Para nadie es sorpresa que Netflix ha cambiado la forma de ver televisión en todo el sentido de la palabra.  La plataforma de streaming ha renovado clásicos sin importar el tema y eso es algo bueno, incluyendo este caso en donde traen de vuelta un viejo programa sobre personas desaparecidas.

Primero es de agradecer que Netflix haya mantenido la esencia de la serie con documentar toda la información posible de un caso, exponerlo y dejar que sea el espectador quien saque sus conclusiones y esto se nota mucho en el caso del chico negro, donde presentan las pruebas, presentan el punto de vista de los afectados, luego el punto de vista de las autoridades y luego lo que cada parte involucrada cree o piensa, pero dejando abierto al espectador el camino que quiera tomar.

Sin embargo este punto bueno se ve empañado (y muy fuerte) cuando la serie busca irse por el morbo y no ofrece nada nuevo.  Hablamos del morbo para hacer énfasis en el capítulo dos, donde en numerosas ocasiones refuerzan una idea totalmente contraproducente contra una de las “víctimas” y aunque sigue siendo parte del caso, desde el punto de vista del documental no funciona.

Veredicto

La verdad que poco se puede decir de este retorno de “Casos Sin Resolver” más allá de que tiene uno que otro caso super interesante (como el del Conde).  Dejando un sabor agridulce, la serie engancha pero no destaca.  Los primeros 6 episodios, por suerte, tienen un caso totalmente sólido para mantener los más de 40 minutos que duran.

6 / 10

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