menores. 

Entre ambos se forma una relación estrecha, forjada sobre todo a partir del escapismo que Molina le ofrece a Valentín al contarle, con lujo de detalles, sus películas favoritas. Kiss of the Spider Woman hizo historia al convertirse en el primer filme brasileño en ser nominado a Mejor Película, además de ganar el Óscar y BAFTA al Mejor Actor.

Asimismo, esta película comparte una historia muy especial con Puerto Rico, pues la misma estaba protagonizada por el legendario actor boricua Raúl Juliá. Sospecho que cuando Jennifer López decidió adaptar el musical homólogo, lo tuvo en cuenta para invocar sus laureadas capacidades actorales. 

En el musical, volvemos a la dictadura militar argentina, caracterizada por sus miles de desapariciones forzadas (muchísimas más que en Brasil), centros clandestinos de detención y manipulación de información. 

En esta ocasión, Valentín es interpretado por el veterano Diego Luna (Narcos: México), intérprete mexicano que destacó en Hollywood mucho antes que Pedro Pascal (Materialists), aunque al último se le da más crédito como pionero. Pero bueno, ese es otro tema. Al exuberante Molina le da vida Tonatiuh (Carry On), cuya extravagante personalidad llena la pantalla en cada escena en la que aparece. Jennifer López completa el trío como Ingrid Luna/Aurora/La Mujer Araña. 

Molina le cuenta a Valentín todo sobre su actriz favorita, Ingrid Luna, y su película Kiss of the Spider Woman. Somos introducidos mediante la vívida imaginación de su narrador a la historia de Aurora, una editora de moda. Aurora se enamora de Armando, un galán de telenovela a quien la mente de Luis visualiza como Valentín. Juntos, lucharán contra la maldición que su aldea enfrenta: la Mujer Araña. 

Esta película dentro de la película sirve de contraste a las gélidas y grises escenas de la celda en la que Molina y Valentín están recluidos. En ella, el director Bill Condon, quien también dirigió la icónica Dreamgirls, le saca el mayor provecho para dar vida a escenas que son puro eye candy: bien estilizadas, coloridas y vistosas. Se rinde homenaje tanto a Broadway, con pasos y números clásicos que por momentos recuerdan a Chicago, como al technicolor, con vívidos colores y montajes que celebran al Hollywood de la edad dorada del cine. 

JLo, al igual que The Rock en The Smashing Machine, ha buscado crear a la fuerza un papel que le vaya a la perfección, en su caso, como bailarina y cantante, para poder demostrar sus dotes actorales y así ganar premios. Pero, aunque la diva del Bronx dio números de baile, looks y canto como nunca, es opacada por sus dos protagonistas, especialmente la sensible interpretación de Tonatiuh.

La verdad, antes de saber la existencia de la obra de Broadway, se me hizo extraño que una historia sobre represión política, persecución a personas LGBTQ+ y tortura se adaptara a musical. Pero con Aurora y Armando como contrapunto, en lugar de las distintas películas que Molina contaba originalmente (una de ellas abiertamente propaganda nazi), sí puede resultar tentador. Esta adaptación es especialmente notable en las primeras escenas, pues los primeros diálogos entre Molina y Valentín se sienten sumamente teatrales.

Dicho todo esto, ¿logrará Kiss of The Spider Woman su cometido como Oscar bait? Es posible, pero no pasará de ser nominada. Es difícil que López pueda estar a la altura frente a Teyana Taylor o Regina Hall por One Battle After Another. Lo que sí podría lograr es una nominación al Golden Globe por Comedia o Musical, así como en aspectos técnicos, ya que su dirección de arte, iluminación y fotografía son hermosas, sobre todo en los números musicales. 

¿Es Kiss of the Spider Woman para todo el mundo? Nunca lo ha sido. Sus temas siempre han resultado incómodos y su abordaje es aún más explícito que su primera adaptación. El hecho de que sea un musical también resulta ser un no-no para muchas personas. Sin embargo, si se le ve como una exploración a cómo el arte puede ser un escape al dolor y unirnos en la desesperación… sigue funcionando.

Ya sea como libro, obra, musical de Broadway, o como en este caso, película.

Veredicto

Kiss of the Spider Woman es un proyecto con mucho ego, que busca utilizar su latinidad y queerness como punto de venta. Pero, sigue siendo una hermosa producción con tres actuaciones estelares que cuentan una historia atemporal. Si gustas de musicales, es imperdible.

7 / 10

Amo las películas sobre deportes de combate. Son emocionantes, satisfactorias y sumamente entretenidas. Mientras que en el boxeo contamos con filmes tan queridos como la saga de Rocky, la magnífica The Fighter y la casi perfecta Million Dollar Baby, las artes marciales tienen el clásico Karate Kid, y la lucha libre nos regaló a Nacho Libre y la hermosa The Iron Claw.

Este año, Benny Safdie (codirector de Uncut Gems, y actor en Oppenheimer) llevó su pasión por estos deportes a la gran pantalla de la mano de A24. Se trata de la historia de Mark Kerr, apodado The Smashing Machine, un luchador olímpico y peleador de artes marciales mixtas, campeón de la UFC y de su equivalente japonés, la PRIDE FC. Y para ello se apoyó en una de las estrellas más costosas de la actualidad: Dwayne «The Rock » Johnson (Black Adam).

Para nadie es secreto que Johnson desea ser tomado más en serio en la industria, ansioso por premios, reconocimientos y el no ser recordado como el tipo que hacía de sí mismo en todas las películas. Para The Smashing Machine, incluso aceptó una reducción de su sueldo regular de veinte millones de dólares a cuatro. Y claro, escoge el mundo de los deportes que conoce tan bien: The Rock ha sido siete veces campeón de la WWE.

Sin embargo, pese a que su actuación cumple con los parámetros para considerarse buena, esta lamentablemente se ve afectada por una dirección y guion deficientes que lastiman el producto final y aburren a la audiencia.

El principal problema de The Smashing Machine es que resulta anticlimática a más no poder. La historia se presenta de una manera dispersa y aérea, enseñándonos la tumultosa relación de Mark con su compañera sentimental, Dawn (Emily Blunt de Oppenheimer y A Quiet Place), algunas de sus peleas y el comienzo de su adicción a los opioides. Pero, sin construir un momentum para las escenas, no existe una recompensa para la audiencia. Y eso, en una película sobre deportes, es imperdonable.

Parece una dramatización de hechos que Safdie asume que la audiencia conoce sobre su protagonista, pues por momentos se siente como un passion project de un fan de las artes marciales mixtas. Lo cual sería aceptable si no se tratara de una producción de más de 50 millones de dólares, mercadeada como una película para premios y la gran revelación de The Rock como un actor competente.

Con escenas que no llevan a ningún lado, se alarga un guion de por sí disperso que, con dos horas y seis minutos, es injustamente largo para la historia que finalmente se nos cuenta. Por ejemplo, si bien se nos presenta el tema de su dependencia a las sustancias, buena parte de su arco al respecto es manejado fuera de la pantalla. Y así, mismo sucede con el caso de su relación con Dawn, en la que sus aparentes rupturas y reconciliaciones se repitieron a lo largo de los años que abarca la película, pero no escatima minutos en presentarnos a ambos en una feria montándose en distintas atracciones.

Otro aspecto que se toca es la relación de Kerr con su tocayo, Mark Coleman, quien fungió como su entrenador y amigo personal. Coleman, quien llegó a ser Salón de la Fama de la UFC, es retratado como una influencia positiva en su vida y un gran amigo, contrastando en ocasiones con las luchas de su colega. Este es interpretado por el artista marcial y Campeón Mundial de Peso Pesado de Bellator, Ryan Bader, a quien en su debut como actor entrega una sólida interpretación.

En The Smashing Machine se hizo un buen trabajo para presentar ambas partes de la relación entre Mark y Dawn, y por qué esta no funcionaba para ninguno de los dos. Mark, que es mostrado como un ángel en la calle, amable con todos, no necesariamente transmitía esa energía en el trato a su pareja, descuidándola en ocasiones.

Mientras tanto, Dawn a su vez era incapaz de empatizar con sus luchas, robándole la paz que necesitaba en sus momentos decisivos, y prefiriendo mantenerlo en una relación de codependencia. Y, sin embargo, no podían vivir el uno sin el otro. Esto, que quedó bastante claro, me parece que es una de las fortalezas de la película, y resulta hasta gracioso ver cómo Blunt iguala y por momentos supera a The Rock en la calidad de su actuación con poco esfuerzo.

En los aspectos técnicos, si bien la dirección de arte y vestuario nos transportan impecablemente a los noventa y principios de los dos mil, la colorización y edición deslucen este trabajo, con escenas teñidas o quemadas de una manera que no corresponde con el resto del pietaje, restándole coherencia visual.

Al final, se siente como si el único arco que a Safdie le interesaba contar era el de Mark como persona, desde la soberbia hasta el contentamiento. Es un proyecto hecho con cariño, pero le faltó dirección.

Veredicto

Incluso los amantes de las películas deportivas vamos a tener que esforzarnos por perdonarle a The Smashing Machine su deslucido ritmo. Sin embargo, las actuaciones de Johnson y Blunt son dignas de contar una historia valiosa, que merecía ser conocida.

 

6 / 10

En los últimos años, y gracias al streaming, The Office se convirtió en una de las sitcoms más populares de Latinoamérica. Uno de los pocos remakes americanos de series británicas que funcionaron, la adaptación de la serie de Ricky Gervais se caracterizó por su humor “cringe” y sus versiones no tan exageradas de personajes que puedes encontrar en cualquier oficina.

The Office seguía, en forma de documental, a los empleados de Dunder Mifflin, una compañía de papel en Scranton, Pensilvania. Protagonizada por un Steve Carell (The Morning Show) haciendo del jefe incómodo de tener, finalizó su emisión en 2013 tras nueve temporadas que se insertaron con fuerza en la cultura popular a través de memes y frases icónicas.

The Office, sin embargo, se ha convertido en una cápsula de tiempo de un mundo que ya no existe. Solo basta ver cualquier episodio para darse cuenta de que una compañía que se dedicaba exclusivamente a vender papel no hubiera sobrevivido a la economía de hoy. Además, tras una década que se caracterizó por combatir el comportamiento inapropiado en el ambiente laboral, a un personaje como Michael Scott no le hubiera ido muy bien, y esas son declaraciones del mismo Steve Carell. Por eso, cuando se anunció The Paper, su spin-off en el que el mismo crew documental regresaría, las expectativas estaban muy bajas.

Más de 10 años después del final de The Office, descubrimos que Dunder Mifflin ha sido absorbida por el conglomerado Enervate, cuyo producto estrella es la marca de papel de baño Softees, y que de paso tiene un periódico que nadie lee, el Toledo Truth Teller (TTT), en Toledo, Ohio. En el primer episodio, conocermos a Ned Sampson (Domhnall Gleeson de Star Wars: The Rise of Skywalker), un entusiasta del periodismo que, tras consagrarse como el mejor vendedor de la compañía, asume como editor en jefe del TTT, reemplazando a la intensa y temperamental editora interina Esmeralda (Sabrina Impacciatore de The White Lotus), quien buscará venganza.

Complementan el elenco la diagramadora y veterana militar Mare (Chelsea Frei), la única persona con experiencia real en periodismo, Nicole (Ramona Young), la ansiosa evitadora de conflictos, el religioso y obtuso Adam (Alex Edelman), el vendedor de Softees y entusiasta de la pesca Travis (Eric Rahill), la contable Adelola (Gbemisola Ikumelo), el veterano periodista del TTT y decrépito Barry (Duane Shepard Sr.), y la masculinidad performativa hecha persona, Detrick (Melvin Gregg). Además de Oscar (Oscar Núñez), quien es el único miembro de Dunder Mifflin que regresa, con PTSD por su exjefe Michael y por exponerse en el documental.

Algo muy positivo sobre este grupo es que no son copias a carbón de sus contrapartes en la serie original, sino que son personajes nuevos, combinaciones de personalidades más frescas y actuales que, igualmente, puedes encontrar en cualquier ambiente de trabajo. Y, al igual que su serie madre, con excepción de sus respectivos jefes (Steve Carell y Domhnall Gleeson), la mayoría de personajes no son actores reconocidos pero sí personas que tienen una trayectoria en comedia, stand up comedy e improvisación. Gbemisola Ikumelo incluso tiene un BAFTA por un cortometraje.

Y claro, algunos estereotipos se mantienen: Adam es tan bobo como lo era Kevin, pero se le añade el elemento de su religiosidad y su consecuente familia numerosa. Y Barry, que lleva desde los años sesenta en el periódico, está ocasionalmente tan perdido como el favorito de los fans, Creed Barton, a la vez que recuerda por momentos al taciturno Stanley. Pero ahí terminan las similitudes.

Ned invita a este poco probable grupo de caracteres a construir un periódico enfocado en las noticias locales de Toledo, lo que traerá situaciones graciosas, originales y con ese toque de humor absurdo que Greg Daniels le da a todas sus producciones, que incluyen Parks and Recreation y Brooklyn 99. El elenco hace lo suyo dándole vida a la absurdidad de la vida cotidiana con deadpan, ingenuidad momentánea, y sobre todo mucha autenticidad.

The Paper es, quizás, el spin-off que necesitábamos. Alegre, optimista, ingenuo y que no explota la notalgia que produce. El TTT no es un éxito inmediato, después de todo, el periodismo, al igual que el papel hace 20 años, es una industria que está muriendo. Pero, en palabras del gran Michael Scott, un negocio está hecho de personas. Y las personas que tiene el Toledo Truth Teller, tienen mucho con lo que hacernos reír.

Actualmente, las series ya no tienen tiempo de madurar en la audiencia antes de atraparla. Este proceso solía ser normal, y su misma serie madre pasó por ella; la primera temporada de The Office no gustó mucho y estuvieron a punto de cancelarla de no ser por el éxito de The 40 Year Old Virgin. No obstante, hoy en día, si no hay triunfo absoluto en los primeros episodios, los programas no tienen oportunidad, como le pasó a How I Met Your Father, que fue cancelada tras dos temporadas.

Personalmente, llegué a ver comentarios en redes sociales sobre como The Paper tenía el aspecto de ser “cancelada luego de la primera temporada”. Y sin embargo, aun antes de su estreno la reacción ha sido tan positiva que ya se aprobó su segunda temporada. Se toma lo justo de The Office para sentarla como base de su historia, pero en 10 episodios logra establecer su ritmo, sus personajes y el tipo de narrativas que quiere llevar en una compañía a la que, sabemos como audiencia, le juega todo en contra. Al parecer The Paper, al igual que el Toledo Truth Teller, es el underdog que estamos subestimando.

Veredicto

The Paper, más que apoyarse desesperadamente de la nostalgia de The Office, lo utiliza de punto de partida para contar su propia historia. Y esas son buenas noticias.

8 / 10

Desde la invención del cine, Nueva York ha sido el escenario de innumerables películas. Con el paso de las décadas, la evolución de la ciudad ha sido ampliamente documentada. Pero el Nueva York de los 90s es particularmente especial. En un momento en el que la ciudad se transformaba y era el centro de todo, nos regaló las comedias románticas de Nora Ephron, clásicos como Home Alone II y obras maestras como Goodfellas. Y es también el escenario de la historia de Hank Thompson, el protagonista  de Caught Stealing.

Hank, interpretado por Austin Butler (Dune II) es un ex beisbolista cuyos sueños quedaron frustrados tras un accidente automovilístico, pasado del que huye mudándose a Nueva York, donde trabaja como bartender. Tiene una novia paramédica, Yvonne (Zoë Kravitz de The Batman) y es muy cercano a su madre, con quien habla todos los días y comparte su pasión por los Giants de San Francisco.

Una noche, su vecino Russ (Matt Smith de The Crown y Dr. Who) tiene una emergencia familiar y le deja a cargo su gato, Buds. Ese pequeño favor desencadena una serie de situaciones en las que termina envuelto. Ahora, Hank está involucrado con la detective de narcóticos Roman (Regina King), la mafia rusa, narcotraficantes judíos, y al Colorado, interpretado por Bad Bunny (Bullet Train).

Como muchos protagonistas, Hank estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado. Su historia comparte paralelismos con John Wick, y siendo por momentos su opuesto, Caught Stealing nos entrega dos horas de puro entretenimiento con un ritmo que nunca decae.

Cuenta con buenas actuaciones, destacando King, Kravitz y un Matt Smith graciosísimo. La química entre Butler y Kravitz es envidiable. La única excepción es Benito, cuyo carisma no le salvó de convertir sus escenas en un skit de SNL en el que recitaba sus líneas en inglés embotelladas. Pero la estrella (superestrella, realmente) en todo el sentido de la palabra es Butler, quien carga con el peso de la historia ininterrumpidamente, y cuya transformación, como la ciudad, es plenamente evidente.

Darren Aronofsky se divorcia de su estilo habitual, más enfocado en contar historias sobre la obsesión y el dolor humano con películas como The Whale, y entrega una propuesta disfrutable para todas las audiencias. Adaptada de la novela del mismo nombre de Charlie Huston, estructura la historia de tal forma que vamos conociendo poco a poco a Hank, sus temores, su pasado, su problema de alcoholismo y sus razones tras su accionar.

Algo que noté es el cuidado a la estética y la apariencia en la dirección de arte, que desde el vestuario, la construcción de cada set y de la ciudad nos presenta a los 90. Se sentía que en cualquier momento podía salir Jerry Seinfeld con George Constanza. La ciudad, con sus luces, sus sombras, sus personajes y sus costumbres únicas, es el lienzo perfecto para este thriller comédico.

También aprovecha cada ocasión posible para mostrar a Butler sin camisa, increíblemente sin entorpecer la historia. Cada escena sirve un propósito, y el resultado es una explosión de humor negro que mantiene al espectador enganchado y atento a los constantes giros. Caught Stealing tiene algo para todos, y en una época en que la industria que insiste en alimentarnos de remakes y secuelas, viene a ser ingeniosa y refrescante. Go Giants!

Veredicto

En Caught Stealing tenemos una propuesta divertida, entretenida y emocionante que continúa cimentando a Austin Butler como una de las estrellas de cine de nuestra generación.

8 / 10

Estoy completamente convencida de que hay proyectos cinematográficos que se producen simplemente para que el director se autocomplazca plasmando en pantalla sus fantasías particulares. Honey Don’t parece ser ese tipo de filme, en el que Ethan Coen, quien junto a su hermano Joel ha escrito, producido y dirigido algunas de las mejores películas de los últimos 30 años (incluyendo No Country for Old Men), demuestra la falta que le hace trabajar con él.

En Honey Don’t, está el intento de contar la historia de Honey O’Donahue, una detective lesbiana, algo que el guion nos recuerda cada quince minutos. Honey se ve envuelta en una serie de desapariciones y asesinatos en una pequeña ciudad en California, que parecen llevar a una secta liderada por el mismísimo Chris Evans (Materialists, The Gray Man). En el camino conocerá a una atractiva policía, MG, interpretada por Aubrey Plaza, con quien empieza una relación sexual que el director enfatiza con escenas largas y gráficas.

Las mismas se ven interrumpidas por momentos de violencia tarantinescos que conforman lo mejor de la película: asesinatos gráficos y ridículos coreografiados para ocasionalmente arrancar carcajadas a la audiencia.

Uno de los temas predominantes de los Coen es Americana, la exploración de la cultura, costumbres y particularidades de la vida en Estados Unidos más allá de la glamurización de Hollywood, y este aspecto lo vemos en los una fotografía más que decente, con cuya colorización recuerda a No Country for Old Men. Honey parece vivir en un momento atemporal, en el que la tecnología no parece ocupar la prevalencia que tiene hoy día, pese a ambientarse en 2021. Esto lo vemos en su renuencia a usar computadoras, su vehículo y su vestimenta. Sin embargo, ninguna de estas cualidades la salva de ser una historia a la que le falta al menos media hora de desarrollo, que parece haber sido terminada de forma rápida y que no cierra por completo las muchas subtramas que pretendía abrir.

Margaret Qualley viene de dar la mejor interpretación de su carrera con The Substance, que le ganó una nominación a los Golden Globes, a intentar salvar un guion insípido que poco hace por demostrar sus habilidades detectivescas. De hecho, casi nada de lo que la película nos muestra parece señalar si Honey es buena detective o no. En el caso de Chris Evans, sus dotes de actuación ya de por sí cuestionables le hacen la guerra a un personaje que en ocasiones funciona y en otras no. El personaje de Aubrey Plaza, MG, parece ser una versión unidimensional de su Rosa Díaz en Brooklyn 99. La actuación más salvable es la de Charlie Day, quien hace de su mismo personaje en It’s Always Sunny in Philadelphia y en consiguiente, ofrece los mejores deliveries de líneas.

El principal problema de Honey Don’t es que su historia no tiene sentido. No sentido de lógica, sino de dirección. Se siente como una serie de situaciones aleatorias que aparentemente tienen un punto en común, pero al final del día queda dispersa, apresurada y sin desarrollo. Los personajes aparecen y desaparecen como si los actores estuvieran cumpliendo horas para el Sindicato de Actores. Lo poco que sabemos, aprendemos y se nos repite de Honey tampoco lleva a ningún lado, al igual que los personajes que forman parte de su vida.

Y lo peor de todo es que Honey Don’t tenía muchísimo potencial para explorar el lado de las sectas estadounidenses, que tan son tan comunes en las áreas rurales. Pero no es aprovechado. Absurdismo muy serio, seriedad ridícula. No decide que ser porque no llega a ningún lado.

Los aspectos salvables de este proyecto son los técnicos, especialmente a nivel visual. Sigue habiendo una dirección de fotografía impecable. Vestuarios y decoraciones que aunque parte de nuestra década parecen contarnos una historia de otro tiempo más sencillo. Los momentos graciosos. Todo está colocado para contar una historia a lo Coen. Faltó la historia.

Veredicto

Honey Don’t es el ejemplo perfecto de cómo puedes tener un elenco con estrellas del momento bajo la dirección de un ganador del Oscar, y aún así fracasar rotundamente por un guion que se queda a medio cocinar.

4 / 10

  • Weapons

    Last night at 2:17 am every child from Mrs. Gandy's class woke up, got out of bed, went downstairs, opened the front door, walked into the dark ...and they never came back.

Cuando Zach Cregger lanzó Barbarian, que a este servidor le resultó interesante hasta la mitad, nunca pensé que con Weapons alcanzaría lo que en aquella vez no se consiguió.

Se trata de una película redonda, donde dirección y guion, a cargo de Cregger, funcionan con absoluta precisión desde el inicio hasta el desenlace. De hecho, cuando la narración comienza a mostrar señales de desgaste, el director corta de forma inteligente para entregar un cierre contundente. Y aunque el filme tenga ciertos altibajos (alguna escena cuestionable con el policía o dudas en torno a la aparición de Gladys), la estructura episódica contribuye a que todo encaje, al presentarse como un POV que permite justificar lo que pudiera quedar en el aire.

Weapons

La historia expone cómo 17 niños de un colegio, una noche mientras todos dormían, se levantan y salen de sus casas corriendo, sin volver a aparecer jamás. El pueblo está desesperado, los padres angustiados y nadie logra descifrar la causa de lo ocurrido. En paralelo, se presentan los puntos de vista de Justine, la profesora del centro; Archer, padre de uno de los desaparecidos; Marcus, el director; James, un drogadicto de la calle; Paul, un policía, y Alex, el único niño que no ha desaparecido.

Cregger fragmenta la narración en un rompecabezas cuyas piezas terminan por conectar en una tesis poderosa: cómo el dolor y la desesperación pueden convertirse en armas nucleares cuando el trauma es colectivo, desembocando en la implosión de toda una sociedad. Hay ecos de cine de autor camuflados en un thriller popular, con la ambición de un drama coral que recuerda a los primeros trabajos de Paul Thomas Anderson. Todo esto bajo la superficie de un terror psicológico sombrío que alterna lo perturbador con destellos de comedia negra que amplifican el desconcierto. Y, al mismo tiempo, funciona como alegoría del uso de armas en Estados Unidos, particularmente en los colegios, y del impacto devastador que generan en su entorno.

En Weapons se apuesta por una fotografía sobria, contrastes limpios y encuadres que parecen regular el oxígeno en cada plano. El montaje es paciente, casi cruel en la manera en que administra la tensión. La banda sonora, discreta pero de pulso inquietante, no busca protagonismo, aunque sí advierte al espectador que algo explotará sin que pueda anticipar cuándo. Josh Brolin ofrece una interpretación intensa y medida, mientras Julia Garner aporta una contenida tensión muy efectiva. El resto del elenco cumple con firmeza e incluso algún secundario logra brillar, como Amy Madigan en su papel de Gladys, un personaje inquietante que, con escasos minutos en pantalla, carga con gran parte del peso de la obra.

Cregger evita recurrir a trucos fáciles: prefiere construir, pieza a pieza, un laberinto narrativo que combina tensión pura, impacto y un humor tan negro como inesperado. Algunas decisiones pueden debatirse, pero la convicción con la que sostiene su visión logra que incluso los excesos resulten coherentes dentro del juego.

Quizá haya un sector de espectadores que no asuma la resolución de la trama; en ocasiones es necesario dejarse arrastrar por la propuesta. No existe una explicación lógica al enigma, y es ahí donde la fantasía se abre paso. Weapons es un viaje: dos horas hipnóticas en las que resulta imposible apartar la mirada de la pantalla, con una historia desbordante de giros e hilos narrativos entrelazados. Ese es otro de sus méritos, al tratarse de una obra coral donde cada personaje clave tiene su propio segmento, que se cruza con los demás y ayuda a encajar las piezas con sorprendente fluidez.

Veredicto

Un film de terror emocional con algo de humor negro muy inmersivo, una película que pasara claramente a film de culto, ya que posiblemente sea una de las mejores de estos últimos años.

8 / 10

Las películas de Walt Disney Studios de los 2000s son un género en sí mismas. Solo hay que pensar en sus mayores éxitos: High School Musical sentó un precedente que al sol de hoy continúa siendo influyente. Camp Rock y las Cheetah Girls, fueron repetidas una y otra vez en El Maravilloso Mundo de Disney, y grabadas de esta manera en la mente de toda una generación. Otra de las películas más recordadas de esos años dorados es, dependiendo de dónde hayas crecido, Un Viernes de Locos, o Freaky Friday.

La Dra. Tess Coleman (interpretada por la ganadora del Oscar por Everything Everywhere All at Once, Jamie Lee Curtis), terapeuta y viuda, se prepara para casarse de nuevo, pero tiene problemas con su hija Anna (Lindsay Lohan), una talentosa guitarrista y rebelde adolescente. Por medio de magia china, en el fin de semana de la boda intercambian cuerpos y tienen que vivir la vida de la otra, descubriendo así sus luchas, problemas y retos, llevándolas a comprenderse mejor.

Hollywood, manteniendo su tendencia hacia revivir su gloria pasada con remakes y secuelas, echó mano de esta amada película para ofrecer a la audiencia una segunda parte dos décadas después, con una Lindsay Lohan renovada tras años de escándalos y una laureada Jamie Lee Curtis. ¿Y el resultado? Sorprendentemente bueno.

Anna Coleman, veinte años después, es madre soltera (por elección) de una adolescente llamada Harper (Julia Butters de The Gray Man). Tiene una magnífica relación con Tess y hace malabares como productora musical de una cantante pop llamada Ella y su rol como mamá. Un día, un experimento fallido de Harper hace que Anna conozca a al padre de su compañera Lily, el chef Eric Reyes, interpretado por Manny Jacinto (Top Gun: Maverick). Ambos se enamoran instantáneamente y tras un montaje de unos pocos meses deciden casarse. Pero hay un pequeño problema: Lily y Harper no se soportan.

Y hay otro problema: Se supone que Eric y Lily venían a Los Ángeles solo por un año, tras el cual regresarían a Londres. Anna y Eric no han decidido si quedarse en Los Ángeles, o irse; y Lily está renuente a dejar Londres y los recuerdos de su madre fallecida.

La noche de la despedida de soltera de Anna, Harper y Lily conocen a una polifacética médium (que también es barista, gestora financiera e instructora de reiki, un reflejo de la “gig economy”), quien les da un misterioso mensaje. A la mañana siguiente, como podremos imaginar, hubo un cambio de cuerpos, pero esta vez, al doble: Tess ahora es Lily, Lily es Tess, Harper es Anna y Anna es Harper. Doble cambio, doble diversión.

Las niñas haciendo de Harper y Lily no lo hacen mal, pero ver a las veteranas Jamie Lee Curtis y Lindsay Lohan interpretar a dos adolescentes es divertidísimo. En el caso de Curtis, llega a niveles estrambóticos, teniendo en cuenta que es quien lleva el cambio más fuerte. Lohan hace de adolescente como en los papeles que le hicieron una estrella en los 2000: divertida, despreocupada, y esencialmente cool.

Freakier Friday apela efectivamente a la nostalgia manteniendo a casi todo el elenco original, trayéndolos de vuelta aunque fuera en pequeñas escenas. Los trae de una manera fresca, adaptada a la década, pero priorizando el entretenimiento y sin detenerse a perder su ritmo efectivo. En ocasiones disparatada, es precisamente el estilo de humor desenfadado que caracterizó la época de la original.

Al mismo tiempo, ofrece un mensaje muy empático sobre el valor de la familia, el amor y enfrentar el duelo. El rol de Tess como terapeuta permitió llevar a una conversación madura al respecto sin que se sintiera forzado, y el resultado es un momento genuinamente emotivo que balancea muy bien el resto de la historia y nos permite empatizar con cada uno de los personajes y comprenderlos mejor.

Esta película llega en un momento en el que el contenido “tween”, dirigido a preadolescentes, ha empezado a escasear. Las producciones se han enfocado en crear contenido para adolescentes, que cada vez presentan situaciones más maduras y sexualizadas. La falta de opciones de entretenimiento para toda la familia es cada vez mayor, y de ahí que la propuesta de Freakier Friday se sienta diferente.

Te sientes cómodo llevando a tu mamá y a tus sobrinas, o a tu abuela. Es un buen rato, sin momentos incómodos, y risas garantizadas. Junto con Superman, Fantastic Four: First Steps y The Naked Gun, parece que en 2025, la industria ha encontrado el balance para continuar historias con una mirada nueva.

Veredicto

Freakier Friday es una secuela bien redonda, una comedia divertida y sumamente entretenida que se atiene a la nostalgia pero con la frescura de nuestra actual década. Freakier Friday es Disney Channel y, en vez de avergonzarse de ello, lo abraza por completo.

7 / 10

Tenía tiempo que no veía una sala de cine riendo a carcajadas, y qué alegría fue eso, porque “The Naked Gun” es sin duda una divertida película que merece ser vista en cines.

La resurrección de “The Naked Gun” intenta caminar por una cuerda floja complicada: ser fiel al espíritu desenfadado y absurdo de la saga original, pero al mismo tiempo actualizarlo para un público de 2025. Hay instantes en los que lo consigue, sobre todo cuando se entrega sin pudor al slapstick, al chiste visual imposible y a esa acumulación de disparates que no da respiro. La precisión en algunos gags demuestra que todavía hay espacio para la comedia física en una era saturada de ironía y referencias meta.

The Naked Gun

Sin embargo, la irregularidad se nota. No todas las bromas están tan bien medidas y, en su intento por adaptarse a sensibilidades actuales, algunas situaciones parecen filtradas por un exceso de autoconsciencia que les resta frescura. El reparto cumple con solvencia, con un protagonista que no imita a Leslie Nielsen pero tampoco renuncia a su herencia, y secundarios que aportan buenos momentos de complicidad. Pamela Anderson desborda carisma y humor en todas sus escenas. Paul Walter Hauser ha demostrado su nivel actoral en muchas ocasiones, pero aquí con la comedia resulta increíble. Kevin Durand, Danny Huston y otros se la pasan divirtiéndose en el set, y se les nota.

El guion no se conforma con reciclar fórmulas: las depura. Construye una trama con tintes de cine noir —el territorio natural de las historias policiacas— y la adereza con una parodia que sabe mirar tanto al cine clásico como al moderno. El resultado es un híbrido ágil que equilibra la autoconsciencia con la sátira más descarada.

Entre sus mejores momentos están la secuencia del hospital al estilo Mission: Impossible, el robo al banco inspirado en The Dark Knight y el ingenioso gag meta del “PLOT device” robado al inicio. Hay también joyas de humor negro y referencias que se disfrutan más si se conoce la historia del elenco original, como la escena donde todos los policías lloran a sus padres —excepto el hijo del personaje de O. J. Simpson—, un chiste que se incrusta en la cultura pop y en la memoria colectiva.

El resultado es una comedia que, sin alcanzar el ingenio imparable de las originales, ofrece suficientes destellos de humor para entretener y, de vez en cuando, arrancar carcajadas genuinas. Es un homenaje sólido que llegará, sin duda, a convertirse —por los tiempos que corren— en cine de culto, al menos dentro del género de la comedia. “The Naked Gun” está entre lo mejor de este año, porque aunque haya detalles que no funcionan del todo, logra calar muy alto y conquistar a todo tipo de público.

Veredicto

Gustará más a quienes ya conocen el tono y la tradición de la saga que a quienes se acerquen a ella por primera vez.

7 / 10

Alien: Earth” es una serie sobre la saga Alien (valga la redundancia) que se sitúa mucho antes de lo ocurrido en “Alien: Romulus”, pero después de “Alien: Covenant”.

Siendo sincero con lo que escribo, y quienes me conocen saben que soy fan de la primera, disfruto bastante la segunda y también la tercera, dirigida por David Fincher, que por más infame que se le considere, encaja de manera adecuada en la saga y en la evolución de los personajes. Con lo que volvió a plantear Scott, la franquicia se acerca casi a la parodia, y al dejar todo abierto al canon, se incluyen “Alien vs Predator”, algunos videojuegos y no sé cuántas más adaptaciones.

La trama sigue un patrón conocido: una nave misteriosa se estrella en la Tierra y una corporación (Weyland) envía a un grupo de soldados. Resulta poco creíble que una empresa tan poderosa mande semejantes personajes, cada cual más inepto que el anterior. Como es habitual, la nave proviene de origen desconocido, cargada de elementos extraños, y ahí surge nuestro clásico xenomorfo. Ignorando que los personajes y su contacto con la criatura responden a un recurso vago de guion para mover la trama, lo demás —dirección, actuaciones y hasta efectos— se sostiene y mejora notablemente la propuesta.

Con “Alien: Earth” ha sido un acierto dejar el proyecto en manos de alguien que ya demostró trasladar con acierto a televisión un universo cinematográfico como Fargo. La historia oscila entre la pesadilla claustrofóbica de la nave original y la ambición empresarial por la inmortalidad vista en Prometheus. Es cierto que el guion pudo haber estado más trabajado e incluso abordar sus temas con mayor firmeza, pero es lo que hay bajo Noah Hawley, quien, por su experiencia en “Fargo”, puede mejorar si llegamos a tener más temporadas (que ojalá, de ser así, no pasen de dos).

Eso sí, la dirección resulta sobria, aunque falla constantemente en su género. Y aquí es difícil señalar culpables: tal vez el director, que lo entendió como un drama terrorífico; el creador, que optó por el terror clásico; los guionistas, cuyo conocimiento de la saga es limitado y evidente; o algún ejecutivo de turno. Pero ciencia ficción no es. Aun aceptando el planteamiento, e incluso la existencia de códigos éticos y sociales distintos, en el contexto narrativo se agradecería al menos un mínimo de verosimilitud en la trama y en la construcción de personajes. El director se empeña, pero vuelvo a lo esencial: el guion, que como columna vertebral, pierde fuerza desde el principio.

El reparto, por su parte, es competente, aunque cuesta empatizar cuando los diálogos carecen de peso. Es raro ver tantos actores y no conectar con ninguno, algo que en los siete episodios a los que FX nos permitió acceso se sintió en piloto automático.

“Alien: Earth” es, sin duda, un producto entretenido siempre que no se exija demasiado a la saga, cosa que difícilmente sucede desde 1997, cuando apareció la desastrosa “Alien: Resurrección”. Dicho esto, y considerando el potencial de crecimiento, recomiendo verla como un pasatiempo o para añadir detalles al lore de Alien. De lo contrario, puede ignorarse sin problema y esperar a Predator, que al parecer tendrá una ligera conexión con la serie.

Veredicto

Hay una escena donde un personaje se queda mirando fijamente a ver la cosa alienigena y dice «parece flora pero podria ser fauna».

4 / 10

Después de Thunderbolts, Marvel Studios cierra la saga Multiverso con The Fantastic Four: First Steps. Un filme que debió ser más el inicio de una saga que el cierre de la misma.

La historia, que tampoco busca complicarse, narra la historia de estos cuatro personajes que, en un viaje hacia el espacio, vieron cómo su ADN fue modificado, otorgándoles poderes increíbles. Reed Richards tiene la habilidad de estirarse a su conveniencia; Sue Storm, su esposa, puede volverse invisible; Johnny Storm convierte su cuerpo en llamas; y Ben Grimm se convierte en una gran mole de piedra súper fuerte.

Marvel nos ahorró otro inicio, como hizo Gunn con su Superman, y después de una introducción de unos cuantos minutos, estamos en la acción, con los personajes ya establecidos. El público los conoce y, de paso, sus problemáticas personales (de las cuales el espectador está totalmente harto) nos las quitan de encima.

Bajo todo esto, se les aparece Shalla-Bal —o como se le conoce en los cómics, Silver Surfer— (interpretada por Julia Garner), quien les dice que su mundo está condenado a ser devorado por Galactus, un gigante que devora mundos y que se dirige hacia la Tierra.

En ese sentido, la historia no se complica ni busca ser trascendental consigo misma, sino con sus personajes, ya que el guion se enfoca principalmente en la relación de los cuatro protagonistas y su desarrollo. Vemos una dinámica familiar más que de amistad, y cómo esta se va construyendo y funcionando en este mundo, con estos personajes y los poderes que poseen.

Más allá de todo esto, el director Matt Shakman desaprovecha totalmente a casi todos los personajes que aparecen en pantalla, a diferencia de lo que sucedió con Thunderbolts.

Por ejemplo, The Fantastic Four: First Steps tiene a Paul Walter Hauser como uno de los villanos, quien solo aparece en dos escenas. Joseph Quinn, como Antorcha Humana, tiene sus momentos, pero por alguna razón se sentía como si no estuviera cómodo con su personaje, o como si el director le exigiera ciertas características que realmente no iban con él. Solo Pedro Pascal y Vanessa Kirby destacan entre todos los demás, por una dinámica muy bien llevada de esposos (y padres).

Matt Shakman, que ya demostró su habilidad para fusionar géneros en WandaVision, apuesta aquí por un enfoque estilizado y con personalidad. Su dirección brilla especialmente en el tono: homenaje al pop-art, la ciencia ficción pulp y la estética vintage, sin dejar de sentirse contemporáneo.
No todo encaja de forma perfecta —algunos tramos se sienten apresurados o desiguales en ritmo— pero Shakman logra dotar al conjunto de coherencia visual y narrativa. Así que su función como director cumple con creces, aunque su tarea parece enfocada más en convertir en humanos a los personajes que en héroes (algo que ya demostró en WandaVision).

Es de las películas más arriesgadas del MCU reciente. El diseño retrofuturista, lleno de neones, tecnología vintage y arquitecturas imposibles, recuerda poderosamente al universo de Jack Kirby. Los efectos especiales logran transmitir una escala cósmica sin perder legibilidad, y la recreación de Galactus —más cercana a una entidad conceptual que a una figura antropomorfa— evita los errores del pasado.

Y es que la puesta en escena es extraordinaria, y a esto se le suma con mucha fuerza una banda sonora de Michael Giacchino, emulando ese aire clásico.

Si el camino de Marvel es más parecido a Thunderbolts y a The Fantastic Four: First Steps, pues alabado sea, ya que es el mejor camino sin duda alguna. Más seriedad, menos humor, pero mucho más desarrollo de personajes.

Veredicto

Es una película que apunta maneras y deja la puerta abierta a aventuras más ambiciosas y mejor afinadas.

6 / 10